Excluidos y Mal Incluidos de Córdoba
Zannini, El Cenador, le pica el boleto inicial a Capitanich, El Premier.
Por Carolina Mantegari
Para JorgeAsísDigital
Introducción: Muestras de descenso moral
Con sus imágenes desastrosamente arrasadoras de destrucción, Córdoba marca -para Consultora Oximoron- una muestra significativa del descenso moral.
La peligrosa combinación de los Excluidos del sistema -hartos del relato de "la inclusión social"- con el resentimiento marginal de los "Mal incluidos".
Los que forman parte, se encuentran socioeconómicamente integrados, pero muy mal.
Carecen de posibilidades del progreso y se frustran al no elevarse por medio del trabajo.
Exponentes de las capas medias que se entregan al delito cuando hay facilidad.
Inmoralmente amparados en el horrible ejemplo que suele brindarse desde el poder.
Como si los movilizara una sentencia: "si se roba tanto desde el poder, o desde la autoridad, es legítimo también robar desde el llano".
Sobre todo cuando no hay riesgo aparente. Como no ser el de una filmación.
En el plano ínfimo, el desastre de Córdoba marca el traspié inicial de Milton Capitanich, El Premier.
Y la contraofensiva política de José Manuel De la Sota, El Cordobés Profesional. Después de una pausa de relajación, de desidia para la gestión, que favoreció el descontrol de una policía surcada por el estigma del delito y/o la sospecha. Y por las reivindicaciones lícitas, impulsadas sobre todo por las esposas de los policías decentes. Los que sólo viven del salario. Y distan de ser ladrones como los que deben combatir.
Más grave que un paso en falso, el de Capitanich, El Montenegrino Denso, fue, ante todo, un error.
Muestra que el primer damnificado por su irrupción -Carlos Zannini, El Cenador- le picó popularmente el boleto.
Le marcó la acotación de la cancha. Como si le dijera "Coqui, hasta aquí nomás".
Significa confirmar que Capitanich no gobierna. Que La Doctora sólo le prestó, en defensa propia, el manejo gestual del gobierno.
Por la idea de delegar para no partir.
De insistir en esta línea equivocada de funcionamiento, Capitanich amenaza con convertirse en el jefe simultáneo de varias campañas desarticuladas.
Primero de Daniel Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol I, con fe y esperanzas y siempre para adelante.
De Sergio Massa, Aire y Sol II, con su cautivante -y hasta simpática- insustancialidad.
De Mauricio Macri, El Niño Cincuentón, con el cuento perentorio de la Tercera Vía.
Y hasta del propio De la Sota, que resurge. Si es que alcanza a subsanar las hondas laceraciones de Córdoba. Para proyectarse mejor hacia el imaginario nacional.
Con una declaración al boleo, tan triste como lamentable, Capitanich supo desperdiciar el precipitado prestigio, que amontonó durante los diez días fundamentales, que representaron cambios que sólo los negacionistas fundamentalistas pueden no reconocer.
Indicios, incluso, de lo que el Portal (acaso también precipitadamente) denominó la Tercera Recuperación.
Pero la precipitación para el entusiasmo de ningún modo debe ser complementada con la precipitación para decepcionar.
Aún le queda paño a Capitanich, y sobre todo infinidad de cámaras cotidianas, para recomponerse.
Trasciende que, en un primer momento, cuando ya se conocía la magnitud de los desmanes, con las expresiones de la anarquía televisada, Capitanich amagó con "ponerle el hombro a Córdoba".
Aunque fue el otro cordobés, Zannini, al que se le atribuye una antipatía especial hacia De la Sota, quien habría sentenciado.
"Córdoba es tema nuestro, no te metas".
De ser cierto el episodio, que el Portal anticipó ayer en la cuenta de twitter del director, para Capitanich sería aún más perjudicial.
Porque, al participar activamente del aislamiento perverso hacia De la Sota, queda Capitanich bastante desubicado ante los pares.
