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Héctor Larrea: "Ahora soy más profundo"

*Por Marina Zucchi. A 50 años de su debut y con 30 mil horas de aire El conductor de "Una vuelta nacional" (por Nacional) dice que disfruta de su mejor momento en el medio. "Muchos se jubilan intelectualmente y ponen disquitos. Yo voy por 50 más", avisa.

A razón de tres horas por día, de lunes a viernes, a lo largo de 50 años de locución, la ecuación arroja más de 30 mil horas de aire. Por lo tanto, la radio es ya para Héctor Larrea, justamente eso, el aire. Ese "oxígeno" del que no podría prescindir. Al menos para ser feliz. "Tengo un compromiso de por vida con la gente. Veo algo que me interesa y vivo pensando en que llegue la hora de contarlo. Muchos se jubilan intelectualmente, van los domingos y ponen disquitos. Pero yo necesito de esto. Soy un refugiado emocional de la radio", entona.

Si Frank Sinatra era "La voz", "Hetitor", como lo apodan sus feligreses de Una vuelta nacional (de 9 a 12, por Nacional), podría copiarle con justicia el mote. Basta recordar que hoy celebra bodas de oro con el oficio en el que se inició como animador, en Radio Argentina: "En abril de 1961 hacía falta un tipo que anunciara El baile de los novios , que auspiciaba una joyería de Diagonal Norte y Florida. Fue una cosa rara arrancar como conductor, porque los locutores empezaban haciendo frases aisladas. Yo veía filas de locutores de primera magnitud esperando su turno para leer avisos, pero yo ya presentaba discos", recuerda.

Cómo no pensar en la radio como milagro si el purrete de Bragado, de estirpe triste durante su infancia (debido a la muerte de su padre), vio sonreír a su madre, abatida, recién cuando se dignó a interrumpir el duelo sintonizando el dial. "Yo creía en ese efecto poderoso de ese aparato que levantaba a los afligidos. Debo haber pensado, Yo quiero formar parte de eso ", se psicoanaliza. "Siempre fui muy desprotegido, me crié casi solo, y en la radio supe refugiarme", narra, no sin lanzar ese ya leitmotiv de sus entrevistas: "La radio fue y es mi Disneylandia".

A los 72 años, hay verlo salir del estudio con los bríos de un recién egresado del ISER. Camina los pasillos de la emisora como quien camina por su cocina. Como buen "chef del aire", sabe de ingredientes dialécticos, crea suspensos en el relato y va encendiendo el fuego de la entrevista: "Al principio no me divertía. Me entusiasmaba lo que yo quería hacer, pero no me daban la hora"...

¿Por su juventud? Al contrario, los jóvenes eran muy apreciados. A mí no me daban ni la hora, porque yo era medio mal llevado, no aceptaba correcciones. Volteaba paredes con la cabeza.

¿Los años lo hicieron más humilde? No, creo que estoy peor. Yo decía Si no te conocen, no te van a dar la hora en la radio .

¿Qué hay que hacer?, me preguntaba.

Tenés que trabajar en la televisión, me avisaron. Y probé y entré.

¿O sea que tuvo que legitimarse en la televisión para hacer radio? Fatalmente. Pero era una legitimación trucha. La televisión otorga una legitimación trucha. Ves al tipo por la pantalla y lo empezás a saludar. Noto que hay gente nueva en radio a la que pusieron porque la conocen de la tele. Acá, la televisión tiene un poder tan grande que hasta tu prepaga te trata mejor...

¿Y una vez en la TV, empezó a tambalear su humildad, a aumentar su ego, se la creyó? No. Creérsela sería considerarse importante. Y no. El ego habrá dado saltos, tumba carnera, pero eso duró muy poquito. Después se pasa. Y eso de no volver al barrio, tampoco se dio en mí porque acá yo nunca tuve barrio. Soy un desarraigado que me metí en esto porque mi barrio era la radio. Refugiado emocional. No sabía hacer otra cosa.

¿Durante aquellos primeros minutos al aire en la radio, sintió pánico? No nada. Los irresponsables no tenemos nervios. Es raro, porque yo soy esencialmente tímido y sin embargo no tengo nervios para hacer radio y televisión. A los grandes acontecimientos de la vida, yo los enfrento. Voy para adelante, aunque después me derrumbe. Me decía un tipo: S os un hombre de acción. El que se deprime después de la acción, no antes, ni durante.

