Federalismo, versión santacruceña
* Por Ricardo Kirschbaum. No hay peor astilla que la del mismo palo. Daniel Peralta, el gobernador de Santa Cruz, lo sabe muy bien.
Nota extraída del diario Clarín
No hay peor astilla que la del mismo palo. Daniel Peralta, el gobernador de Santa Cruz, lo sabe muy bien. Está en la mira del poder central. Es el tercer gobernador desde que los Kirchner se mudaron del frío del sur a la Casa Rosada. Y, si las cosas siguen así, puede ser la tercera víctima, siguiendo los pasos de Sergio Acevedo y Carlos Sancho.
El balance de la gestión de Peralta es mala, por ser suaves. Desde que los famosos fondos de Santa Cruz, que se formaron con la privatización de YPF, se gastaron (eso es lo que se dijo oficialmente), la provincia quedó a merced de la dádiva del poder central. Esa es la relación que sufren muchos gobernadores, un método diseñado para disciplinarlos y que Cristina llama federalismo, sin ironía alguna.
Luego del discurso de anoche de la Presidenta, el gobernador sabe a qué atenerse. En el discurso no lo mencionó pero Cristina se lo dijo con todas las letras: háganse responsable de sus actos . Es cierto que alcanza a otros gobernadores, como el santafesino Bonfatti o el cordobés De la Sota, entre otros.
Pero fundamentalmente este largo monólogo fue en respuesta a las declaraciones de Peralta denunciando que el kirchnerismo quería sacarlo del gobierno provincial mediante un complot.
Desde que se plantó una turbina del avión presidencial y se informó sobre lo que había ocurrido en el aeropuerto de Santa Cruz, desde la Casa Rosada se acusó al gobernador de ordenar tareas de "espionaje" contra la Presidenta.
Sergio Berni, la nueva estrella del firmamento kirchnerista, difundió un comunicado en el que, insólitamente , le ordenaba al gobernador que la policía provincial se abstuviera de actuar cuando la Presidenta esté en la provincia, pues su custodia está a cargo de fuerzas federales.
Los voceros oficiales que participaron de la operación de denuncia del "espionaje" no explicaron cuál era el objetivo de los espías provinciales.
Pero causó más sorpresa aún lo que dijo anoche Cristina sobre la autonomía de los mandatarios provinciales, comparándola con la de la que tiene la Presidenta.
Si es verdad que respeta las investiduras de los gobernadores, debería comenzar por amonestar a funcionarios de mediana categoría que los intiman como si fueran empleados de la Casa Rosada.
Peralta anunció que pagará los salarios este mes y mandó un proyecto a la Legislatura, que no controla, para endeudar a la provincia.
Como otros gobernadores, camina por la cuerda floja: la incorporación masiva de empleados públicos exige más y más a las arcas exhaustas. Peleado con el poder central y librado a su suerte, el gobernador santacruceño está en un brete muy complicado de romper. Dijo que seguirá hasta el final y que no será maricón, mostrando su elocuente vocabulario y su opinión sobre la igualdad de género .
No hay peor astilla que la del mismo palo. Daniel Peralta, el gobernador de Santa Cruz, lo sabe muy bien. Está en la mira del poder central. Es el tercer gobernador desde que los Kirchner se mudaron del frío del sur a la Casa Rosada. Y, si las cosas siguen así, puede ser la tercera víctima, siguiendo los pasos de Sergio Acevedo y Carlos Sancho.
El balance de la gestión de Peralta es mala, por ser suaves. Desde que los famosos fondos de Santa Cruz, que se formaron con la privatización de YPF, se gastaron (eso es lo que se dijo oficialmente), la provincia quedó a merced de la dádiva del poder central. Esa es la relación que sufren muchos gobernadores, un método diseñado para disciplinarlos y que Cristina llama federalismo, sin ironía alguna.
Luego del discurso de anoche de la Presidenta, el gobernador sabe a qué atenerse. En el discurso no lo mencionó pero Cristina se lo dijo con todas las letras: háganse responsable de sus actos . Es cierto que alcanza a otros gobernadores, como el santafesino Bonfatti o el cordobés De la Sota, entre otros.
Pero fundamentalmente este largo monólogo fue en respuesta a las declaraciones de Peralta denunciando que el kirchnerismo quería sacarlo del gobierno provincial mediante un complot.
Desde que se plantó una turbina del avión presidencial y se informó sobre lo que había ocurrido en el aeropuerto de Santa Cruz, desde la Casa Rosada se acusó al gobernador de ordenar tareas de "espionaje" contra la Presidenta.
Sergio Berni, la nueva estrella del firmamento kirchnerista, difundió un comunicado en el que, insólitamente , le ordenaba al gobernador que la policía provincial se abstuviera de actuar cuando la Presidenta esté en la provincia, pues su custodia está a cargo de fuerzas federales.
Los voceros oficiales que participaron de la operación de denuncia del "espionaje" no explicaron cuál era el objetivo de los espías provinciales.
Pero causó más sorpresa aún lo que dijo anoche Cristina sobre la autonomía de los mandatarios provinciales, comparándola con la de la que tiene la Presidenta.
Si es verdad que respeta las investiduras de los gobernadores, debería comenzar por amonestar a funcionarios de mediana categoría que los intiman como si fueran empleados de la Casa Rosada.
Peralta anunció que pagará los salarios este mes y mandó un proyecto a la Legislatura, que no controla, para endeudar a la provincia.
Como otros gobernadores, camina por la cuerda floja: la incorporación masiva de empleados públicos exige más y más a las arcas exhaustas. Peleado con el poder central y librado a su suerte, el gobernador santacruceño está en un brete muy complicado de romper. Dijo que seguirá hasta el final y que no será maricón, mostrando su elocuente vocabulario y su opinión sobre la igualdad de género .