Historia y caricatura
* Por Carlos Pagni. El lugar que los gobiernos ocupan en la memoria colectiva está a menudo determinado por el anecdotario.
Ayer concluyó uno de esos episodios insólitos que contribuirá a la caricatura histórica del kirchnerismo: en un sobrio comunicado, la embajada de Estados Unidos informó que le fue devuelto el material de seguridad que llegó a Ezeiza en un avión de la fuerza aérea de ese país, el 10 de febrero pasado, y que el canciller Héctor Timerman incautó con la excusa de prevenir un ataque terrorista.
Las sustancias y equipos retenidos formaban parte del equipamiento de los militares norteamericanos que iban a entrenar, a pedido del Gobierno, a personal de la Policía Federal.
Más allá de su excentricidad, el saldo más relevante de esta peripecia es que esos efectivos policiales no contarán ya con la capacitación que se les ofrecía. La decisión olvida, entre otras cosas, que la sociedad argentina tiene hoy la inseguridad como una de sus principales inquietudes.
La devolución del equipamiento fue coincidente con la noticia, publicada el fin de semana pasado, de que la embajadora de los Estados Unidos, Vilma Martínez, no festejaría el próximo 4 de julio la independencia de su país. Un recurso elegante para no tener que invitar a funcionarios argentinos. Evitar el contacto con autoridades locales fue la instrucción del Departamento de Estado a sus diplomáticos desde que se produjo el incidente del avión.
El comunicado de ayer está lleno de sutilezas. Por ejemplo, consigna que el desenlace "satisfactorio" se alcanzó al cabo de una serie de reuniones con la Aduana y el Ministerio de Relaciones Exteriores, mencionados en ese orden.
El detalle es relevante. En principio, porque la Presidenta decidió desde hace tres meses poner la negociación en manos de Ricardo Echegaray, titular de la AFIP. Es más: hace un mes y medio, Echegaray estuvo a punto de alcanzar la solución, pero postergó la decisión por razones misteriosas. El canciller fue informado hace 15 días del resultado de las negociaciones conocidas ayer.
Que la responsable del tema fuera la Aduana, no la Cancillería, implica una definición del incidente. Significa que lo que estaba en juego, como sostuvo ayer el parte norteamericano, era una "falla administrativa involuntaria" y no una agresión política. El reconocimiento de esa "falla" es una concesión muy amigable para la Argentina. Pero permite descartar, para tranquilidad de todos y en especial de Timerman, que los aviadores estadounidenses quisieran hacer un atentado terrorista en Buenos Aires.
El encuadre administrativo elegido por la Presidenta bloquea también otro argumento que utilizaron funcionarios y voceros del Gobierno para justificar el incidente: que la llegada de esos soldados significaba una regresión en los estándares democráticos para la seguridad, ya que se le proveería entrenamiento castrense a una fuerza civil. Esa tesis puede haber sido muy seductora para los propagandistas del kirchnerismo que quisieron presentar la designación de Nilda Garré como ministra de Seguridad como un giro a la izquierda. Pero la primera medida adoptada por Garré al asumir su nuevo cargo fue autorizar los cursos que los entrenadores norteamericanos impartirían a los policías argentinos.
Tentación
Es verdad que Barack Obama mencionó el incidente del avión ante una consulta de Andrés Oppenheimer, que lo entrevistó durante su última gira latinoamericana. Aun así, Washington decidió desde un primer momento quitar volumen al conflicto abierto por la Argentina. La interpretación de los diplomáticos estadounidenses de la incautación de Timerman es que Cristina Kirchner se había tentado con hacer parte de su campaña electoral en confrontación con Estados Unidos. Sobre todo desde que Barack Obama le impidió, desistiendo de visitarla, hacer la misma campaña en asociación con Estados Unidos. Según encuestas que consumen en el Departamento de Estado, la sociedad argentina está entre las más antinorteamericanas de la región.
Los funcionarios argentinos advirtieron, con el paso de las semanas, que la reacción de la administración Obama sería oblicua. En el Gobierno creen que las dificultades en la negociación con el Club de París son parte de esa respuesta. Hay quienes van más allá y aventuran que el exhorto suizo que desencajó a Hugo Moyano fue, en realidad, un rebote de información originada en los Estados Unidos sobre cuentas de Covelia S.A. radicadas en Miami.
Con el repliegue conocido ayer, Cristina Kirchner da una señal de que quiere normalizar una relación bilateral que llegó este año a su grado cero. Es una propuesta muy ambiciosa. En el vínculo del kirchnerismo con los Estados Unidos, ha sobrado la agresividad. Las últimas novedades que arrojó WikiLeaks confirman ese signo. El martes pasado, el diario ABC de Asunción publicó un cable en el cual un asesor del vicepresidente de Paraguay informaba a la embajada norteamericana en ese país que en septiembre de 2006 Kirchner le había ofrecido al fallecido presidente Nicanor Duarte condonar la acreencia de Yacyretá con su país.
Sería a cambio de que les retirara la inmunidad diplomática a los militares destacados en la base estadounidense de Estigarribia. El informe agrega que la oferta había sido convenida con Hugo Chávez. No se sabe si fue por ese motivo que Duarte despojó a los soldados norteamericanos de esos fueros. Kirchner ya lo había hecho un tiempo antes. Fue a pedido de Hebe de Bonafini. La líder de las Madres tal vez reciba las novedades de ayer como una derrota, si es que su turbulenta peripecia le permite prestar atención a estos detalles.