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Florencia Kirchner, del bajo perfil al rol político

En Medio Oriente, la hija de la Presidente ocupó un espacio reservado para funcionarios y comenzó a tener una influencia hasta entonces inédita.

Florencia Kirchner se convirtió, de repente, en una inesperada protagonista política. En el segundo viaje al exterior de la Presidente tras la muerte de su esposo, su hija comenzó a tener, como nunca antes, una influencia hasta entonces inédita.

En la última gira en Medio Oriente, la joven, de 20 años, sobresalió sorpresivamente: no sólo participó de cada una de las cenas de gala y las tardes de turismo con su madre, sino que también se posicionó como una suerte de embajadora cultural virtual del país. Una tarea que, además, el gobierno nacional se concentró especialmente en difundir, según informa el diario La Nación.

"Tenemos que lograr acuerdos para que se puedan emitir [películas argentinas] en Qatar", le pidió Florencia Kirchner la sheikha Al Mayassa, hija del emir de Qatar, en su primera reunión, a solas, de la gira.

Ese primer encuentro sorprendió a todos en la comitiva. No había sido informado a la delegación ni a los periodistas que cubrían el viaje. Fue la primera vez que la hija de la Presidente encabezó un encuentro dirigencial y como representante de la Argentina.

Nunca antes Florencia había tenido papel político alguno. Sólo una vez había acompañado a la Presidenta en un viaje internacional, por los países del norte de Africa. En aquella oportunidad sólo había hecho turismo. Ahora, sin embargo, su rol ha cambiado drásticamente.

Hasta el fallecimiento de Néstor Kirchner, Florencia había tenido un papel político menor. El año pasado se había mudado en estricta reserva a Nueva York, para estudiar cine en el Film Academy . Sus padres la habían visitado por última vez en septiembre, en un alto de la asamblea general de la ONU.

Cuando murió su padre, ya no volvió a los Estados Unidos. Prefirió quedarse en la Argentina, con su madre. Ahora levantó, por primera vez, su habitual bajo perfil inesperadamente.

En Medio Oriente, la agencia de noticias Télam presentó sus actividades con el rango de política de Estado. Fue ubicada en un lugar privilegiado en las actividades oficiales, incluso con el mismo peso que el ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Timerman.

Mientras la Presidente tenía reuniones económicas, en Turquía su hija repitió sus encuentros a solas, como había ocurrido en Qatar.

Recorrió la ciudad junto a Sumeyye Erdogan, hija del primer ministro. Cristina Kirchner se lo había pedido especialmente al mandatario turco.

Después, la joven se sumó a una recorrida turística con su madre por el casco viejo de Estambul, las dos solas, acompañadas solamente de la custodia de la delegación.

Sólo durante la presidencia de Carlos Menem, la hija de un presidente había tenido un protagonismo comparable.

En aquella época, Zalemita Menem viajaba con su padre en cada gira internacional y oficiaba de primera dama de un padre divorciado. Uno de los puntos altos de esa exposición pública fue la visita oficial de Menem a Inglaterra, en 1998, la primera de un mandatario argentino tras la Guerra de Malvinas. Pero nunca tuvo agenda oficial propia. Alguna vez aprovechó algún viaje para terciar en algún negocio económico especial de interés privado. Pero se distanciaba de la política.

El nuevo espacio protagónico cedido especialmente a Florencia Kirchner tiene un matiz diferente, incluso, que dista bastante de las obsesiones de su hermano mayor, Máximo.

El hijo mayor de los Kirchner, decidido a mantener el perfil bajo y con un grado influencia sólo de carácter íntimo, lejos de los flashes, seguirá en Sana Cruz, a cargo, como desde hace años, de cuidar con esmero y especial atención los negocios familiares.