Estado y mercado, el gran tema
*Por Julio César Moreno. Hoy se pide un equilibrio entre Estado y mercado, que evite los excesos tanto de un estatismo invasor y paralizante, como los del capitalismo salvaje. Julio César Moreno.
El gran debate del siglo XIX fue la relación entre Estado y mercado. Las grandes configuraciones políticas e ideológicas de la época –liberalismo, conservadurismo, socialismo, comunismo, fascismo, nazismo– se tejieron en torno de esa ecuación.
Los viejos estados liberales –construidos en los siglos anteriores– fueron desbordados por impulsos democráticos, que tendían a una mayor y más amplia participación de la ciudadanía en el sistema político. La democracia restringida o de élites dio lugar a la democracia ampliada, en la que los grandes partidos populares jugaron un papel fundamental.
Un caso típico fue el de la Argentina, que a partir de la ley Sáenz Peña, de 1912 –que estableció el voto universal y obligatorio–, posibilitó el acceso al poder de la Unión Cívica Radical, que se mantuvo allí desde 1916 hasta la revolución cívico-militar de 1930. En ese lapso se produjo un fenómeno inédito: la alternancia en la presidencia de la Nación entre un líder popular como Hipólito Yrigoyen y un radical moderado que venía de una familia patricia, como Marcelo Torcuato de Alvear.
En aquellos años, las relaciones entre Estado y mercado eran relativamente normales, aunque el primero fue avanzando sobre la economía, como lo demostró la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Esa normalidad se quebró con la Gran Depresión que estalló en 1929, muy similar en algunos puntos a la iniciada en 2008. Lo singular e inédito fue que un gobierno conservador, el del general Agustín P. Justo, inauguró una etapa de fuerte intervención en la economía. Con la creación del Banco Central, cuyo primer titular fue Raúl Prebisch, nombrado por el entonces ministro de Hacienda, Federico Pinedo, el gobierno de Justo pudo hacer frente a los efectos de la crisis internacional.
La relativa prosperidad y la acumulación de reservas en esos años permitieron que un gobierno de un signo político completamente distinto, el de Juan Domingo Perón, impulsara una década después un proceso de redistribución de la riqueza que benefició a los sectores bajos y medio-bajos de la sociedad.
Cambio de paradigma. La relación entre Estado y mercado se invirtió en la década de 1990, durante la presidencia de Carlos Menem, quien aplicó una política de apertura y privatizaciones que estaba en las antípodas del primer peronismo. Después vino la crisis de 2001 y el inesperado acceso a la presidencia de Néstor Kirchner (2003), quien retomó las banderas del primer peronismo, pero también las de Justo y Pinedo. El crecimiento económico, la acumulación de reservas y la redistribución de la riqueza se basaron en el viejo y denostado "modelo agroexportador" (exportación de granos, principalmente).
A diferencia del primer peronismo y de las políticas de Arturo Frondizi y Arturo Illia, el modelo kirchnerista no beneficia a los sectores bajos y medio-bajos sino a los sectores medios y altos, con empleo formal y altas remuneraciones, el tercio de la sociedad que goza del boom del consumo. El resto sigue afectado por altos niveles de pobreza, precarización laboral y, en algunas regiones, elevado desempleo, además de la inflación.
La relación entre Estado y mercado es cambiante, fluctuante según las épocas y coyunturas internacionales y nacionales. Hubo un tiempo en que la gente adhería a la consigna "más mercado y menos Estado", agobiada quizá por los excesos de estatismo, corrupción, impuestos e ineficiencia. Hoy, cambió y se pide "más Estado y menos mercado" o un equilibrio entre ambos, que evite los excesos de un estatismo invasor y paralizante, como los del capitalismo salvaje y devastador.