¿Es posible "leer el pensamiento"? (ll)
La respuesta es afirmativa y todos somos potenciales "lectores del pensamiento". Descubra algunas modalidades de esta curiosa condición humana.
Por Enrique Márquez
En la primera parte he anticipado el término "lectura muscular", que fue acuñado en 1874 por el Dr. George Miller Beard (1839-1883) y lo definió como: "el poder de detectar, a través del contacto físico, las tensiones y relajaciones musculares muy ligeras y delicadas que resultan de la acción inconsciente de la mente o el cuerpo". Este postulado surgió precisamente tras observar al primer mentalista conocido por realizar este acto, John Randall Brown (1851-1926).
Joven prodigio
Brown desarrolló esta habilidad en su adolescencia y, durante su etapa escolar en Muscatine (Iowa, EE.UU.), se hizo muy célebre entreteniendo a sus compañeros con su misteriosa capacidad para encontrar objetos ocultos. Su método consistía en tomar y apoyar firmemente la parte posterior de la mano de una persona sobre su frente y, tocándole ligeramente la punta de los dedos con su otra mano, se guiaba correctamente mediante las impresiones recibidas y, por lo general, teniendo los ojos vendados.
En agosto de 1873 Brown se reencontró con su ex profesor M. R. Kelly en Chicago. Mientras compartían un trago en un bar, Kelly le pidió que improvisara una demostración de su habilidad y Brown accedió amablemente. Entre los asistentes había varios periodistas que, sin salir de su asombro, de inmediato reflejaron esta anécdota en artículos periodísticos. La repercusión fue tan grande que Brown se vio obligado a brindar una demostración pública.
Fue así que, el 11 de agosto, debutó como "lector del pensamiento" en la Union Park Congregational Church, cobrando 50 centavos de dólar el valor de la entrada. Superando todas sus expectativas, el interés público y buenos ingresos registrados lo convencieron de los beneficios de esta nueva actividad. Tres días después repetía el espectáculo con igual éxito y en pocos meses se afianzó como profesional [Banachek (2002) Psychophysiological Thought Reading. Magic Inspirations].
Los periódicos se hicieron eco del éxito de sus presentaciones y, en consecuencia, también surgió cierto interés científico por el "fenómeno Brown". Su llegada a New York originó una gran polémica y el cruce con uno de los más destacados desmitificadores del espiritismo y mesmerismo de esa época, marcó un hito en la historia de la psicofisiología.
Encuentros con el Dr. Beard
En julio de 1874 Brown hizo una exhibición semi-pública en uno de los salones del Hotel Sturtevant House, en New York. Entre los asistentes se encontraba el Dr. George Beard quien, después de una exitosa presentación del mentalista, brindó a la audiencia una breve explicación sobre lo que habían presenciado y obteniendo el compromiso de Brown para llevar a cabo una investigación conjunta.
Pocos meses después, la prensa informaba que un equipo de facultativos del Yale College había experimentado con Brown y, presuntamente, fue interpretado como que avalaban una capacidad de Brown para la "lectura de la mente", término que aludía a lo que en 1882 fue bautizado como "telepatía". También se destacaba una experiencia exitosa de contacto físico indirecto que realizó Brown a través de un alambre de cobre de casi 61 m. de longitud y que, en principio, desbarataría la teoría de la "lectura muscular" del Dr. Beard.
Estas manifestaciones provocaron cierta irritación al respetado neurólogo, puesto que él era ex estudiante de dicha facultad y le molestaba que el nombre del Yale College se viera involucrado en semejante falacia. La polémica derivó en un debate público que se llevó a cabo, el 22 de octubre de 1874, en el Music Hall de New Haven. Una concurrencia de cerca de mil personas acudió al debate y fue testigo de una serie de demostraciones de Randall Brown ante un comité científico de nueve integrantes que incluía al Dr. Beard.
De acuerdo al relato del Dr. Beard: "los primeros experimentos fueron en su mayoría fallidos, principalmente a causa de que se había discutido la teoría de la acción muscular y los sujetos estaban en guardia; pero en la última parte de la noche aparecieron fenómenos maravillosos, incluso brillantes, que superaron ampliamente cualquier cosa que yo haya visto hasta ese momento, aunque no estaban al nivel de lo que ya he visto." En cuanto a los éxitos, se refería al hallazgo de una moneda en un asiento vacío, a la identificación de una letra elegida en una palabra (P - Palladium), a la exacta selección de un frasco entre dieciséis y a la localización correcta de un dolor imaginario en el cuerpo de una persona. Brown también obtuvo éxito operando simultáneamente con dos personas a las que les tomaba sus manos. Pero uno de los mayores logros fue cuando Brown ―caminando por los pasillos y entre la multitud― identificó correctamente a una persona sentada entre el público que había sido elegida mentalmente por otro espectador. "La rapidez y precisión de los movimientos de Brown me sorprendieron y deleitaron al público", señaló Beard.
