Hasta que la muerte nos separe
Despierto. Arrojo una mirada al nuevo día. El día está soleado delante de los ojos...
Por Luciana Arnedo
luciana.arnedo@gmail.com
@LuArnedoHoy me conmoví con el afligido desahogo de una mujer. Ochenta y cinco años de edad de los cuales sesenta, compartió con su marido. "Él me abrió la cabeza, aprendí mucho a su lado, yo pertenecía a una familia de clase social baja"... Me contó que su marido había escrito una novela corta, que le había valido un premio, entre otras cosas que recordó. Estaba triste. El desconsuelo al recordarlo se fue haciendo grande. El insoportable sentimiento de no tenerlo más a su lado se adueñó del instante, y acaso del tiempo por venir.
Su muerte es una vida vivida que lo incluye aún mañana...
Me dijo que, por parte de él, tiene familia en París, y que le propusieron viajar. Pero ella me expresó que no puede, ni podría, irse de la casa de los dos. Comprendí. Todos los recuerdos están allí, en esa casa que han habitado por tantos años.
Abriendo un cajón encontró aquel libro -la novela escrita por su fallecido marido-, y en él encontró el modo de dormirse cada noche. "Lo leo todas las noches antes de dormir, es lo más cerca que puedo sentirme de él". La imagen de ella en la cama grande, abrazada a la lectura, envuelta en "su voz", acunándose en algo que fue y ya no era... La imagen me sensibilizó la piel, los ojos, el ánimo.
Esta breve historia me lleva a pensar una vez más la realidad. La vida tiene "esos opuestos", sin más: "la vida y la muerte". Por supuesto que el hecho de tener el privilegio de vivir tantos años junto a otro/a amado/a, y ser felices, con todos "los escalones de la vida", es algo admirablemente feliz.
No puedo apartarme de la idea de vivir tantos años junto a alguien, y que un día el amor sea arrebatado por el duro golpe que es la muerte. El desocupado espacio del hogar, los recuerdos en la pausa de la casa, la hora de la cena: "la condena perpetua"...
Perder a ese hombre o a aquella mujer que nos ha acompañado por el crudo recorrido de la vida, con quién pasamos la mayor parte de nuestra existencia. Qué decir...
En el hogar chocando consigo misma tras la ausencia de su compañía...
Recuerdo algo más que habló bajo sus lágrimas: "es cierto que él se ha llevado una gran parte de mí, pero yo me he quedado con una gran parte de él". Quizás esta emoción acompañe sus días. Tal vez "este sentir" la escolte a solas en el silencio de la casa.
A esta hermosa mujer que sensibilizó "mí también solitaria mañana", le deseo la fuerza para resistir este intransmisible dolor. "Que su ausencia sea un recuerdo que lo traiga con ella"...
Dedicado a aquellos/as que asimismo estén bajo el desgraciado sentimiento de extrañar a alguien más, "arrinconados" en alguna esquina de la casa, agarrados al abrigo de quien se fue.