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¿Funcionan las "revoluciones rosas"?

* Por Sandra Chaher. Desde Lisístrata las mujeres encarnamos los ‘buenos valores’ que las sociedades debe preservar para sobrevivir.Es un lugar inevitable en una sociedad patriarcal, pero no es un buen lugar.

En estos momentos Italia bulle en enojo hacia Silvio Berlusconi. Desde que estalló el último caso vinculado a abuso sexual de menores y prostitución que involucra al primer ministro –el "affaire Ruby"–, hirvieron los ánimos de quienes ya los tenían caldeados. Se multiplicaron las manifestaciones y marchas en muchas ciudades, las solicitadas y pedidos de dimisión van como rayos por los medios de comunicación y la Web, y burbujea el debate social.

¿Qué se discute y quiénes discuten? A Berlusconi se le reprochan inadecuadas decisiones políticas, abuso de poder, conexiones con la mafia, y manejo inadecuado de sus roles de funcionario público y empresario; pero no es eso lo que desata un barullo nacional. El enojo comenzó a alumbrar cuando se hicieron públicas sus relaciones personales y sexuales con mujeres de todas las edades a las que compensa con dinero o puestos políticos. Se cuestiona que a través de un "modelo prostibulario" está sumiendo a Italia en la decadencia moral. Son los gestos y delitos de un primer ministro, pero es además un modelo social difundido a través de los canales de televisión (de su propiedad y los que controla a través del Estado), de los funcionarios que lo emulan y de los millones de italianos que lo admiran.

Italianos, y no italianas. Porque ¿quiénes lo cuestionan? El liderazgo de las manifestaciones pasadas y las que se están gestando está a cargo de mujeres. El reclamo público es "por la legalidad y la dignidad de las mujeres". El enojo viene de la utilización de las mujeres como objeto sexual e instrumento de placer, y a quienes se exige una subordinación total al varón. Dicen que Berlusconi transformó la belleza en un supravalor, ser fea hoy en Italia es el camino al fracaso. Se acabó la meritocracia para las mujeres y sólo se asciende por un buen uso del cuerpo.

Pero son fundamentalmente las mujeres quienes se quejan de esta cultura prostibularia amasada durante la última década. ¿Dónde están los varones? No se sabe. Hoy son convocados desde las páginas de los diarios de oposición: "Los varones que no pagaron a las mujeres, que no estuvieron con menores, que prefieren la calidad a la cantidad, que voluntariamente sumieron el riesgo de relaciones paritarias... ¡por favor digan algo!" (L’Unitá, 30 de enero). Pero ellos no aparecen.

¿Por qué? ¿Será porque en parte se ven representados por un varón viejo que exprime juventud de las mujeres jóvenes con las que yace y a las que somete? Hablo de sumisión, porque los feminicidios son la primera causa de muerte de las mujeres italianas y los "clásicos" de la violencia de género (discriminación, maltrato, abuso sexual, trata, prostitución) están a tope en Italia. Las feministas interpelan a sus congéneres llamándolas "a despertar", en un país que en los ’70 y ’80 avanzó enormemente en derechos hacia las mujeres.

Muchas de estas mujeres están rebelándose. Son las que ya salieron a las calles con pañuelos y atuendos blancos en señal de protesta a fines de enero, y las que se multiplican en la Web con llamados para seguir manifestándose. Pero ¿pueden y deben hacerlo solas? Es cierto que son las más afectadas, pero ¿por qué somos las mujeres la reserva moral de las sociedades? ¿Las que en muchos casos lideramos las revoluciones "de los valores"? ¿Por qué nos toca es rol en el reparto de atributos de género?

En Italia no sucede algo novedoso. Desde Lisístrata las mujeres encarnamos los "buenos valores" que las sociedades deben preservar para sobrevivir. Pero si bien es un lugar inevitable en una sociedad patriarcal, no es un buen lugar. Los cambios se gestan entre todas las personas, codo a codo, las diferentes identidades de género, de clase, de raza. Sino quizá no generen transformaciones importantes.

¿De qué serviría que Berlusconi dimitiera si la mayoría de los italianos añorara al varón sagrado? Si las mujeres salen a la calle a protestar, pero los varones se juntan en los bares a fantasear con las noches del Arcore (la zona de Milán donde Berlusconi tiene la casa en la que organiza fiestas sexuales), o en los hogares se sintonizan los canales con mujeres semidesnudas manoseadas y vilipendiadas por los conductores, ¿serviría de algo el cambio? Puede irse Berlusconi, pero el proyecto cultural y político que promueve no caería. La parodia de amante latino que encarna probablemente tenga mucho que ver con la idiosincrasia de los varones de la península.

Las sociedades paritarias, en la que sean respetados y valorados los aportes y cualidades de las identidades de género diversas que las componen, necesitan de todas las personas. ¿A quiénes le piden respeto por su dignidad las mujeres italianas? A la sociedad completa, integrada por un 50% de varones. Y  a la mayoría de estos que lideran los espacios de poder. Con su compromiso, quizás en Italia deje de hablarse de "revolución rosa" y en cambio se invoque el hartazgo de la sociedad con un modelo cultural demasiado emparentado con la decadencia del Imperio Romano