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Espantos mínimos

Según mi juicio las " grandes desgracias" son en verdad las pequeñas desagracias cotidianas.

Con un tsunami, por ejemplo, terminás en el acto conversando con San Pedro, pero hay pequeñas incidias que una se pasa la vida rumiando y que te agarran con la velocidad de un TSUNAMI, pero duran mientras tengas memoria.

Quiero teta

Como todas mujeres que dejamos atrás los cuarenta (estoy siendo muy gentil), de vez en cuando me entrego a la ensoñación de una cirugía estética. El tema viene por rachas pero cuando estoy atacada me vuelvo insoportable. No me alcanzarían todos los espejos de este mundo para mirar lo que me haría.

Un retoque general, para quedar como de quince años, agrandamiento de los ojos, achicamiento de nariz, pómulos de tergopol, la boca mas grande, la dentadura mas reluciente que las de toda la farándula junta, un pequeño transplante de neuronas y cinco centímetros mas de cuello. Para mi total escarnio confieso que el recuento lo hago baja la mirada de mi noble esposo que me escucha con la atención de una berenjena viendo llover.

Un maldito día en pleno ataque me intrigó lo que él tendría para opinar y le pregunté:- "y a vos que te gustaría que me hiciera"-. Los ojos se le iluminaron cual un beduino extraviado en el desierto frente a una cerveza helada y con una voz en la que resonaban años de carestía exclamó ¡quiero teta! ¡Pobre alma mía!, tantos años y jamás se había atrevido a decirlo! Pero pobre de mi que tuve que asumir en un solo instante esas dos pequeñas desgracia.

Ven a bailar conmigo

Opino, junto con todos los suicidas de este mundo, que la vida es una verdadera shit. Solo me diferencio en que, mientras ellos optan por pegarse un tiro, que es lo razonable, a mi se me da por pasarla bien (índice de de alguna psicopatía aguda que algún día averiguaré). Dentro de este voluntarismo demente, cada día si estoy de humor esplendido , lo celebro. Y si no, intento mejorarlo.

Ritualmente entonces pongo al levantarme "Las cosas del querer" y con un gracejo que haría palidecer a todos los andaluces juntos, lo zapateo de punta a punta del living. Mi paciente esposo me observa levantando un cuarto de ojo del diario con una sonrisa que siempre interpreté como de total embelezo.

Así, solo con algunos cambios de repertorio transcurrieron estos años de felicidad hasta que en un inesperado instante llego la tragedia. Una vez, se encarnó en él quien, levantando un ojo entero del diario, con la misma sonrisa y mirada de igual embelezo me preguntó: ¿ te gustaría aprender a bailar?. De pronto sentí todo el peso del ridículo ¡y yo que me creía la mas sabrosa de las andaluzas! ¡Cuanto dolor! Ese comentario me hizo aterrizar en la opaca realidad: una judía polaca jamás parecerá andaluza, Carmen Amaya hubo una sola y yo bailo como el trasero ¡olé!

Los admiradores marcan tu nivel

Hay admiraciones muy deprimentes. Tal es el caso del romance que mantuve todo un año con un ciruja que vive en el subte. Por su aspecto parece haber nacido allí y no haberse bañado nunca. El por qué no tiene dientes es una intimidad que no me fue relatada. Quizás porque se alimenta de papeles y roe zapatos.

Lo cierto es que una noche emergió de las sombras y casi me mata del susto hasta que comprendí que esbozaba una sonrisa. El saludo se fue haciendo cada noche mas y mas galante hasta culminar en un gesto de alto romanticismo, corrió al molinete, lo sostuvo hacia tras para que yo pudiera pasar y me dijo ¡ chau hermosa!.

Ahí me di cuenta, estaba conmigo...y eso marca mi nivel ¡Quisiera pensar que si manejara un Alfa Romeo, me levantaría un señor desde un Rolls Royce. Pero sé que me engaño... sería un viejito andrajoso que limpia los parabrisas...¿ entendieron? Esas son las desgracias! que duran para siempre ,snif!.. el tsunami es al menos rápido.