¿Hacia una democracia sin Justicia?
* Por Ricardo Roa. Hacia el siglo tercero, el Califa Omar quemó la biblioteca de Alejandría. Se dice que allí había más de 500.000 obras, el capital cultural de su tiempo.
Nota extraída del diario Clarín
Hacia el siglo tercero, el Califa Omar quemó la biblioteca de Alejandría. Se dice que allí había más de 500.000 obras, el capital cultural de su tiempo. También, que justificó esa barbaridad así: "Si los libros que están ahí dicen lo mismo que el Corán no sirven de nada y si lo contradicen son peligrosos y hay que destruirlos".
Los fanáticos siempre encuentran razones para justificar lo que hacen, aún las peores cosas. Como los que hoy proponen desde el Gobierno arrasar con la Justicia bajo la falacia de democratizar la Justicia. En realidad buscan exactamente lo opuesto: convertir al Poder Judicial en otro apéndice del Ejecutivo, igual que ya lo es el Congreso que vota a libro cerrado cualquier cosa que la Rosada le manda.
¿Cómo puede llamársele democrática a una reforma que no fue discutida con nadie y a la que no se le puede cambiar ni siquiera una coma?
Así es como el kirchnerismo entiende la democracia, imponiendo su mayoría y sin aceptar la más mínima discusión.
El vamos por todo de Cristina Kirchner aparece brutalmente en al menos dos puntos: los cambios en el Consejo de la Magistratura que pone y saca jueces y los límites a las demandas contra el Estado.
El Consejo ya no precisará los dos tercios de sus miembros para esas decisiones: bastará con la mayoría simple. Si el Gobierno la consigue, tendrá el control absoluto. Así, sin tener que consensuar con la minoría serán completadas las más de 200 vacantes en la Justicia federal y nacional. Y con igual discrecionalidad podrá castigar y remover a jueces.
A la vez, la reforma blindará el control judicial de los actos de Gobierno. Las medidas cautelares tendrán vencimiento y la gente quedará más desprotegida ante acciones u omisiones del Estado. Estos son los objetivos centrales de la reforma.
En campaña contra lo que llama corporación judicial, la Presidenta se quejó el jueves de que ningún juez declarara inconstitucional un decreto que discriminaba a las trabajadoras domésticas. No era necesario que ninguno de ellos lo hiciera: alcanzaba con una ley como la que ahora ella promulgó.
Recién después de diez años de kirchnerismo.
Rústico como siempre, el senador oficialista Fuentes fue a la vez más sincero: "La Corte tiene prestigio por la manera en que ha sido elegida pero todavía no la ha avalado con actos concretos", le dijo a La Nación. Este es el verdadero trasfondo: el problema del Gobierno con la Corte que él mismo designó. Se quejaban de la mayoría automática de Menem, ahora quieren una Justicia automática a favor.
Esto es lo que explica la movida, la más riesgosa para la democracia desde que fue restablecida en el 83 porque fulmina un poder de control básico sobre las decisiones del Gobierno. Puesto de otro modo, es querer curarse en salud para asegurarse impunidad.