¿Es posible saber si una persona está viva o muerta mirando una fotografía?
Los resultados de una investigación sugieren que es posible. ¿Clarividencia o nueva decepción extrasensorial?
Gran polémica ha generado una investigación cuyos autores sugieren que los resultados obtenidos indican que hay gente con habilidades intuitivas compatibles con la clarividencia, o sea una supuesta variedad de la percepción extrasensorial (ESP) que permitiría obtener información de un hecho objetivo sin el uso de los sentidos conocidos [Delorme A., Pierce A., Michel L. and Radin D. (2016) Prediction of Mortality Based on Facial Characteristics Front. Hum. Neurosci.10:173].
Dicho trabajo podría haber pasado por alto, como otros que se suelen difundir en revistas de parapsicología, si no fuera que se ha publicado y luego impugnado en Frontiers in Human Neuroscience, una publicación especializada en neurociencias.
Los cuatro autores están asociados al Institute of Noetic Sciences, una organización norteamericana fundada en 1973 por el astronauta Edgar Mitchell (1930-2016), un ferviente adepto a los seres extraterrestres y los fenómenos parapsicológicos. Entre otras cosas, dicha institución tiene por fin investigar "campos de curación por energías sutiles" y "las capacidades humanas que parecen extenderse más allá de los límites convencionales de espacio y tiempo".
Charlatanes al laboratorio
La investigación consistió en trabajar con 12 "videntes profesionales", de San Francisco Bay Area (California - EE.UU.), que ejercían sus presuntos dones en consultas privadas afirmando ser "capaces de experimentar sensaciones de vitalidad sólo a partir de la observación de fotografías faciales".
A tal efecto los voluntarios examinaron ―de a una por vez― 404 fotografías del rostro de 202 individuos muertos y el resto con vida al momento del experimento. Se utilizaron tres series de fotografías en blanco y negro: 108 imágenes muy antiguas tomadas hace 75 años, 126 antiguas tomadas 50 años antes, y 160 más recientes registradas aproximadamente entre 10 y 20 años antes del experimento.
Previo a iniciar la tarea, los participantes practicaron con 10 fotografías adicionales que no fueron incluidas en la evaluación.
Los objetivos eran exhibidos en un monitor de computadora y los participantes debían elegir entre tres opciones ("fallecido", "vivo" o "no sé") presionando el correspondiente botón durante un tiempo máximo de 8 segundos.
Las fotografías fueron extraídas de Internet. La primera serie fue tomada de archivos escolares de 1939-1941 y la segunda entre 1962-1968. La tercera serie (fotos más recientes) estaba compuesta por políticos (excluyeron senadores de EE.UU.) y empresarios.
Con estas tres bases de datos se formaron los dos subgrupos de personas con vida y fallecidas y, después de manipular digitalmente todas las fotos y convertirlas a blanco y negro, mediante un programa informático se minimizó las diferencias entre ambos subgrupos teniendo en cuenta ocho características: sexo, edad, dirección de la mirada, gafas, posición de la cabeza, sonrisa, color de cabello y resolución de la imagen.
De modo secundario, los investigadores también evaluaron si se producían correlaciones electro-corticales con las respuestas correctas. Con dicho propósito realizaron un registro electroencefalográfico de los individuos mientras efectuaban la tarea.
Dadas estas condiciones y mientras que el número de aciertos esperable por simple azar era del 50%, los resultados totales arrojaron un leve valor significativo del 53,8%, y aportado principalmente por el mejor desempeño de 5 de los 12 participantes. En cuanto a los resultados electrofisiológicos, si bien no encontraron diferencias entre las fotografías de individuos con vida o fallecidos, sí observaron una fuerte diferencia entre la detección correcta e incorrecta de las imágenes de personas fallecidas.
Los autores concluyen que "este estudio apoya la hipótesis de que las fotografías faciales contienen información aún no identificada que predice la mortalidad", y "no descartamos la hipótesis de que los sujetos podrían haber tenido acceso a la información por vías que la física moderna actualmente no comprende y que potencialmente podrían ir más allá de la información clásica proporcionada por los rasgos faciales".
