Facundo Cabral, nadie mata por error
* Por Gonzalo Peltzer y Carlos Borgna. A dos escasas cuadras de mi antigua oficina de Buenos Aires queda el restaurante Dadá: un local chiquito y agradable, habitado siempre por gente con buena onda y pocos pero buenísimos platos para comer.
El restaurante es de un arquitecto, hippie viejo, especie ya en extinción porque los que fueron hippies en el 60 se nos van yendo, pero sin perder su aire pasota, hijo del Sai Baba y la Madre Teresa de Calcuta.
Hace unos meses me complicó el fin de semana un socio catalán con el que tenía que terminar un proyecto para un diario de Montevideo, así que nos pasamos sábado y domingo trabajando como si fueran miércoles y jueves. Lo bueno es que Dadá estaba abierto, así que a la hora de almorzar nos trasladamos allí con mi socio catalán y Bloody Mary, mi socia argentina, a comer algo rico y seguir trabajando pero de otro modo.
Sólo nuestra mesa estaba ocupada, la de al lado de la ventana que mira a la calle San Martín como el compartimiento de un vagón de tren de película. Después y de a poco empezaron a caer unos parroquianos habituales del almuerzo de los sábados. Ahí entendimos que Dadá atiende los sábados a los amigos del dueño, que así como llegaban se enfrascaban en una tertulia estruendosa. Por ser los únicos extraños nos fue imposible escapar de ese remolino.
Al poco de involucrarnos en su conversación llegó un señor mayor -mayor para nosotros- que se ayudaba con un bastón. El pelo entrecano y motudo se prolongaba en una buena barba medio gaucha medio rockera que enmarcaba su cara rematada por unas gafas oscuras y redondas a lo John Lennon. Como sus amigos lo cargaban por los achaques, nos explicó que se estaba recuperando de una operación complicada. No preguntamos más y seguimos la conversación que tenía que ver con la decoración de Dadá, muy dadaísta, claro. ·Ese mural es mío", nos dijo señalando con el bastón. "También canta, pero mal", nos explicó una señora para no dejar de cargarlo. El mural estaba firmado por Cabral.
Ahí nomás me puse a cantar bajito "no soy de aquí ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad, tralalá tararira tralará..." el estribillo mal sabido de su canción más conocida. Después -ahora- supe que era su apasionada y sufrida biografía. Facundo Cabral pasó las de Caín, pero se sobrepuso amando hasta a los que odió, como a su padre, a quien conoció recién cuando tenía 46 años. Fue mudo hasta los nueve; estuvo preso desde los 14; a los 17 se escapó de la cárcel; perdió a su mujer y a su hija a los 40... y le peleó a la muerte a brazo partido cada vez que se presentó.
Hasta el 9 de julio en Guatemala. Lo asesinaron unos sicarios que querían matar al que tenía que estar sentado en su lugar. Dicen que fue un error, como si fuera un acierto matar a nadie.
Gonzalo Peltzer
¿Dónde está el problema?
Ganó Macri y la primera actitud de muchos compañeros fue y es, "agarrársela" con la clase media, con cierto tipo de porteño que parece que abunda, y mucho en la ciudad autónoma.
El tema no es nuevo, ya lo conocemos. Desde aquel apoyo a Cámpora y Perón en 1973, hasta el respaldo explícito e implícito al golpe de Estado del 76, ninguneando en muchos casos a los hijos dilectos de esos mismos sectores medios y medios altos de la sociedad que eran secuestrados y asesinados, con lo del "por algo será" y todo lo que ya sabemos. Si pudieron hacer eso, ¿por qué - salvando las distancias- no pueden votar a una expresión concreta del neoliberalismo?
Pero no es este el fondo de la cuestión, ni deberíamos sorprendernos, como no tenemos que hacerlo tampoco, con los sectores poblacionales que expresan la antipolítica, o un rosario de antivalores, o son de derecha simplemente. También están en Santa Fe, Córdoba y en la Provincia de Buenos Aires para poner sólo tres lugares.
La segunda actitud, cuando ocurren hechos como los del domingo, es mirar para arriba para buscar culpables. Pero en este caso, ¿qué más queremos pedirle a la Compañera, que vaya al territorio a organizar a los vecinos?
La elección de legisladores y, fundamentalmente la de comuneros, permitió separar, en muchos aspectos, la paja del trigo. Es decir, no caer en generalizaciones o excusas como las del punto primero, sino empezar a desmenuzar, sector por sector, la elección en Buenos Aires.
Si se pierde en Recoleta o Palermo donde está el mayor ingreso per cápita de la ciudad que tiene el más alto nivel de la Argentina , es una secuencia lógica; en la segunda vuelta en 2007, Macri le ganó en Recoleta 80 a 20 a Filmus; pero ahora pudimos observar como en barrios o zonas donde hay una histórica concentración de sectores populares y/o peronistas también se perdió; o comunas en donde la votación superó en algunos puntos al promedio general del candidato a Jefe de Gobierno. ¿Es casualidad esto o hay que empezar a analizar otras razones?
