Hay que sacar a la boleta electoral de la discusión
* Por Fernando Straface Director ejecutivo de CIPPEC. El próximo domingo votamos por primera vez en la Argentina en elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). Es una gran oportunidad para expresar una primera preferencia sobre la conformación del Gobierno y el Congreso a partir de 2011.
Sin embargo, durante las últimas semanas las PASO fueron noticia principalmente por las disputas en el sistema político y con la Justicia electoral por la posibilidad de garantizar la disponibilidad de boletas partidarias antes de la elección y el día de los comicios. En la provincia de Buenos Aires (que tiene 11 millones de electores), donde también se eligen autoridades provinciales y locales, algunos partidos sienten vulnerada su capacidad para garantizar la oferta electoral, y alegan que no disponen de fondos suficientes para imprimir, distribuir y garantizar el control del stock de boletas el día de la elección. El juzgado electoral de la provincia manifestó en primera instancia que no podía hacer frente a este desafío. La Dirección Nacional Electoral, que depende del Ministerio del Interior y pone a prueba las PASO y toda la arquitectura de la nueva ley electoral, tiene en este tema una discordancia permanente con algunos partidos que impacta sobre la legitimidad de todo el proceso. La Cámara Nacional Electoral resolvió que se hará cargo "excepcionalmente" de la coordinación, junto al Correo Nacional, de la distribución de "un mínimo de boletas por mesa de votación" en la provincia de Buenos Aires.
La discusión sobre la disponibilidad de boletas y el control de los comicios no debería ser un eje central de una elección. Cuando esto es así, ganan quienes hacen de la logística antes y durante el día de la elección un emprendimiento económico disfrazado de estructura política.
Salta, Santa Fe y Córdoba innovaron este año exitosamente en sus sistemas de votación con un amplio respaldo de la ciudadanía y de la gran mayoría del sistema político. En Salta llevaron adelante una modalidad de voto electrónico que garantiza el soporte papel de cada voto. En Santa Fe y Córdoba se adoptó la boleta única, aunque con dos modelos distintos.
Los casos de Santa Fe y Córdoba, más allá de su implementación exitosa y el apoyo ciudadano que recibieron, dispararon un debate entre analistas y referentes políticos y expertos electorales sobre los efectos que estos sistemas pueden tener sobre la formación de gobiernos.
La enunciación más dicotómica e incluida por un factor excepcional (la aparición de Miguel Del Sel como candidato en Santa Fe) contrapone incorrectamente la transparencia y la afirmación de la voluntad ciudadana -atributos sobresalientes de la boleta única-, y la defensa de estructuras partidarias fuertes y de las condiciones de gobernabilidad.
La boleta única es el sistema más utilizado en el mundo y no hay ninguna evidencia que vincule su uso con la generación de gobiernos divididos. De hecho, desde el retorno democrático, en la Argentina se han producido cuatro gobiernos divididos a nivel nacional (1987, 1997, 2001 y 2009), todos bajo el sistema de boleta partidaria.
El argumento de que los electores se ven mayoritariamente determinados en su elección en el cuarto oscuro según el diseño de la boleta subestima al votante y a su capacidad estratégica para elegir. El respaldo a Del Sel y María Eugenia Bielsa en Santa Fe da cuenta de fenómenos estructurales vinculados con los modos de representación política que tienen una intensidad muy superior al sistema de votación. La segmentación en los resultados de la elección santafesina no obedece ni única ni estrictamente al empleo de la boleta única. Más también puede explicarse como parte de un voto estratégico, es decir, una opción deliberada del elector.
Por otro lado, el sistema de boleta única, que no admite ley de lemas ni listas colectoras, fortalece la estabilidad de las estructuras partidarias. Las colectoras habilitadas bajo el sistema de boleta partidaria promueven la fragmentación del sistema político, y trasladan a las elecciones generales las disputas de sectores internos de un mismo espacio político.
La boleta única también enfrenta desafíos y opciones vinculados con el diseño de la boleta, la capacitación de los electores y los sistemas de conteo. La contraposición de los casos de Santa Fe (que usó una papeleta por categoría) y Córdoba (que empleó boleta horizontal que agrupa todas las categorías en disputa en una misma papeleta) brindará conclusiones para que éstas y otras provincias definan la modalidad más adecuada. Además, los partidos y candidatos seguramente adaptarán sus estrategias de campaña a una mayor afirmación de la voluntad del elector en cada categoría.
Estos y otros temas son estratégicos para recuperar la legitimidad de los partidos y de los políticos de carrera ante la ciudadanía. Pero lo mejor es promover un debate político más elevado, sustentado en posiciones de política que vinculen los temas estratégicos de la agenda pública con las preocupaciones cotidianas de la gente. La personalización de la política es un fenómeno de los nuevos tiempos que excede cualquier diseño de boleta. Sin ir más lejos, la campaña nacional y la de la provincia de Buenos Aires, bajo el sistema de boleta partidaria, son últimamente testigos de una sucesión de mensajes personalizados y ajenos a toda identificación partidaria.
La boleta no puede ser el eje de la campaña. Tampoco la salvación para liderazgos que no sean capaces de convocar a los ciudadanos y refrendar con la acción política el sentido de responsabilidad que demanda la representación.