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Hay desconcierto en el kirchnerismo

* Por Eduardo Van Der Kooy. Cristina se enojó con la autocrítica de los pensadores K. El conflicto complica a Filmus para el balotaje. Macri puso su foco en Santa Fe, donde hoy se vota y juega su delfín. El kirchnerismo enfrenta ese desafío con preocupación. El malestar peronista se percibe en varias provincias.

El kichnerismo empieza a extrañar a Néstor Kirchner . No se trataría de una añoranza circunscripta sólo a lo afectivo: parece golpear también la ausencia de un conductor, de alguien que intente ordenar cuando la mala hora desembarca en el poder. De alguien que comprenda que la política obliga a alternar las alfombras con el lodo, el castigo con el premio. Cristina Fernández no habla con casi nadie, a excepción de un ramillete de jóvenes. Su mensajero con los K y los viejos peronistas es siempre Carlos Zannini, el secretario Legal.

La Presidenta bramó con los cuestionamientos de Carta Abierta, el foro de pensadores K. Esos intelectuales mencionaron la necesidad de una autocrítica, después de la paliza que recibió el kirchnerismo en Capital, pero nunca se incluyeron. Enfilaron contra Daniel Filmus, contra la grisura de su campaña, también contra algunos medios de comunicación oficial.

Pero ninguno se interrogó si ellos mismos no vendrían construyendo un relato y una realidad que, demasiadas veces, no se condice con los hechos.

El enojo de Cristina escaló tanto que terminaron culpando al periodismo –sobre todo a Clarín – por la divulgación de aquel ejercicio crítico. El periodismo sólo difundió lo que Carta Abierta publicó en YouTube. Esa conducta desnudaría una de las limitaciones de aquel grupo: el temor reverencial al poder . Cuando aflora tanto temor y tanta reverencia la posibilidad de una discusión franca y fructífera se encoge . En Carta Abierta ocurre otro fenómeno: hay una porción que cree advertir en Cristina a una dirigente con calidades superiores a las de Kirchner.

Ese núcleo de pensadores K debería tomar conciencia de que posee una importancia superior a la de simples polemistas en un poder árido , donde todas las decisiones se toman entre cuatro paredes y las líneas políticas son trazadas por Cristina y dos acólitos. Entre tantas cosas que se pudieron escuchar, tal vez la más atinada haya estado en boca de Horacio González. El titular de la Biblioteca Nacional, con humor y crudeza, dijo que al Gobierno le haría falta más "una politópolis que una Tecnópolis" , en alusión al parque temático que la Presidenta inauguró la semana anterior en un predio bonaerense, en medio de una disputa con Mauricio Macri.

La política electoral de Cristina –sumada a su gestión– va dejando un tendal cuyas consecuencias son aún difíciles de mensurar.

"Néstor nunca hubiera permitido eso", reflexionó un kirchnerista nostálgico. Los peronistas de Buenos Aires observan cómo Gabriel Mariotto, el candidato a vicegobernador, Amado Boudou, y Diego Bossio, el titular de la ANSeS, desarrollan tareas clintelares y relegan a los intendentes a un segundo plano. Daniel Scioli tolera todo con la estoicidad de un soldado. Hay rumores intensos de que el bloque oficialista en la Legislatura provincial podría quebrarse.

Jorge Capitanich quedó refunfuñando después de que Cristina, en persona, le impuso los dos primeros candidatos a diputados nacionales. Nunca existió una sombra de duda sobre la fidelidad del gobernador chaqueño con los Kirchner. En el peronismo de La Pampa se desató una crisis por la renuncia del senador Carlos Verna a su candidatura a gobernador. Juan Manuel Urtubey, que ya ganó la reelección en Salta, fue crucificado en la Casa Rosada por lanzar su plan presidencial del 2015. Entre la Presidenta y José Alperovich, el mandatario de Tucumán, también se abrió un abismo.

El kirchnerismo observa con miedo la elección de hoy en Santa Fe . Ese miedo no tiene relación con la chance de ganar o perder frente al socialismo de Hermes Binner, que ahora gobierna. Aquel miedo se apuntala en la impresión de que el peronismo haría su peor elección histórica en la provincia. Miguel Del Sel, acicateado por Macri, asoma como el cuco del PJ representado por Agustín Rossi.

Del Sel, quizás, no habría irrumpido de este modo en la política santafesina si el kirchnerismo no hubiera desconsiderado a sus últimos dos gobernadores , Carlos Reutemann y Jorge Obeid. Reutemann fijó posición desde el conflicto con el campo y jamás cambió.

"Siempre fui peronista, nunca kirchnerista" , disparó a horas del comicio. El senador evitó dos veces un encuentro con la Presidenta en plena campaña. Obeid se ofreció como candidato de unidad y fue desechado. Esos dirigentes han empezado a trabajar para rehacer el peronismo provincial aun si Cristina resulta reelecta.

