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Evasión: un voto de incertidumbre

En 2011, la fuga de divisas ya ronda los 10 mil millones de dólares, en un proceso sin fin generado por la incertidumbre sobre la política macroeconómica que impondría el kirchnerismo.

El sector externo de la economía nacional sigue expandiéndose, a favor del fortalecimiento de una de las principales exportaciones tradicionales: nada de cereales o carnes, sino divisas extranjeras.

Como no existen cifras oficiales fiables al respecto, no sólo por el arbitrario manejo de los datos macroeconómicos sino porque la expatriación de moneda dura difícilmente sea registrada en su totalidad –tanto por la afinada estructura de evasión como por la crónica ineficiencia de los controles–, los analistas privados elaboran sus análisis y proyecciones sobre la base de indicios y datos de diversas fuentes, algunos provenientes del propio Banco Central.

Según operadores del mercado financiero, en el primer semestre de este año la economía formal habría perdido casi 10 mil millones de dólares. De seguir a este ritmo, la sangría anual superaría, incluso, el superávit de la balanza comercial, que alcanzaría a 12 mil millones.

¿Qué factores alientan la fuga de capitales? Un elemento decisivo es el probable resultado de las próximas elecciones, que renovarían el mandato presidencial de Cristina Fernández. El temor es que no se trate de un mero continuismo: su inquietud está focalizada en el impetuoso avance de la juventud camporista, alentado por la Presidenta, que supondría un fortalecimiento del autoritarismo político y de la intervención estatal en la economía.

Esa presunción se basa sobre el hecho de que los nuevos cuadros formados por el kirchnerismo están fuertemente impregnados de setentismo. Esto supondría nuevas vueltas de tuercas al intervencionismo, mayor desmadre en el gasto público (basado sobre el curioso principio de "a mayor consumo subsidiado, mayores réditos políticos") y la batalla contra el periodismo independiente para instaurar el pensamiento único.

Todo esto, y mucho más, torna aun más tenso el clima político y económico, a pesar de que el viento de cola de las sobrevaloradas materias primas continuará soplando varios años más. A pesar de esta perspectiva favorable, quienes serían sus directos beneficiarios, los productores rurales –que siguen siendo demonizados a pesar de los tres años corridos desde la confrontación por la resolución 125, cuya derrota el kirchnerismo parece dispuesto a no perdonar jamás–, llevan adelante un silencioso proceso de expatriación de los cultivos de soja.

En Brasil, ya cubren más de 700 mil hectáreas y la meta del millón de hectáreas está cada vez más próxima. Los empresarios argentinos cierran, además, acuerdos de negocios con sus colegas brasileños y se expanden en un país que no impone gravámenes discrecionales sobre la actividad productiva.

La fuga de capitales y de negocios es una peligrosa alerta que el Gobierno debería revertir en sus decisiones y en sus actitudes para con la producción.