"Hacer personajes jugados es un verdadero desafío"
A los 33 años, es uno de los actores de la nueva generación y ahora protagoniza El elegido. De novio desde hace un año y medio, habla de su lcha interna entre seguir creciendo en su profesión o volcar sus energías a la paternidad.
A Ludovico Di Santo (33) el papel de joven rebelde le sienta bien. Al menos eso insinúa frente a la cámara. Aunque debutó en la pantalla chica en 2002 como galán adolescente en la tira "Frecuencia ´04", rápidamente se alejó de ese perfil para interpretar personajes con un "lado b" a flor de piel: desde la pareja gay de Walter Quiroz en "El tiempo no para" hasta su reciente Octavio Linares Calvo, uno de los abogados de El elegido –la serie de Telefe-, proclive a los excesos y cuyo pecado capital es la lujuria. "Hacer personajes jugados es un verdadero desafío, pero fue lo que me ayudó a mostrar una faceta poco común, me abrió puertas y me permitió crecer en el medio", comenta el actor que está de novio con Jimena, una ex compañera de teatro, desde hace un año y medio.
¿Elegís los papeles arriesgados o es el perfil con el que te identifican los productores?
En parte los elijo y un poco es lo que me toca en suerte. Son personajes más divertidos e interesantes para hacer que el del típico héroe. Es muy seductor bucear en la contradicción y las inseguridades de estos hombres; te permite conocer lugares del ser humano a los que uno no va porque no se le permite o porque simplemente les son ajenos.
¿Haciéndolos descubrís aspectos tuyos que desconocías?
En algún punto sí, pero lo hago jugando. Uno de mis maestros de teatro decía que para ser un buen actor uno tiene que pagar un alto precio, porque la profesión no es algo liviano; y, por otro lado, ninguna emoción humana nos es ajena. Yo indago en esos aspectos más oscuros de los personajes que hago porque en algún punto están en mí. Pero a diferencia de la ficción, tengo un balance de emociones.
Tu personajes en El elegido es un abogado lujurioso. ¿Cuál sería tu pecado capital fuera de la ficción?
Soy culpable de todos ellos. Aunque cometo más algunos que otros. Mi pecado capital sería la gula. Pero la combato bastante: entreno todos los días una hora y trato de ser ordenado con las comidas.
¿En qué te parecés a Octavio?
Lo que más me siento identificado con Octavio es que a los dos nos gusta divertirnos. Es un tipo que, por sobre todas las cosas, la quiere pasar ben, aunque a su alrededor esté todo mal; no le gusta sufrir...y a mí tampoco.
¿Compartís su rebeldía?
Ya no, soy un hombre grande. Pero en algún momento fui un chico difícil, porque una cuota de rebeldía es buena para la salud. Estudiar teatro fue el gran acto de rebelión en mi vida.
¿Te ayudó la fama con las mujeres?
A mi novia Jimena la conocí mucho antes de empezar a trabajar en televisión, cuando los dos hacíamos teatro, así que el mérito de la conquista es sólo mío. Pero es cierto que la exposición que te da la cámara ayuda: el 50% del trabajo ya está hecho. Y en mi época de soltería saqué provecho.