Otro problema para el Gobierno está en Córdoba . Allí se elegirá gobernador el 7 de agosto, una semana después del balotaje en Capital y una antes de las internas abiertas y obligatorias nacionales. El kirchnerismo no presentará candidato porque José Manuel de la Sota no se avino a las condiciones que pretendía Cristina. Los K dudan sobre si sería bueno un triunfo del ex gobernador o preferible, tal vez, la victoria del frentista Luis Juez, aliado de Binner en las presidenciales. ¿Por qué razón esa duda? En torno a las disidencias peronistas de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, donde Jorge Busti enfrenta al gobernador K Sergio Uribarri, podría articularse alguna a amenaza futura contra el Gobierno.

Córdoba ha sido centro de visitas peronistas en las últimas semanas, incluso de mandatarios K . Las conversaciones giraron siempre alrededor de la idea de reflotar una mesa de gobernadores que inste a Cristina al diálogo o a la negociación. La propuesta, en sí misma, tiene un rasgo antagónico: difícilmente la Presidenta admita conversar si en octubre gana.

"Salvo que tenga que enfrentar un balotaje" , deslizó uno de aquellos peronistas importantes. Algún sector del partido estaría considerando conveniente esa alternativa. El kirchnerismo se estremece al suponer que su clásico espíritu sectario podría servir para que el peronismo trame una venganza.

No sería ese el único caso en que el kirchnerismo podría recoger los sinsabores de la política que por años acostumbró a sembrar. El Gobierno parece sumarle a su desconcierto una dosis de desesperación. Filmus denunció a Macri y a su asesor principal, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, por una supuesta campaña sucia camino al balotaje. Se habría tratado de una encuesta telefónica que pretendió ligar al padre del candidato K con el escándalo Schoklender.

Más allá de la desmentida macrista, sería imprescindible determinar la consistencia o no de la denuncia . Pero la palabra kirchnerista, en ese campo, tendría el valor de una peseta en España. Nadie como los K recurrieron desde el 2003 a revolver el submundo de la política, con denuncias comprobadamente falsas (a Enrique Olivera, ex jefe porteño), espionajes (a Jorge Taiana, Julio Cobos y Alberto Fernández, entre cientos) y amedrentamientos (contra consultores económicos y el periodismo).

Al kirchnerismo le resulta imposible además, cuando menea esos conflictos, no dispararse sobre sus pies. Está muy bien advertir sobre cualquier campaña sucia. Estaría mejor, sin dudas, que el Gobierno no encubra el caso Schoklender cuya onda expansiva llega hasta las Madres que lidera Hebe de Bonafini.

Norberto Oyarbide, que sustancia la causa, hizo batifondo con sus investigaciones pero ha sido, hasta ahora, perezoso e improductivo . Ni Schoklender ni Bonafini, acusada por el ex apoderado de la Fundación de estar al tanto de todos los manejos financieros, fueron siquiera citados a declarar. El juez se fue de viaje y ahora rige la feria judicial de invierno. En el medio hay sospechas de fraude al Estado, estafa a gente humilde y presunción sobre lavado de dinero.

También, indicios de una explotación de los derechos humanos con otros fines.

Otra jueza, Sandra Arroyo Salgado, tampoco habilitó la feria judicial para completar el cotejo de los ADN de los hermanos Noble Herrera con los datos que restan en el Banco Nacional de Datos Genéticos de personas desaparecidas por la dictadura. Los cotejos con la

s únicas dos familias querellantes y con los casos de 1975-76 dieron resultados negativos.

Se trata de un asunto al que los Kirchner le dieron carácter político y de Estado.

El paréntesis, como en el caso Schoklender, parecería inexplicable en un tema de semejante importancia y repercusión. Salvo que el Gobierno quiera ganar tiempo, en un asunto para que el escándalo de corrupción no escale y en otro, en el de los hermanos Noble Herrera, para que no se haga palpable que se habría cometido un atropello a la dignidad humana .

Ese no constituiría el único problema de gravedad. Las Abuelas de Plaza de Mayo hicieron un aporte excepcional a la Argentina y una reparación histórica a la sociedad con la recuperación de más de un centenar de nietos de víctimas de la dictadura. Ese trabajo cosechó el reconocimiento de la prensa nacional e internacional .

Estela de Carlotto, titular de las Abuelas, alertó sobre un supuesto intento de destruir la organización, volvió a hablar de apropiación – pese a las evidencias en contrario– en el caso de los Noble Herrera y definió como miembros de un bando imaginario a un abogado y una científica. Sus palabras trasuntaron enojo y rencor.

Parecieron ser parte, además, de la dialéctica de choque que instaló el kirchnerismo.

La causa de los derechos humanos, para que no sea jamás contaminada, demandaría de otros gestos y otras palabras .