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Freytes: "Tengo un costado masculino"

*Por Florencia Canale. Es la columnista "cheta" de RSM, y además publicó un libro. Cuenta cómo llegó a sentarse junto a Mariana Fabbiani y analiza los pros y contras de la fama.

Llega apurada, como la mayoría de las mujeres que trabajan, y además tiene marido e hijos. María Freytes es el claro ejemplo de la fémina siglo XXI, con cientos de actividades. Pero la más conocida es su participación activa en RSM, como panelista simpática y paqueta.

–Usted tenía otro trabajo antes de ser columnista. ¿Cómo fue el pasaje del marketing a la televisión?

–Y sí, yo era una mujer de negocios. Es un costado que igual tengo. Pienso que debería aplicarlo en mí. Marketinearme como un producto, porque la tele es eso. Lo que más paga en la televisión es un producto auténtico. El salto fue raro, aunque creo que siempre tuve un costado disparatado.

–¿Era fácil trabajar en una consultora?

–Sí, pero siempre de manera independiente. Facturaba empresas, hacía consultoría comercial, lo que yo quería hacer. También trabajé en Telefé, pero en la parte de nuevos negocios. Por ejemplo, cómo maximizar un programa, los negocios que podían sumarse.

–Entonces usted era la creadora del álbum, muñequita y afines.

–(Risas) Exactamente. El negocio, no lo artístico; digamos lo más crudo. Y lo redisfrutaba.

–Hablamos de negocios, de una veta masculina.

–Tengo un costado supermasculino. No sé si la seguridad está asociada a lo masculino, pero me siento segura y sólida. Confío en mi cerebro, en mi capacidad.

–¿Y cómo apareció Portal en su vida?

–Él está casado con la hija de la mujer de mi padre. Pero yo había colgado los guantes en lo que era teatro, guión y cine. Había estudiado pero lo tenía abandonado en el olvido; era como un hobby que tenía postergado. Ni siquiera Gastón sabía que yo lo había hecho en un momento. Hasta que Belén, mi hermanastra, me dijo que necesitaban otra chica y que yo redaba. Ella le dijo a Gastón que mi vocación frustrada eran las tablas y parece que a partir de ahí, él me empezó a observar. Pero siempre se mantuvo al margen, me hizo llamar por alguien e hice un casting. Cuando vos vas, con treinta y pico de pirulos, dos hijos, no tenés los nervios adolescentes. No era de vida o muerte, yo tenía la vida clara, en otro lado, con familia constituida, hijos, trabajo. Ahí te das cuenta de que se puede vivir feliz de muchas formas. No hay una sola cosa que te da la felicidad. Entonces me jugué más relajada. Pasé las pruebas hasta que llegué a la gran prueba con Mariana (Fabbiani). Ella era quien te aprobaba o no.

–¿Ella es la que baja el pulgar?

–Es su programa y se tiene que relacionar con la gente con la que trabaja. Ella tiene mucha injerencia y sabe mucho. Me acuerdo que cuando me fui, ella me tranquilizó y me dijo que estaba todo muy bien.

–¿Qué hicieron?

–Conversamos, fue todo improvisado. No tuve nervios, fui con esa filosofía relajada. Me daba cuenta de que era mi último tren.

–¿Su marido qué opinó? Él se casó con una mujer de negocios...

–Eso me daba un poco de nervios. ¿Y si ahora me convertía en la chica de las tablas y me ponía el conchero? (risas). Yo le había avisado y estaba todo bien. Él sabe con quién está, que tengo una chispa que podía no prenderse nunca, o sí; pero que era altamente inflamable. Sabía de entrada, no lo sorprendí. Claramente hubo un cambio pero él rescata que me ve feliz. Era más un mambo mío que otra cosa.

–¿Usted tenía prejuicios con la televisión?

–No, soy bastante inconsciente. Las decisiones grandes no las pienso. A cierta edad confiás en tus decisiones.

–¿Participa del show business?

–No, entro y salgo. Pienso que pongo en riesgo muchas cosas. Voy entrando de a poco. Jugar tibio, prefiero así.

–Ttiene hijos chicos, ¿ellos qué opinan?

–Tienen 6 y 3 años. No se habla de mi trabajo en casa. No se pone por encima de nada.

–Además, publicó un libro el año pasado.

–Sí, Fatigadas. La editorial me llamó a raíz de mi lugar en el programa. Yo hacía mis columnas para mujeres desbordadas, en crisis permanente, con consejo al final, y funcionó. Me llamó una editora de Planeta y me propuso el libro.

–¿Le dio otra responsabilidad?

–Una responsabilidad enorme y ahí me di cuenta de la llegada. Hicimos una tirada de cuatro mil ejemplares y se agotó. También sentí que era una oportunidad para bajar contenidos que uno tiene en la cabeza y que pueden ser buenos. Como el tema del rating como sinónimo de éxito. Estamos todos regidos por golpes de efecto. ¿Y eso es exitoso? Muchas veces siento que la gente va a mil y no se detiene a tocar temas más importantes. Se exponen como verdades absolutas dadas y cuando las analizás, tienen mil agujeros. También me hubiera gustado mucho escribir sobre el tener un hijo discapacitado. Siento que vivimos en una sociedad discapacitada para recibir un niño con una capacidad diferente. Me involucré mucho con el tema.

–¿Por qué?

–Siempre me movilizó mucho y en mi segundo embarazo me hice un análisis para saber cómo estaba el bebé. Ni sabía lo que me estaba haciendo.

–¿Y por qué se lo hizo?

–Porque mi médico no estaba y el que tomó su lugar me lo pidió. Me lo mandó a hacer diciendo lo de los riesgos de una manera descarnada. A partir de ahí me puse en la piel de alguien que pudiera tener un hijo Down. Cuando nació mi hijo Borja, después de todas las cosas por las que pasé, no pude creer tener un hijo sano. Ahí sentí  lo que tenía que ver con la mirada de los otros.