Giles
*Por Hugo Caligaris. A los porteños nos gusta que la Presidenta hable en lunfardo, porque somos hijos de la ciudad del tango. "Nunca me gustó ser gil en la vida", la frase de Cristina muy bien podría haber sido el comienzo de las memorias de Tita Merello.
A ella tampoco le caían muy bien las giladas, excepto cuando eran medios en manos de astutos genios de la simulación para lograr un fin, como se describe en "Pipistrela": "Es mejor pasar por gila si una es viva de verdad", canta Tita, al explicar cómo se valía de su apariencia sonsa para robarle melones al itálico frutero de la esquina.
Las letras de tangos están llenas de referencias a los giles. Discépolo le dio a la palabrita su aspecto más peyorativo en "Cambalache": "El que no llora no mama y el que no afana es un gil". Y Froilán Francisco Gorrindo, en 1937, se planteó el tema de la "gilitud" como un problema de alta sociología, en "Las cuarenta": "Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran, y si la murga se ríe, uno se debe reír. No pensar ni equivocado para qué, si igual se vive, y además corrés el riesgo de que te bauticen gil".
Si seremos giles los porteños... Discépolo no tuvo ningún problema en admitirlo. "Fui un gil porque creí que allí inventé el honor. Un gil que alzó un tomate y lo creyó una flor", dijo en "Fangal".
En "Sin balurdo" (1950), Carlos Bahr hace del caso una cuestión de honor: "La vida, como a grela rechiflada, no hay manera de domarla más que a punta de rigor. No voy con acomodos ni ventajas. Soy muy lerdo en el provecho y ligero en las gauchadas. Y sé pedir perdón si me equivoco, aunque sea con un coso propiamente gilastrún".
Pero el mejor es el de la inolvidable María Elena: "Gilito del Barrio Norte, que la vas de inconformista y te conformás con ser flor de burgués, mariscal de la violencia mientras vos no la ligués...", dice la letra. Qué contemporaneidad, ¿no creen?