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Hacen falta dos partidos

El país requiere un partido de gobierno que no sea una mera dependencia del Estado y un partido o coalición de la oposición articulada con coherencia en torno de ideas y programas afines.

El "bipartidismo imperfecto" es una figura de la política contemporánea que se ha extendido a la mayoría de los países democráticos del mundo, rompiendo o al menos alterando esquemas tradicionales.

Sociólogos y analistas políticos designan con este nombre la emergencia de fuerzas que pueden llegar a competir e incluso desplazar a los dos partidos que se alternan en el gobierno, en general conservadores o liberales o de centroderecha y centroizquierda. Un caso típico es el de Alemania, donde dos grandes partidos, como el socialdemócrata y el demócrata cristiano, deben coexistir con los verdes o los neocomunistas.

También en Gran Bretaña apareció hace unas décadas un tercer partido, que en algunas elecciones llegó a corta distancia de los dos grandes, conservadores y laboristas: el Partido Liberal Demócrata. En España, los dos grandes partidos son los socialistas y los populares, aunque existe una tercera fuerza, como Izquierda Unida, y dos grandes partidos regionales: los nacionalistas vascos y Convergencia y Unión, de Cataluña.

En Italia, la situación es distinta porque hace dos décadas se derrumbó el sistema político surgido después de la Segunda Guerra Mundial y fue reemplazado por dos grandes coaliciones: una de centroderecha y otra de centroizquierda.

Puede decirse que el único país donde existe un sistema bipartidista puro es Estados Unidos, donde demócratas y republicanos se suceden en el poder desde hace más de un siglo y medio.
Pero, pese a la suerte variada del "bipartidismo imperfecto", todos coinciden en que, para que un sistema político funcione con normalidad, tiene que haber una fuerza de gobierno y otra de oposición. Y en la Argentina no existe un partido de gobierno en sentido estricto, ya que el Frente para la Victoria es un soporte electoral creado en torno a la figura presidencial y dependiente del Estado nacional, como que la mayor parte de sus candidatos fueron designados en la Casa Rosada y no en una convención partidaria.

En cuanto a la oposición, está todo dicho. En nuestro país no hay oposición sino una multiplicidad de fuerzas, que llevaron seis candidatos a las recientes elecciones presidenciales. Durante ese proceso, no hubo un intento serio de unificar a los partidos opositores más afines tras una sola candidatura, que reconociera un programa de gobierno común. Si así hubiera sido, la distancia entre oficialismo y oposición habría sido menor, más razonable.

La Argentina necesita de ambas cosas: de un partido de gobierno, que no sea una mera dependencia del Estado, y de una oposición que sepa articularse –entre los partidos política e ideológicamente más afines y con similares plataformas de gobierno–, sea en la forma de una coalición o al menos de una acción concertada y coherente en el Congreso nacional, las legislaturas provinciales y demás instancias de la política.