Hacen falta estructuras que faciliten y estimulen el uso de bicicletas en la Ciudad
La necesidad de crear en la ciudad estructuras que faciliten y estimulen el uso de bicicletas, puesto que por diversas razones, sean económicas o de salud, están ganando día a día las calles, se está imponiendo desde hace ya muchos años, aun cuando esa tendencia creciente no encuentra respuestas acordes en el diagrama urbano.
Y si algunos esfuerzos han existido, fueron las inacciones y las demoras -como por caso, en el tendido efectivo y no parcial de bicisendas- las que más vienen gravitando en esta cuestión.
Una nota publicada recientemente en este diario reflejó detalles ofrecidos por dueños de bicicleterías y por usuarios, demostrativos de que el uso de este medio de transporte está en aumento, por la mayor compra de nuevos rodados y por el acondicionamiento de los usados. Y aunque no es exclusivo de ninguna edad o sector social determinado, el uso de la bicicleta sigue siendo una costumbre que predomina entre los jóvenes, ya sea para ir al colegio, a la facultad, al club o simplemente para visitar a los amigos.
Sin embargo, resulta unánime la opinión de que el cada vez más intenso tránsito de automotores es uno de los mayores desafíos que enfrentan los ciclistas al salir a la calle. Si bien éstos afirman que muchas veces son encerrados por los automotores, sin que tampoco se los respete en los cruces, no son pocos los automovilistas que se quejan por la forma temeraria o indisciplinada con que se desplazan las bicicletas.
Está claro que la mayor utilización de bicicletas en la ciudad contrasta con el casi explosivo crecimiento del parque automotor, conformándose así dos fenómenos que parecen ser excluyentes, uno del otro. Sin embargo, debieran encontrarse fórmulas que resuelvan esa difícil y peligrosa convivencia.
Correspondería reseñar que las crónicas de hace tres y cuatro décadas, publicadas por este diario, comenzaron a mostrar diversos proyectos impulsados en la órbita municipal que anunciaban el tendido de bicisendas en el casco urbano, en lo que significaba una primera aceptación y adecuación de las normativas locales a las que existían en muchos otros países.
A su vez, en los últimos tiempos se plantearon nuevas iniciativas por parte de distintas entidades vecinales, tanto en La Plata como en Ensenada, impulsadas por empleados, estudiantes o inclusive jubilados que utilizan diariamente la bicicleta para trasladarse por distintos puntos de ambas ciudades. En ambos casos se reclamaron bicisendas y ciclovías que les permitieran un desplazamiento más seguro que el que ofrecen hoy las calles, virtualmente monopolizadas por el tránsito automotor.
En esta columna se ha hecho muchas veces referencia a las enormes ventajas que ofrece la bicicleta sobre otras formas de transporte urbano. Se ha señalado que es más rápida que el auto en cortas distancias, no produce gases del efecto invernadero, no genera polución y es buena para la salud. Estos beneficios han sido seguramente advertidos en muchos países del mundo, que han enhebrado una legislación comprensiva del fenómeno. En el nuestro, para que esa cultura ciclística encuentre sustento, sigue haciendo falta que el Estado cree la infraestructura y los estímulos necesarios.