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Facundo Arana: "Formé la familia que siempre soñé"

* Por Sebastián Fernández Zini. Pura pasión. Dos palabras que podrían definir a la perfección su forma de hablar, de gesticular y de vivir. Jorge Facundo Arana Tagle, tal como figura en su documento, sabe lo que es haber peleado y haberse ganado el presente.

Porque a los 17 años le dio batalla al cáncer y lo venció. Porque se dejó llevar por su vocación y se convirtió en uno de los galanes más queridos y reconocidos de Argentina, con cuatro premios Martín Fierro en su haber. Porque desafió la fórmula que le habían enseñado sus padres (primero noviazgo, después casamiento y finalmente, hijos) y se le animó a un camino diferente para formar la familia que hoy lo llena de alegría y emoción.

En pareja con la modelo María Susini desde hace cuatros años y papá de India –de 2 años y 10 meses– y de los mellizos Yaco y Moro –de 1 año y 5 meses–, Facundo hoy espera la luz verde para entrar a grabar El eterno, la nueva novela de Telefe, producida por Gustavo y Tomás Yankelevich. "La verdad es que no he preguntado mucho porque confío con los ojos cerrados en ellos. Son una garantía como productores, y, por más que uno no esté exento de pifiarla, estoy muy entusiasmado", asegura.

–Decime la verdad, ¿ni siquiera te interesa saber, por ejemplo, quiénes te van a acompañar en la novela?

–Vivimos en un país donde lo que sobran son buenos actores. Aun con la cantidad de ficciones y obras de teatro que hay en la actualidad, podés armar un elenco con primeras figuras y con actores ultratalentosos.

–¿Cómo llevás la exigencia de éxito que implica ser protagonista?

–Depende del momento del día; me puede generar ansiedad, nervios, adrenalina... Ser protagonista es un reconocimiento muy grande, un voto de confianza que te dan los productores y el canal, es un lugar que hay que respetar y cuidar. No es un rol que te regalen porque sí.

–¿Sos de los actores que se obsesionan por el rating?

–Hacer televisión es como correr una carrera. Es lógico pasar la bandera a cuadros y querer saber cómo saliste. Aunque yo me di cuenta de que los productos que se perpetuaron no siempre ganaron; pero por diferentes motivos, son los grandes recordados de la historia. La verdad es que prefiero hacer una ficción que el público recuerde antes que una novela que sea sólo la gran ganadora de la noche.

–Frente a esa gran cantidad de actores que hay en nuestro país, ¿cómo vivís la competencia con otros galanes?

–No lo vivo como una competencia, hay lugar para todos. Además, gracias a Dios, ya tengo un camino recorrido que me permite vivir muy tranquilo. Yo no soy de mirar para el costado, prefiero apuntar mi mirada siempre hacia delante. Además, si mirás para el costado, corrés el riesgo de ver que te quieren tirar el auto encima y ahí perdés energía. En mi trabajo, prefiero poner primera y comerme la meta.

–¿Esta es la misma filosofía con que encarás tu vida diaria?

–Sí, porque siento que me la gané. Todos los días confirmo que me gano esta forma de vivir y eso me hace muy feliz.

–Facundo, tenés el physique du rol de un hombre que sería más feliz viviendo en el bosque que en una gran ciudad como Buenos Aires.

–Sí, puede ser, y por eso me escapo todo el tiempo. Tengo una profesión y una vida que me permiten combinar la gran ciudad con el bosque, la montaña, el mar... Encima, tengo la suerte de que mi chica me acompañe en eso, ¿qué más puedo pedir? Seguramente si trabajara en un taxi, todos los días encararía para la costanera para almorzar junto al río.

–¿Qué te llevó a escalar dos veces el Aconcagua?

–En 2003, fue un desafío puramente personal, pero el año pasado mi intención era plantar la bandera de la donación voluntaria de sangre en la cima, en lo más alto. ¡Y lo logré! Me pareció un mensaje muy claro.

–Alcanzar la cima, ¿también fue un homenaje a Romina Yan después de su muerte?

–En un lugar tan inhóspito como ése, donde el silencio es uno de los protagonistas principales durante las largas horas de caminata, tuve conmigo a todos mis seres queridos –los que están acá y los de allá–, los pensé y los sentí mucho. Con Romi nos adorábamos y me pareció un lindo homenaje.

–¿Cuál es tu momento diario de reflexión?

–Cuando pongo la cabeza en la almohada. Ahí me doy cuenta de lo feliz que soy porque puedo vivir a mil de lo que me gusta, estoy cómo y con quienes quiero estar, tengo hombro para poder acompañar y siento que puedo apoyarme en los míos cuando los necesito. Tengo tres hijos que son naturalmente felices, lo veo en sus ojos todos los días, y lo único que puedo hacer es agradecer. Hay que aprender y saber agradecer, es una gimnasia.

–La vocación de servicio, el ser solidario, ¿también se aprende?

–Si estás atento, todo el tiempo te llevás por delante causas en las que podés colaborar, y comprometerse no cuesta nada. Gracias a mi profesión, tengo la suerte de levantar la mano y que haya una cantidad importante de gente que se dé vuelta para escuchar lo que estoy diciendo. Si yo perdiera la oportunidad de involucrarme, seguramente no
me lo perdonaría nunca.
–¿Por qué la donación de sangre es tu causa primera?