Los que conforman supuestamente la Liga de Gobernadores. Estructura virtual desde donde se conduce, en la práctica, la veracidad del peronismo.
Rápido de reflejos, astuto para la reacción, en cuanto pudo recomponer la beligerante situación de la policía acantonada, De la Sota le pasó la previsible factura política a la nación.
Circunstancia que lo blinda culturalmente con los cordobeses. Mientras destacó a los pares que le expresaron la solidaridad, que de ningún modo era para Él.
Que se entienda, era con el pueblo de Córdoba. Más blindaje aún.
Marginalidades comparadas
Para Oximoron, la lección de Córdoba marca también que el marginal de hoy, El Excluido, se encuentra mucho peor que aquel marginal de 2001.
Se asiste al escenario de la pobreza espiritualmente rencorosa. No contiene los rasgos de resignación, casi folklórica -y hasta poética-, que signa la miseria haitiana.
El Excluido de hoy mantiene la rebeldía de la decepción.
Supo ser el destinatario del lenguaje frívolo que legitimaba sus reivindicaciones.
El Excluido de 2013 se encuentra culturalmente excitado por el relato falsamente redentor de la "inclusión social".
Y devastado por la espeluznante estrategia del narcotráfico. Que se impone en una sociedad donde sólo se finge hablar en serio.
Proliferan los solemnes que abominan por televisión sobre la maldad del narco. Pero sin atreverse a lanzar ninguna idea para combatirlo de verdad.
Como si se creyera que se puede combatir con palabras al narco. Y sin disparar, siquiera, un solo balazo.
Ecuaciones simples
El sinceramiento de la economía, rasgo típico de la nueva etapa, agrava -para Oximoron- el riesgo social.
El intento de regreso hacia el mercado de capitales.
A la racionalidad de la balanza que indica la puesta a punto de los precios. A la paulatina eliminación de las ventajitas que ya no pueden financiarse. Conocidas -sobre todo en Buenos Aires- como subsidios.
El cristinismo parece recuperarse cuando resuelve sus contradicciones por arriba. Pero se le dispara previsiblemente la catástrofe por abajo.
Sobre todo cuando salen mediáticamente a la luz las escenas obscenas de la corrupción.
La ecuación entonces es moralmente simple: si desde el poder se muestra la carga y descarga de valijas colmadas de dinero, ¿por qué el excluido no puede cargarse un plasma o una botella?
Así ni siquiera se trate de un Excluido. Y pertenezca a la torpedeada capa media. La que tiene algo al menos para perder. Y se trate de un Mal Incluido.
Los que sienten vedados el acceso a la prosperidad que su educación les estimula. Y que ya ni siquiera tienen derecho a las ambiciones.
Para ser más específicos: si en la primera plana de los diarios se lee que "el vicepresidente se robó Ciccone", ¿por qué razón puede condenarse al delincuente -el Mal Incluido- que se lleva de un comercio un cochecito para el bebé?
En un robo romántico que multiplica la televisión y que admite, para colmo, un motivo enternecedor. Casi de amor.
Aunque tienda al aislamiento de De la Sota, el adversario ocasional, las conmovedoras escenas de Córdoba (que pueden replicarse perfectamente en Santa Fe o Buenos Aires) muestran el ejemplo diáfano del fracaso social del cristinismo. Y en especial, del voluntarismo engañoso que inspira su relato.
Con los indicadores imaginarios que sostienen la fábula que alude al descenso de la pobreza. A la erradicación de la pobreza extrema. Datos truchos.
La fábula cristinista sucumbe cuando aparece la posible impunidad que induce a cargarse un supermercado.
Para colmo, el Excluido, o el Mal Incluido, debe enfrentarse con las asociaciones improvisadas de los señores decentes que toman las armas para defenderse. Como en aquellas películas de Alan Ladd, o Randolph Scott.
Con su rencor social, en la plenitud del descenso moral, el Excluido y el Mal Incluido se convierten en emblemas de la decepción por la "década ganada".
Por las tergiversaciones seriales del gobierno trivial.