Pero reconocen que también "será necesaria una investigación adicional para probar si el grupo de participantes presuntamente talentosos que seleccionamos son capaces de clasificar imágenes con más precisión que una población control que no pretenda tener este particular conjunto de capacidades intuitivas".
¿Demostración inobjetable de la clarividencia?
No, en absoluto. Este trabajo actual no es más que uno de los tantos que los parapsicólogos vienen presentando desde hace décadas y son olímpicamente ignorados, criticados o desestimados por la comunidad científica. El escepticismo reinante en la materia es justificado y nunca pudo ser revertido. Ya, en 1988, la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. publicó un lapidario informe concluyendo que no encontró justificación científica alguna de la existencia de los fenómenos parapsicológicos tras evaluar la investigación realizada durante un período de 130 años [Druckman, D. & Swets, J. A. eds. (1988) Enhancing Human Performance: Issues, Theories and Techniques. National Academy Press, Washington, D.C. p. 22].
Tres años después los parapsicólogos se lamentaban de semejante escepticismo (95%) tras los resultados de una encuesta propia entre los miembros de dicha Academia [Márquez, E. (1992) Lágrimas en el mundillo paranormal. El Ojo Escéptico, Nº 5, Setiembre]. Además, nunca les fue mejor al no poder justificar, o prefieran no hacerlo, la persistencia de decenas de desafíos monetarios vacantes a todo aquel que pueda demostrar la existencia de algún fenómeno paranormal.
Y ahora, con este nuevo trabajo, ¿pretenderán cambiar la situación?
La culpa no la tiene el chancho....
El primer error fue de los responsables de la publicación Frontiers in Human Neuroscience por haber aceptado y publicado este informe en una revista que, presumiblemente, debiera aspirar a difundir investigaciones científicas de calidad y libre de presunciones paranormales.
Si bien los editores se retractaron el 7 de octubre pasado, la tardía vuelta atrás habilitó para que los cuatro autores tuvieran motivos para acusarlos de censura.
La impugnación estuvo justificada por "las preocupaciones que surgieron con respecto a la validez científica del artículo". Por consiguiente, concluyeron que "los aspectos de los hallazgos y aseveraciones del artículo no estaban suficientemente equiparados con el nivel de evidencia verificable presentada".
¡Vaya descubrimiento tardío!
Lo primero a tener en cuenta es que los parapsicólogos no utilizaron un grupo control para arriesgar sus conclusiones. Ellos mismos lo reconocen y debiera considerarse fundamental a la hora de plantear hipótesis un tanto descabelladas. Si el planteo inicial que ellos propusieron fue probar a 12 personas que se caracterizaban por una habilidad clarividente, ¿cómo saben si la gente que no se atribuye esa capacidad puede o no obtener igual o mejores resultados que esos sujetos? Esto implica un rechazo de la hipótesis nula con una muestra pequeña e insuficiente número de ensayos.
También llama la atención que, al comienzo, dijeron que los participantes tenían tres opciones ("fallecido", "vivo" o "no sé") y luego, al presentar los resultados, decidieron ignorar las respuestas "no sé" y tampoco indican cuántas fueron.
Hay otro dato relevante que se infiere de la propia tabla que publicaron (ver TABLE 1). Se puede observar que los pocos indicadores significativos se dieron con las fotos más recientes de la tercera serie (56.8% correctas; p < 0.002) que, oh casualidad, estaba compuesta por políticos y empresarios. ¿Cómo sabemos si los videntes no reconocieron a algunas de estas personas que podrían tener una mayor exposición pública y conocerse si aún estaban con vida o no? La forma de asegurarse (?) fue preguntarle a los participantes si los conocían, obviamente la respuesta fue negativa.
En definitiva, más de lo mismo con otro intento fallido de los parapsicólogos y que pronto pasará al olvido sin pena ni gloria.