Estoy viviendo mi cuento de hadas
En su dedo anular izquierdo ya luce el solitario de compromiso, y todo está decidido y a punto para su boda el 2 de julio. Charlene Lynette Wittstock (33) terminó con una larga lista de candidatas que no lograron ocupar el principado de Mónaco ni llegaron al corazón de Alberto II (53), un soltero que parecía no ceder ante ninguna presión familiar, social o institucional.
El 1 de julio, la ceremonia civil que convertirá a la nadadora sudafricana en la esposa del soberano monegasco será el pasaje natural a su próxima envergadura que incluye los mismos títulos que le fueron otorgados a Grace Kelly: Alteza Serenísima, princesa, duquesa de Valentinois, marquesa de Baux, condesa de Carlades y primera dama de Mónaco.
Durante once años la bella Charlene se preparó para ese momento, pero su paulatina y evidente transformación no ha modificado en esencia a esta espléndida mujer que con toda frescura confiesa: "Estaba habituada a vivir en traje de baño y no tenía ni idea de la moda. Para mi primer Baile de la Cruz Roja pedí prestado un traje verde a una amiga, me peiné yo misma y me pinté las uñas de rojo. Parecía un árbol de Navidad", dice riendo.
Con la ayuda de sus dos glamorosas cuñadas, las princesas Carolina (54) y Estefanía (46), Charlene fue iniciándose en la moda y el protocolo, aunque el verdadero salto cualitativo en su estilo lo logró de la mano de Giorgio Armani, quien en 2009 la eligió para que fuera la embajadora de su marca y sus diseños de alta costura. "Armani ha sido extraordinariamente amable y me enseñó mucho sobre el arte de vestir con estilo. Ahora sé lo que me conviene, pero adquirir ´mi look´ ha llevado tiempo. Como tengo los hombros anchos lo que mejor me sienta son las líneas limpias, sencillas y elegantes", confiesa la futura soberana, súper sincera.
Para Charlene el momento más difícil fue dejar la natación cuan- do aún su futuro en la casa Grimaldi no estaba definido. Recién supo que llegaría el compromiso cuando su novio pidió una dispensa especial para que ella pudiera acompañarlo al casamiento de Victoria de Suecia, hace exactamente un año. "Me propuso matrimonio el día que volvimos de esa boda. Desde que tenía veintidós años, cuando lo conocí, supe que era el hombre de mi vida. Casarme con él es vivir mi propio cuento de hadas", confiesa, sin ocultar la felicidad con la que aguarda el día de su glamorosa boda.