Extravío universitario
A estas alturas de la recuperada democracia, parece ya ingenuo esperar que en Catamarca la Universidad le provea a la provincia la maqueta republicana que le permita reconstruir el sistema institucional, que definitivamente la rescate de sus lastres monárquicos.
A estas alturas de la recuperada democracia, parece ya ingenuo esperar que en Catamarca la Universidad que le ha tocado en suerte le provea a la provincia la maqueta republicana encarnada -esto es, no pura realidad de manual- que le permita reconstruir el sistema institucional que definitivamente la rescate de sus lastres monárquicos, por una parte; y, por otra, que le haga posible el desarrollo de sus virtualidades positivas, tanto físicas como humanas.
Ingenuo, porque no obstante sus ya prácticamente 40 años de vida, no ha logrado desprenderse de la matriz autoritaria del gobierno "de facto" que fue su cuna y que no pueden disimular cuantas cátedras abiertas, proclamaciones y otras presuntuosas máscaras de aparente fiebre democrática se ofrecen allí con el ínfimo grado de provecho que puede apreciarse sobre todo cuando los claustros se inflaman por la guerra interna de cada elección de autoridades, en que haría bien comprobar una fidelidad a ultranza al principio de la periodicidad de las funciones que, como nadie ignora, no está reservado exclusivamente para el gobierno político del Estado, sino para todas las conducciones en la sociedad democrática.
Cuando hace unas pocas semanas trascendieron los primeros "ruidos" electorales universitarios, esta columna hizo referencia a una denuncia estudiantil que advertía que ninguno de los siete decanos de la UNCA -hubo una excepción que después cedió a la tentación de la reelección- estaba dispuesto a no "ir" por un período más y que en algún caso, ya se había cumplido el récord de 16 años de ejercicio ininterrumpido de la jefatura en una "subunidad" de la casa de altos estudios.
Los estudiantes se manifestaban indignados por la monotonía de la vida universitaria derivada de un férreo esquema que atraviesa todos los estamentos de la Universidad y que asegura la perpetuación en los "mandos". Esquema que aparece en su peor imagen cuando la controversia electoral ya está en marcha, pero que late durante todo el año y tiñe las relaciones humanas y eventualmente el sentido de las resoluciones que se adoptan en el alto centro educativo.
Pero las tensiones provocadas por la competencia no terminan con la contaminación de la atmósfera universitaria. Limitan o impiden todo interés por la autocrítica y por la reforma del Estatuto de la Universidad, que sería una inevitable consecuencia, pues los ideales de la democracia y la república demandan esfuerzos permanentes de actualización y de progreso en la línea de los permanentes fines explícitos e implícitos en la Constitución y las leyes del país.
Sólo un deliberado propósito de no impulsar ese progreso puede explicar que se mantenga todavía en la UNCA el sistema indirecto de elección de sus autoridades -específicamente la del rector-. Un sistema que permite la participación de una minoría de sus profesores y que deja afuera de tan decisiva instancia a la mayoría y a los estamentos del estudiantado y del personal no docente. Y que conforma una red de solidaridades y complicidades que avanza en el tiempo sin que se debilite, por largos períodos, el predominio de una misma fuente política y de núcleos de orientación o sólo de interés pragmático que, en la experiencia catamarqueña, no concluyen aquella red en la Universidad, sino que continúa en los espacios del gobierno municipal y de la provincia, esto, claro está, si no interfieren la muerte o algún otro cataclismo ya no individual sino colectivo.
En aquella nota sobre la discutible verdad republicana visible en la UNCA, se apuntaba que la Universidad debe ser, además, modelo democrático y republicano. Tan diáfano y convincente que pudiera ser imitado fuera de los claustros, en el campo del gobierno político de la provincia, donde la infancia cívica amenaza con no concluir nunca.
Contra lo deseable, la puja electoralista en la UNCA es lamentable fotocopia de las miserias cívicas de la provincia.