–En realidad, no sé si es la primera, es la causa de hoy. ¿Cómo es posible que nuestro país tenga menos del 10% de donantes voluntarios de sangre cuando el médico argentino Luis Agote fue el primero en realizar una transfusión en el mundo? Tenemos que hacerle honor a ese descubrimiento. Todos tenemos que entender que donando sangre nos convertimos en aquellos héroes que soñábamos ser cuando éramos chicos. Esa noche, después de donar sangre y cuando apoyes la cabeza en la almohada, vas a poder sentir que le salvaste la vida a alguien. Y eso, Dios lo ve.

–¿Sos muy creyente?

–Si no creyera en Dios, me volvería loco. Creo en Dios porque lo vivo, porque lo primero que hice cuando nació cada uno de mis hijos fue alzarlo y presentárselo a él como una forma de agradecer ese milagro de la vida.

–¿Cómo fue estar presente en el momento del parto?

–Fue un momento definitivo, mágico, real, especial y muy íntimo. Tratar de ponerles palabras a momentos como esos es en vano, porque siempre te quedás corto... Es pura emoción.

–¿Tenías el sueño de la familia propia?

–Desde siempre. Yo me crie en una familia maravillosa, con tres hermanas y sé lo que eso significa. Mis viejos siguen juntos después de muchos años. El verdadero desafío es elegir y disfrutar la familia que lograste conformar, con lo bueno y lo malo.

–¿Qué cosas cambiaron con la paternidad?

–Todo, todo... La paternidad te vuelve mejor, te da ganas, motivos, te ofrece el para qué y el para quién. Ser el cacique de la casa es precioso.

–¿Tus hijos más chicos ya dicen "papá"?

–Puertas adentro, ocurren cosas inimaginables. Todos me dicen "papá"... Tengo un familión que me llena el alma.

–¿Qué tal sos como padre?

–Lo mejor que puedo. Gracias a Dios, el mundo cambió mucho y me siento muy cómodo con el formato de familia donde no hay roles exclusivos para la madre ni para el padre. En mi casa, el primero que huele un pañal sucio, lo cambia. Igualmente, ser padre se hace muy fácil cuando tenés una madre al lado como María.

–¿Qué te enamoró de ella?

–María es todo aquello que cualquier mujer soñaría ser, y a ella le nace naturalmente. Es madraza, loba, leona, perra, ¡es todo! Me encontré con alguien impresionante, imposible de dejar escapar. La agarré, la atrapé y me la llevé para armar el nido.

–¿Hay planes de casamiento?

–[Piensa.] Ya soy como un hombre casado, desde la responsabilidad y el compromiso. Es tan gratis hablar del casamiento que todas las palabras quedan empequeñecidas... No hay que llenarse la boca hablando del matrimonio porque es algo que ocurre cuando tiene que ocurrir y cuando todos son invitados a la celebración. Con María, no hicimos las cosas como nos las enseñaron, sino que recorrimos un camino más desprolijo y arriesgado, aunque tuvimos un muy buen resultado. Creo que cuando nos casemos, va a ser para que nuestros hijos nos vean celebrando el amor que sentimos.

–En unos días vas a cumplir 39, ¿cómo te llevás con el paso de los años?

–Mirá, según el momento del día en que lo piense. Hay instantes en que agradezco y hay otros en los que siento que me va a agarrar la gran crisis. Aunque, cuando miro para atrás, sólo puedo sentir que no me falta nada y pienso qué bien he vivido todos estos años. El único problema del paso del tiempo es no estar para pasarlo, pero yo, afortunadamente, estoy acá.

–¿Te gusta festejar mucho el cumpleaños?

–Me encanta celebrarlo con los míos, con una ¡gran fiesta! Creo que es un privilegio poder festejar, una manera de rendirle culto a la vida, algo que no siempre es fácil.

–Facundo, todo el tiempo se habla de lo bueno que sos...

–Ser buena gente también es una gimnasia, porque cuesta lo mismo que ser un tremendo mal tipo. Yo tengo la mano pesada y rápida, pero prefiero usar esa fuerza para ayudar a alguien antes que salir a matarme a trompadas, algo que obviamente también podría hacer. Tengo mi "placarcito" con mis defectos guardados, como todo el mundo, pero esa puerta es solamente mía y la abro cuando quiero.
–¿Qué situaciones son las que suelen abrir la puerta de ese "placarcito"?

–La falta de respeto, que no me vayan de frente, que un hombre le pegue a una mujer o a un niño... Que haya gente que no tenga un molino y deba tomar agua de los charcos, la minería a cielo abierto, que el 30% de la población de Villa Mercedes, en San Luis,  tenga cáncer...  Esas cosas me detonan.

–Cambiando de tema, hace poco fuiste a ver a María a un desfile en Valeria del Mar y terminaste subido a la pasarela.

–Nunca imaginé que algo así podía sorprender tanto. Me lo debía, ella me tiró una flor y yo me subí a la pasarela. Fue algo para nosotros mismos, porque estoy recolectando lindos momentos para contarles a mis hijos y a mis nietos. Te aseguro que cuando les narre esa historia va a ir con valor agregado: el relato dirá que había seiscientos fotógrafos esperándonos, con leones en la puerta y ángeles en el cielo.

–¿Cómo vivís ser un hombre deseado por tantas mujeres?

–¿Vos creés que es tan así?

–Bueno, sos algo así como el yerno ideal, el novio ideal, el marido ideal. Conclusión: abarcás un amplio target.

–Creo que lo más importante y lo más lindo es que yo nunca lo viví como una pose ni como algo premeditado. Pero si es así como decís, claro que me pone feliz.