Hantavirus, muerte y dolor: "No sé qué pasó, mi nieta parecía resfriada y de un día para otro se murió"
Lo dice Atilio Troncoso, abuelo de la primera víctima fatal por hanta virus en el Sur.
Hace unas horas, Atilio Troncoso enterró a su hermana, Celia Troncoso (64), a la que veía de tanto en tanto y a quien amaba de esa manera contradictoria y no siempre clara que se brindan los hermanos entre sí. Viene de días de demasiado duros. El 3 de diciembre había hecho lo mismo con su nieta, Camila Troncoso (14), una nieta a la que junto a su mujer, Grabila Márquez, consideraban en realidad como una verdadera hija.
Un huracán pasó por la vida de ambos llevándose casi todo. Podría ponerse a llorar ahora mismo enfrente de la cámara y de los periodistas, pero elige hacer bromas. Una tras otras. Pequeños chistes típicos de los paisanos, que operan ahora como un mecanismo contra el dolor. En el cómodo living de su casa, levantada sobre media hectárea de terreno, él y su mujer se mantienen de pie a base bromas y risas aunque en lo profundo quisieran llorar hasta desaparecer. La señora utiliza palabras dulces para hablar de su "pequeña nieta preferida", abre sus labios en una mueca, mira a la nada y, de pronto, sus ojos se llenan de lágrimas.
"No entendemos qué pasó y no sé si hay alguien que entienda qué está pasando. A mi nieta le dolía la cabeza, tenía un poco de fiebre, le dolía el cuerpo, parecía un resfriado y de un día para el otro murió", relata el hombre.
Camila fue una de las más de 30 adolescentes que participaron de un cumpleaños de 15 en el salón Pehumayén ubicado, a unos 800 metros de donde viven los abuelos, el 10 de noviembre pasado. "Después de la fiesta pasó un día por acá un minuto y se fue. Andaba bien, como siempre. No la vimos más por acá. Pasaron 15 días y entonces se enfermó. Lo raro es que ni su mamá ni sus dos hermanos menores se contagiaron", cuenta la abuela.
La madre de Camila imaginaba al principio que se trataba de una gripe como tantas otras, una cuadro común y corriente. Por eso la acompañó a realizarse exámenes de rutina primero con los médicos en Epuyén, luego a El Bolsón y finalmente a Esquel, la ciudad más grande de la zona. Se trasladaban caminando o en vehículos sin tomar ninguna medida precautoria aunque el hantavirus es endémico y las advertencias sobre los síntomas se mantienen durante los veranos.
"La volví a ver cuando estaba grave, internada, me fui al hospital de Esquel y entré a Terapia Intensiva y me quedé con ella", cuenta Atilio. El relato es sorprendente porque revela la total falta de un protocolo de seguridad para los familiares y conocidos de los pacientes durante los primeros días del brote. "No solo yo andaba sin barbijo, todos andaban con la cara así sin nada, los médicos, las enfermeras, todos", resalta el hombre.
Troncoso cuenta que a su hermana también la visitó en Terapia Intensiva pero utilizando un barbijo. Aprovecha a aclarar otro hecho extraño, su hermana rara vez salía a la calle. "Ella no tuvo contacto con Camila, ni con nadie, nunca salía de su casa, nosotros la veíamos poco", sigue.
La versión oficial, la que apoyan tanto el sistema de salud de Chubut como algunos de los médicos en la Cordillera, es que el 13 de noviembre se confirmó el Caso 0: Víctor Díaz, quien asistió el 10 de ese mismo mes a la fiesta de 15 en donde habría contagiado a otras personas. Díaz se salvó y hoy vive recluido. Su mujer falleció.
¿Pudieron ser entonces los adolescentes contagiados la primera camada de portadores? Atilio y Grabila no están convencidos de esto. Tampoco le encuentran sentido a la hipótesis del paciente 0. Nadie les explicó demasiado. "La desinformación es muy grande y la provincia no ha hecho nada. Aquí nunca vino un médico, un funcionario, nadie vino a hablar con nosotros y eso que tenemos a nuestra nieta y a mi hermana muertas", asegura Atilio. No sabe, claro, que los expertos de Malbrán trabajan a destajo tratando de verificar cada caso. Ni que las autoridades sanitaris de Chubut y RíoNegro están movilizadas. Tampoco que la cifra de afectados ayer llegó a 26. "Dejé de escuchar la radio, me pone muy mal porque la provincia no deja de decir que vinieron, que hay prevención, que hay barrera, que hay de todo y es mentira, ¿usted vió algo en el pueblo parecido a un control? No", subraya.
Las risas necesarias se han ido por unos segundos. Grabila recoge sus lágrimas con un pañuelo blanco. ¿Están ellos contagiados? "No creo, qué sé yo, nadie vino a pedirme un examen", aclara el abuelo.
Nota extraída de Clarín.