¿Y qué fue lo más estremecedor de estos 50 años? ¿Qué lo conmovió? El ahora. Esta profesión te obliga a estudiar, a navegar como en un barquito frágil. Ahora soy más profundo. Y más tranquilo. He aprendido. Con los años tenés que ser más sabio, sino, serías un tonto. Me dan todas las posibilidades: me pagan, me tratan bien, nadie me pone escollos, me dejan que traiga mis discos... Acá hay unos tres mil discos míos. Se me fueron despertando vocaciones musicales. Me gusta el jazz, la música española, la portuguesa. Si hasta mi contador ya me dijo varias veces: Pare con los discos que la tarjeta está en terapia intensiva . Y, además, ahora propongo mucha literatura en la radio, me gusta la poesía. El programa abre con un buen poema cada día. Si uno sigue en la superficialidad, no evoluciona. Y yo no quería ser un imbécil.

¿Cómo se explica que el oyente no se haya cansado de Larrea? Es que sucede mucho que el conductor se cansa antes y se va del prime time. Intelectualemnte se jubila. Y yo no, es lindo seguir levantándose temprano. Eso sí, yo les digo a mis amigos Cuando vean que no hago lo correcto, avisen que me voy a casa.

Pienso hacer 50 años más. Hay dos elementos que podrían impedirlo: que la salud no te lo permita o que la radio no te contrate. Lo que se cumpla primero. Como con un auto. ¿Viste que dicen 20 mil Km o lo que se cumpla primero? Pero yo no tengo ganas de irme. Y me siento todavía capaz. Felizmente tengo autocrítica.

Como buen "radionauta", Larrea tiene cuatro "aparatitos mágicos" en su casa. Uno en cada ambiente, para moverse "con libertad y no perder pisada ni un minuto" de sus colegas. "Una radio la tengo en la ducha. Porque necesito esa compañía hasta cuando me baño", admite el señor que desde su debut en Radio Argentina, meses antes de recibirse, pasó por Antártida, Mitre, Espléndida, El Mundo, Continental y Rivadavia hasta recalar en Nacional, en 2004. Su Rapidísimo de más de tres décadas no pasó al olvido. Todavía sobreviven en la web audios del magazine que hoy parece reciclarse en Nacional.

Con casi dos millones de segundos de aire, el hombre del contrato nupcial eterno con la radio, todavía sueña con pinceladas renovadoras para el dial. Dice que imagina una reunión cumbre especial, una transmisión en cadena con Alejandro Dolina, Fernando Bravo, Cacho Fontana, Mario Pergolini, Elizabeth Vernaci, Gillespi, Andy Kusnetzoff, Sebastián Wainraich...". Aunque avisa: "Me gustaría ese juego, aunque yo no sé compartir. No sé hacer duplas. Es como a los niños que de chicos no les enseñaron a compartir juguetes, yo no sé cómo".

"Lobo estepario" al que poco se lo ve en sociedad, y cuyo interés por la televisión quedó bien atrás, Larrea, ama citar a Abelardo Castillo y recibir en la puerta de la emisora a esos fieles que le obsequian el disco difícil. Jura que nunca tuvo admiradoras enamoradas, sino que lo suyo "es una relación espiritual con el oyente". Y clarifica: "No sé por qué no se dio la admiración desde ese lugar del enamoramiento. Lo mío va más por dentro. Los oyentes se vinculan a mí desde otro lugar. Soy para ellos una dulce rutina".

Alguna vez pesó 110 kilos, alguna vez logró una entrevista récord de tres horas (Ver recuadro), alguna vez fue el conductor televisivo del momento, al estilo Marcelo Tinelli. Alguna vez, sabe, deberá pensar en el retiro, en soltar lo que más ama, pero claro, no será pronto. "No lo imagino, no quiero. Tendría que contestar esa pregunta en unos años, ver de qué manera me reacomodo, si es que puedo reacomodarme sin ella", remata en el despacho gerencial de la emisora, sillón en el que habría podido sentarse, 50 años después, de haber elegido pasar del otro lado del mostrador.

Pero el único mostrador válido para el señor radio es éste, el que sostiene un micrófono y no las planillas del rating ni las hojas de un balance de contaduría. Porque para él, su "aire" es la palabra, nunca los números. Y a ella le rinde tributo: "Cuando era chico, era tan mágico que saliera por ahí una voz. Me parecía intraducible. No había explicación. Moviendo una perillita, ¡Magia!. Ahora vengo a darme cuenta de que intentaba encontrar un mundo menos cruel. Y la radio me lo dio".