Glenn Close se viste de varón y gana otro premio
*Por Fernando López. Albert Nobbs no es un personaje más en la extensa galería de los que Glenn Close ha interpretado en cine, teatro o televisión.
Por lo pronto, es uno por el que ya fue aplaudida en escena hace casi 30 años y le dio el Obie a la mejor actriz (premio con el que el periódico The Village Voice distingue a los espectáculos del off Broadway) y que, después de mucho batallar, ha logrado llevar a la pantalla. Tan especial resulta para ella que la condujo a debutar como productora del film rodado en Dublín y también se ocupó de adaptar -en colaboración con John Banville- el cuento del irlandés George Moore del que procede el personaje. ¿Por qué tanto interés? Quizá porque es un papel que está lejos de los que le dieron popularidad internacional: mujeres fascinantes y perversas como la intrigante marquesa de Relaciones peligrosas ; villanas como esa Cruella De Vil, loca por las pieles de 101 dálmatas, o peligrosísimas como la femme fatale que perseguía, cuchillo en mano, al galán que de aventura pasajera se le había convertido en obsesión, tal como se la recuerda en Atracción fatal.
Tan lejos está de esos especímenes que aparece travestida como un elegante mayordomo británico, íntegramente de negro, con excepción del blanco y rígido cuello alto y el pelo rojizo de la nuca que apenas asoma debajo del sombrero. No es el capricho de una dama extravagante, sino el último recurso de una mujer sin marido ni familia ni trabajo que, para escapar de un destino de pobreza y soledad en la Irlanda del siglo XIX, ha debido vestir y comportarse como un hombre para conseguir trabajo en un hotel. Es, para todos, Albert Nobbs, el tímido criado que guarda un pesado secreto y, aunque no tarda en advertir que se ha encarcelado en su propia prisión, todavía sueña con que alguna vez pueda vivir una vida normal.
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Parecerá demasiado temprano ya que el film, titulado Albert Nobbs y dirigido por Rodrigo García, tendrá su estreno mundial en el Festival de Toronto, que comienza pasado mañana, pero ya hay quienes conjeturan que este comprometido papel bien podría conducirla a una nueva candidatura al Oscar, y quizás a obtener, por fin, la estatuilla que tantas veces se le negó.
Close, nacida en 1947 en una familia de clase media alta de Greenwich, Connecticut, que la integró desde chica al grupo cristiano Moral Rearmament, sólo empezó a desarrollar su vocación a los 22 años, cuando se apartó de esa institución e ingresó en la universidad.
Apenas puso un pie en el cine -a los 35 años, después de casi una década de labor teatral-, mereció la primera nominación por el papel de madre de Robin Williams en El mundo según Garp (George Roy Hill, 1982) y otras dos con las películas que rodó a continuación, Reencuentro (Lawrence Kasdan, 1983) y El mejor (Barry Levinson, 1984), todas como actriz de reparto. Con Atracción fatal y Relaciones peligrosas, llegó hasta la nominación como protagonista, pero por mucho que ya se la considerara una de las más grandes actrices de su generación, los personajes no ayudaron mucho y los Oscar fueron a parar a otras manos: a las de Cher ( Hechizo de L una) y Jodie Foster ( Acusados ).
No es un asunto que la preocupe: ella es feliz alternando la TV y el teatro con el cine, al que se ha dedicado bastante menos en los últimos años. Y le sobran premios: tres Tony, tres Emmy, dos Globos de Oro y ahora uno nuevo: el Donostia, que reconoce su brillante trayectoria, y que recibirá dentro de unos días en el Festival de San Sebastián, donde también se la verá sufrir en silencio bajo la figura elegante y la irreprochable compostura de un mayordomo de hotel.