Está equivocada, no loca
Zannini, El Cenador, más cerca de ser José López Rega que de ser Eduardo Bauzá.
Por Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital
Introducción
Entre rencores y dealers
Córdoba, especial. De la última crisis (delictiva, policial y social) se registra, como balance, un sólo dato positivo.
Que José Manuel De la Sota, El Cordobés Profesional, toma otra vez las riendas del gobierno de Córdoba. Del que estaba, en la práctica, alejado, por una concatenación de viajes. Hacia China, Buenos Aires, y a Colombia, donde no pudo llegar.
En Panamá, El Cordobés Profesional debió pegar la vuelta. Se agravaba el instalado conflicto policial por una tontería. La eliminación de algún adicional. Una "Manuela", o sea plata en mano que se aportaba, según nuestras fuentes, a los vigiladores de CAP. Son los "comandos de acción preventiva" que daban vueltas por la ciudad, a los efectos de marcar presencia.
Aparte de la relajada ausencia física del Gobernador, estaba la inexperiencia de la Ministra de Seguridad. Y la insolvencia fatua del Jefe de Gabinete, que acaparaba funciones y parecía tener la vida controlada.
Pero lo más significativo para constatar es el rencor personal de Carlos Zannini, El Cenador.
Fue quien obstaculizó la ayuda que pensaba enviar Capitanich, El Premier (cliquear). Junto a Sergio Berni, El Distribuidor de Gendarmes.
"Córdoba es nuestro tema, no te metas". Como se contó aquí, cuando la situación aún podía dominarse.
Y si alguien se atrevía a reprocharle el origen cordobés, perfectamente podía haberse escuchado algo que El Cenador dijo en otra parte:
"Yo no soy más cordobés, soy santacruceño".
Después, en sincronizadas motocicletas, los dealers abrieron eficazmente el camino del pánico. A través de la ruptura estratégica de vidrieras. Para que entraran generosamente a avasallar los desgraciados. Los Excluidos y Los Mal Incluidos.
"Cristinistas ortodoxos", confirma la Garganta. "Se llevaban lo que podían".
Como en el tango de Chico Novarro, vaya Nuestro Balance.
Al final, Zannini y La Doctora no lograron terminar con De la Sota. Lo pusieron, otra vez, en movimiento. En cambio, lograron incendiar el Tucumán de Alperovich y el Chaco de Capitanich. Hasta extender el fuego en la república. Se cargaron una decena de muertos. Para instalar el país, en adelante, en el centro exacto del laberinto.
La salida, a esta altura, es casi utópica.
Serenella Cottani
1.- La Política arrastra a la Economía
"Hasta que llegó la desgracia de Córdoba, por la Economía, el gobierno no se iba a caer", sintetiza la Garganta.
"Las cerealeras" ya comienzan a aportar, según nuestras fuentes, algunos millones. De los dos mil millones de dólares que se les mangan. Para alivio breve de Juan Carlos Fábregas, El Excéntrico (por serio), titular del Banco Central. Pero sólo fue después de vencer las reticencias académicas de Axel Kicillof, El Gótico. Es un joven reacio a tener que pagar algún punto de interés. Como si las cerealeras locales, o las multinacionales, tuvieran que ponerle billetes de frente, porque sí. Para devolver alguna parte mínima de "la mucha que se llevaron".
Con los mangos providenciales de "las cerealeras", y con las aprobaciones que facilitarían un principio de acuerdo con el Club de París, en las alturas de la confesión cristinista predominaba, según nuestras fuentes, algo de optimismo. Se enderezaban.
Finalmente podía accederse a los fondos inconfesables en los discursos destinados a los "pibes para la Liberación".
A los efectos de pasar, sin grandes arrebatos, el verano. A pesar de la sangría diaria de los ciento veinte millones de dólares que desesperan a El Excéntrico (Fábregas).
Significa confirmar -para Oximoron- que aquí fue la Política la que arrastró hacia el fango a la Economía.
Ahora, en el laberinto, entre tanto barro, no se encuentra la luz que indique la salida para alguna de las dos disciplinas. Estragadas, ambas, por el infortunio de la mala praxis. Y, sobre todo, de la improvisación, tenazmente asociada a la truchedad.
La Economía marcha ahora hacia la bancarrota, mientras la Política se estrella.
2.- Infamias y pifiadas
Entre la triste sucesión de infamias y pifiadas, lo llamativo es que La Doctora aún mantenga las claves misteriosas del poder.
A pesar de las fragilidades que le produjeron, en simultáneo, la derrota y la enfermedad.
