Gestión
Por Jorge Gadano* En mi modesta opinión, seguramente compartida por muchos habitantes de la capital neuquina, "Pechi" Quiroga ha sido el mejor intendente de esta ciudad, como tal vez lo haya sido Carlos Soria en General Roca.
Uno antes y otro después reflejan la importancia de lo que se llama "la gestión", con lo cual se quiere significar que lo que vale es hacer. Es lo que planteó en su campaña para la intendencia neuquina Mariano Mansilla, tercero en la disputa que ganó Quiroga, cuya ventaja fue mostrar lo que ya había hecho. Nada hay, sin embargo, de original en darle importancia a la gestión: Juan Perón, después de la llamada "Década Infame", levantó una bandera de campaña que decía "mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar", con lo cual no hizo más que traducir aquello de "hechos, no palabras". Esa fue su política, bien que de hechos "y" palabras, desde que inició su campaña en la Secretaría de Trabajo y Previsión del régimen militar que se adueñó del poder el 4 de junio de 1943. Después de esa "gestión" se impuso en las elecciones de 1946, con un partido ad-hoc, a todos los tradicionales juntos (tal cual, fíjense, lo hizo Cristina ahora con su Frente para la Victoria, donde el justicialismo pesa pero, me atrevo a decir, no tanto como el cristinismo).
En la entrevista que le hizo este diario después de su resonante –en los oídos de José Brillo, sobre todo– triunfo, Quiroga se ocupó de mostrar su alma piadosa, al decir que en su corazón no existen los sentimientos de odio. "...No soy la expresión del rencor, del odio, del resentimiento...", dijo, después de referirse a su ex secretario de Hacienda, el desleal Martín Farizano, como "el político con peor imagen de la ciudad". Había dicho de él, en enero del 2008, que iba a ser "un gran intendente". Ésas sí que son palabras, tan fuertes como los hechos.
Del peso político de la gestión de Quiroga hablan tanto la gestión misma como sus vaivenes políticos posteriores, primero alineado en el kirchnerismo junto a Julio Cobos y nombrado subsecretario de Relaciones Internacionales en la cancillería, y luego desalineado (¿desaliñado?) cuando el hoy olvidado vicepresidente hundió a la resolución 125 con su tembloroso voto" no positivo".
¿Por qué, hay que explicarlo, hablan también los vaivenes? A mi entender, siempre modesto, ese fenómeno se debe a que Pechi puede, en política (y vaya uno a saber en cuántas cosas más) permitirse tanto vaivén sin que el curso y decurso hagan mella en su popularidad. Ahora, por ejemplo, se permite desdeñar a los partidos para decir que prefiere una comunicación directa con los vecinos, sin intermediarios (como Martín Lutero con Dios).
Las idas y venidas
En la línea de Jazmín Hortensio Quijano, fundador de una corriente radical que aportó algunos votos a Perón en 1946, Julio Cobos fue vicepresidente de Cristina Kirchner en el 2007. Con él ingresó al gobierno nacional Quiroga, como subsecretario de Relaciones Internacionales. A principios del 2008 se entusiasmó con la posibilidad de asociarse con Miguel Saiz para conducir a la UCR. "Algunos radicales y peronistas decidimos comprometernos juntos con la Nación"–, dijo. Unos meses después ratificó que la UCR neuquina estaba en la "concertación" con el kirchnerismo.
Hasta ahí, la ida. La vuelta, cuando ya el Comité Nacional del radicalismo (no el neuquino) lo había expulsado, se produjo con la ruptura de Cobos. Algunos radicales como, en esta región, Miguel Saiz y el neuquino Hugo Prieto, siguieron aliados al kirchnerismo como si nada. Pero Pechi se alineó en el rupturismo. A Prieto lo escrachó diciendo que era "un cuatro de copas".
En su paso por el interior del kirchnerismo, Quiroga, sagaz, advirtió –lo dijo ya afuera– que el pensamiento K "siempre construye sus percepciones desde el miedo, por eso es una estructura cerrada, asfixiante en su interior y hacia afuera".
Ahora, de nuevo en la intendencia –a la que había jurado no volver– Pechi, que tiempo atrás decía a quien lo quisiera escuchar de su deseo de ser candidato a gobernador en el 2011 (no pudo serlo por culpa de Farizano, que llegó primero a esa candidatura), vuelve a jurar ahora que no tiene ninguna intención de postularse para gobernador en el 2015. Modestamente, no le creo.
La ciudad de Neuquén viene siendo el lugar donde mueren los delfines, portadores de las esperanzas emepenistas de recuperarla. Segados como por un rayo, cayeron ante Quiroga, Manganaro primero y ahora, en un segundo intento, Brillo. En la política local, Quiroga se va pareciendo a un asesino serial.
Si la política de "puertas abiertas" de la que habló esta semana Carlos Kunkel incluye a Pechi –no hay por qué pensar que no será así–, su gobierno municipal podrá contar con alguna ayuda federal y su candidatura a gobernador con, por lo menos, un tolerante silencio. Sólo que, para atrapar al interior, no bastará con "la gestión". Del lado del MPN, Jorge Sapag, no podrá reelegirse y no se ve la posibilidad de que emerja alguien capaz de mantener el poder para un partido cargado de años y de achaques. Ése es mi modesto punto de vista.