Los sufragios obtenidos por cada lista de legisladores, ¿qué enseñanzas o reflexiones nos merecen?
El otro simplismo es recurrir al fundamento de los candidatos "que no enamoran", cayendo en la trampa que nos ponen ciertos periodistas, al encuadrar el tema diciendo: "... si Cristina mide tanto, ¿por qué el candidato tal no mide ni siquiera cerca?"
Partiendo de la base de que se pueden argumentar errores personales de uno o varios candidatos, o bien yerros en la estrategia de campaña; es posible que existan otros argumentos para analizar porque suceden algunas situaciones o porque lo hacen de una forma y no de otra.
Hay un sector de la sociedad argentina que está sosteniendo un contrato con el modelo de desarrollo nacional impulsado y conducido por la Presidente. El contrato es con ella (con las fortalezas y debilidades que sobre esto se puede inferir), con una concepción sobre el rol del Estado y de las políticas que del mismo se desprenden.
El consenso por la Presidente no es transferible inmediatamente a uno o varios de sus candidatos y candidatas. Es más, en algunos lugares y para algunas situaciones, mucha gente que no es ni kirchnerista ni de centro izquierda, explicita su voto a Cristina, pero no a sus referencias provinciales o locales (no las necesita para formalizar ese apoyo). Son los que votan con el bolsillo, por ejemplo.
Esto no ocurre sólo en la capital de la Argentina, está sucediendo en muchas otras provincias y es bueno que asumamos que estamos enfrentándonos a esta situación en lugar de creer que hay corrimientos y adhesiones simultáneas; y cuando ellas no se expresan electoralmente empezamos a criticar a propios y extraños. La experiencia indica que una de las formas de achicar esa brecha es con organización. Está en la esencia del peronismo y de cualquier fuerza política que pretenda comenzar a disputar espacios de poder. Realmente, ¿se ha estado construyendo organización, o las referencias existentes, sólo se preocupan por generar actos u acciones, para luego plantear lugares en las listas?
¿Esta es la práctica que debe asumir el kirchnerismo en su conjunto para revertir situaciones adversas, o recibir adhesiones de otros sectores sociales que hoy le son esquivos?
En un jardín de infantes si pasa un hecho grave entre los chicos, la responsabilidad será siempre de la maestra o la directora. Pero esto no es una escuela, ni los dirigentes, niñitos alborotados. Hay que hacerse cargo por más historia o rango que se detente; como así también, que la experiencia tiene elementos ponderables como los que atesora la juventud, y que lo verdaderamente valioso es como encontramos recambios y puentes idóneos para cada etapa o frente a las situaciones que se vayan presentando.
El tercer elemento es el comunicacional. A veces, vista la cuestión desde afuera del entretejido mediático, parece que se comete el error de creer que la disputa política se resuelve sólo en los estudios de un canal o en la tapa de uno o varios diarios. Sin desconocer el peso obvio de los grandes medios concentrados, ¿no estaremos repitiendo ese esquema tan de los 90, cuando Menem definía agenda con Mariano y Bernardo? ¿Existen otras formas de comunicar?, ¿Cuáles son ellas? ¿Quienes las están llevando adelante, y que rol juegan en una campaña esos compañeros, comunicadores o medios?
Dos hechos tan distantes y disímiles como el "Luche y Vuelve" de los 70 y la disputa por la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual demostraron que la comunicación - primero- es inherente a la cuestión organizativa y que la información debe ser consecuencia y no causa de los niveles organizacionales (la calle fue un escenario decisivo en ambos casos). ¿Estamos en esa lógica o el desarrollo tecnológico, los espacios conquistados, la irrupción mediática, la disputa concreta, nos ha hecho perder esta perspectiva elemental de la construcción del poder?
Si suplantamos el contacto con el vecino, el trabajo en el barrio, la articulación con otras organizaciones en el terreno concreto, por los discursos y la señalización de la falta de medicamentos, el abandono de la educación pública, las escuchas ilegales; y creemos que por el hecho de repetirlas -aún teniendo razón o fundamentos valederos- el ciudadano medio las entiende, las valora y las internaliza; seguiremos cometiendo un grave error.
Parece, que algo no encaja entre los discursos y los slogans -"Macri no hace nada en..."- con los resultados del domingo pasado; porque si sostenemos que la clase media porteña es sadomasoquista (le gusta sufrir votando a gente que le quita derechos), tendremos que reconocer que el equipo de psicólogos y psiquiatras que la está tratando, no ha dado con el procedimiento adecuado.
Es apropiado volver a preguntarnos qué nos está pasando compañeras y compañeros, en qué nos estamos equivocando, qué cosas tenemos que cambiar; pues el problema está en nosotros; el problema somos nosotros primariamente, y nuestra forma de construir políticas y consensos, tanto para dentro de nuestros colectivos sociales o partidarios, como hacia fuera, donde está esa gente que define elecciones.
Carlos Borgna