Se asiste a los vaivenes del país que oscila entre dos situaciones límites.
a) Entre el temor y la obediencia debida de quienes se sienten conducidos (y contenidos) por La Doctora.
b) Y la desesperación (o la perplejidad) de la gran parte de la sociedad que profundamente la desprecia.
Con sectores gravitantes, imbuidos de emociones y voluntarismos, pero carentes de información.
Son los que prefieren creer, y pregonar, que La Doctora "está loca".
Cuando el problema -para Oximoron- dista de ser de índole psiquiátrica. Al contrario, porque La Doctora, según nuestras fuentes, está lúcida.
Es peor, La Doctora está -simplemente- equivocada.
3.- Las rosas de El Calafate
Ahora La Doctora parte hacia su "lugar en el mundo", El Calafate. La bella ciudad de los Corrup-Tours. Ciudad Kohinoor.
Si la convalecencia coincidió con el escenario de la derrota, el alejamiento vacacional coincide con los desastres sociales que suelen agravarse durante las fiestas. Pero se anticiparon.
Ya no hay que temer ningún 23-D. Puede ser cualquier día o nunca.
Pero La Doctora se lleva el poder que ya no delega.
Como ni siquiera la bella directora de la revista Minga ya toma en serio la figura institucional de Amado Boudou, El Descuidista, habrá que ver, en adelante, quién es el hombre fuerte del poder prestado.
Será aquel al que La Doctora llame más.
A Carlos Zannini, El Cenador, el antiperonista que controla el gobierno de matriz peronista.
En materia de influencia, Zannini se encuentra más cerca de emular a López Rega que a Eduardo Bauzá.
O a Milton Capitanich, El Premier, El Montenegrino Denso. Es el peronista que llegó hace quince días como un salvador para copar. Pero quedó pronto debilitado hasta en Chaco, su provincia incendiada.
Habrá que ver quién de los dos se encuentra más autorizado para interrumpir la dulce contemplación de las rosas. Abundan las apuestas conjeturales.
Si es Zannini quien va a acercarse al despacho de Capitanich para decirle:
"Dice la Presidente que hagas o digas esto".
O si irá Capitanich a decirle a Zannini:
"La Presidente ordena que prepares un...".Es altamente probable que ninguno de los dos sea el hombre fuerte de la instancia "post Córdoba". Y que se registre un desplazamiento de la atención, entre las rosas de El Calafate, hacia El Gótico. O preferentemente hacia dos de sus soldados.
Sergio Berni, El Licenciado Serial, el Distribuidor de Gendarmes. Y César Milani, El Héroe de las Madres y las Novias. Es quien convirtió el heroico relato de Alejandro Dumas en un inofensivo chiste de Jaimito.
4.- Diferencias temperamentales
Por la tentación infantil de cargarse a De la Sota el cristinismo se cargó a sí mismo. Responsabilidad compartida de El Cenador y La Doctora.
Juntos, los dos santacruceños adoptados lo estrellaron a Capitanich contra el paredón de la inalterable realidad.
Y se cargaron, aparte, con los otros doce muertos que no les pesan.
Los que van a incorporarse a la cuenta corriente, horriblemente iniciada con los tres muertos de la invasión al Parque Indoamericano (preguntar quién los mató es una acción "destituyente").
"Duhalde, por dos muertos, se fue al descenso solo. Cristina tiene doce, te arma una fiesta y no pasa nada", confirma otra Garganta, que planta las diferencias temperamentales.
En el colmo de la irresponsabilidad, La Doctora dilapidó hasta la buena idea de delegar.
Cuando, como dijimos, una de dos. La Doctora delegaba o partía.
Pero el estrellado Capitanich, El Montenegrino Denso, en tres días pasó de ser El Premier a ser apenas un hablador.
Un comunicador locuaz que trata de exhibir su dilatada lucidez, justamente a las ocho de la mañana.
Como si Capitanich compitiera, con cierta desventaja, en el fondo, con Mauro Viale.
Aclaración del Editor: La palabra "cenador", según la Real Academia Española, tiene los siguientes significados:
1. adj. Que cena. U. t. c. s.
2. adj. Que cena con exceso. U. t. c. s.
3. m. Espacio, comúnmente redondo, que suele haber en los jardines, cercado y vestido de plantas trepadoras, parras o árboles.
4. m. Cada una de las galerías que hay en la planta baja de algunas casas de Granada, a los lados del patio, sin pared que de él las separe y con un techo correspondiente, que suele servir de piso a otra galería alta.