Festejamos la democracia
Quisiera expresar en estas líneas mis ideas y las del partido al que pertenezco, la Coalición Cívica-ARI, en relación a los dichos de Jorge Dolce, publicados en este diario. Allí se preguntaba qué festejan de la boleta única.
Yo respondo: festejamos la democracia. Festejamos que en la provincia de Santa Fe haya cada vez menos lugar para los que quieren hacer de la política una actividad en beneficio propio, para los manipuladores, para los tramposos. Festejamos la posibilidad de que todos los partidos, los grandes y los pequeños, podamos poner a disposición del electorado nuestra propuesta, sin riesgo de que nuestras boletas desaparezcan de los cuartos oscuros, o de que algún vivo ponga una lista o un candidato con el mismo nombre. Festejamos que en nuestra provincia los ciudadanos seamos cada vez más libres para ejercer nuestro derecho a elegir y ser elegidos, sin presiones, sin bolsones, sin cadenas.
Es por ello que Santa Fe está lejos de ser una rata de laboratorio como se propuso. Así son las innovaciones.
Raros y peligrosos experimentos para algunos, que preferirían que nada cambiara nunca, mientras que otros las entienden como avances, como pequeños pero firmes pasos, con aciertos y errores, que es preciso dar si queremos hacer valer nuestro compromiso con el fortalecimiento de la República.
Con cierto oportunismo, se acusa a la boleta única de condenar a la política al vaciamiento de su contenido ético e ideológico, y se habla con indignación acerca de la personalización y la banalización de la política, como si estos fenómenos tuvieran su origen en la implementación del nuevo sistema electoral.
Si la boleta única es una herramienta, un instrumento ni bueno ni malo en sí mismo, aquella asociación entre boleta única y los vicios del marketing político no sólo es una metáfora simplificadora, sino también malintencionada. En este sentido, habría que hacer un poco de memoria, y recordar que sin boleta única tuvimos como representantes a famosos personajes, deportistas, artistas y millonarios, elegidos lejos de cualquier criterio de idoneidad política. Y esto no es un defecto del sistema electoral, sino un síntoma de la crisis de representación política que sufre nuestra sociedad. Ese es el verdadero problema de fondo que tratamos de modificar, con más y mejor política. Por ello, reivindicamos la boleta única para solucionar muchos problemas que bastardean la militancia y el compromiso cívico.
Pasamos entonces al punto en que estamos de acuerdo. Nuestra democracia nos exige el fortalecimiento de los partidos políticos, como pilares del sistema republicano y representativo, como portadores de las demandas ciudadanas, como principio constitutivo de todo frente o alianza electoral. Y aceptamos el convite de seguir debatiendo, sobre la necesidad de democratización al interior de los partidos, sobre los mecanismos de selección de candidatos, sobre los mecanismos de control, sobre los canales de financiamiento. En este sentido, creemos que la contracara del antiguo bipartidismo no necesariamente es la atomización de los partidos, sino que vemos en este proceso la oportunidad para que nuevas y diversas fuerzas cobren protagonismo. Fortalecer la democracia ha de implicar sumar nuevas voces, jóvenes voces. Será un buen punto de partida para el impostergable desafío de reconstruir los lazos de representación y la confianza en las instituciones.