El comité se pronunció con bastante prudencia y concluyó que tanto la teoría de la acción muscular inconsciente como la lectura de la mente, no habían sido demostradas por las experiencias de esa noche. Por su parte Beard, que estaba muy confiado en la exactitud de su teoría muscular, se despidió diciéndole a la audiencia que "vayan a sus casas y experimenten, y descubrirán que algunos de ustedes podrán hacer lo mismo" [Beard, G. M. (1882) The Study of Trance, Muscle-Reading and allied nervous phenomena in Europe and America. N.Y.].
El Dr. Beard había participado de ese show-debate con la esperanza de poder realizar futuros experimentos controlados con Brown y según lo convenido con él en el primer encuentro. Pero eso nunca se concretó porque el mentalista prosiguió con sus giras y nunca más se volvieron a ver. Pero como bien admitió luego el Dr. Beard: aunque Brown era un poco charlatán, había sido de gran ayuda a la causa de la ciencia y no debía ser considerado un fraude [Banachek, op. cit. p. 13].
Lo importante fue que el Dr. Beard se sintió estimulado por estas presentaciones de Brown y, al ver frustrada su aspiración de investigarlo, continuó experimentando con aficionados en la "lectura muscular" [Beard, G. M. (1877) Physiology of Mind-Reading. Popular Science Monthly, Vol. X, February, pp. 459-473]. Entre ellos, recuerda al Juez Blydenberg, de New Haven, quien se caracterizaba por encontrar los objetos más insignificantes simplemente estableciendo un mínimo contacto físico con su dedo índice y el del espectador. Lograba, incluso, identificar un alfiler elegido entre una larga fila de alfileres clavados en una tabla.
En una oportunidad varios asistentes vaciaron sus bolsillos sobre una mesa y desparramaron los más variados objetos (cuchillos, llaves, etc.) y entre ese sinfín de baratijas había sido elegida una semilla que Blydenberg identificó con total precisión en cuestión de segundos. Del mismo modo, podía identificar una llave en la que una persona se concentraba entre un gran manojo de llaves.
Lo más notable era el "test doble", que consistía en encontrar un objeto con la guía de una persona que ignoraba donde se había ocultado, pero que estaba en contacto físico ―a través de la muñeca― con otra que sabía.
Los resultados que obtuvo con varios sujetos (hombres y mujeres) confirmaron su teoría y le permitieron delimitar con más precisión las características de este peculiar fenómeno y determinar algunas fuentes de error. Por ejemplo:
a) Los lectores de la mente sólo son capaces de encontrar la dirección y el lugar, y para lograrlo deben estar en contacto físico con el sujeto, quien debe mover su cuerpo o alguna parte del mismo, como los dedos, la mano, o el brazo.
b) Un requisito imprescindible es que la persona que colabora se concentre en el lugar correcto donde se oculta el objeto. De lo contrario, no habría tensión o relajación muscular para guiar al operador.
c) El poder de la lectura muscular depende principalmente, aunque no del todo, de alguna fase del sentido del tacto.
d) Se observó que no es un músculo ni un grupo de músculos a través del cual se desarrolla la tensión y relajación; bien puede ser, y según el método empleado, el dedo, la mano, el brazo, o todo el cuerpo.
e) Cuando la conexión del operador con el sujeto se hace mediante un alambre dispuesto de modo tal que no puede ser transmitido el movimiento, la prueba fracasa o, si se produce un acierto, es por casualidad.
f) Las posibilidades de éxito aumentan cuando mayor es el número de personas que toman contacto con el operador.
g) El entusiasmo y emoción de los espectadores, juegan un rol importante y forman parte de la ayuda involuntaria que recibe el operador.
h) Es posible que un buen lector muscular ignore totalmente la explicación fisiológica que lo conduce al éxito. Pero muchos expertos en esta técnica son conscientes de que sus logros se deben al proceso de detectar una ligera tensión o relajación muscular por parte del sujeto que los guía.
i) No siempre las experiencias son exitosas aún cuando los sujetos transmisores sean buenos. Cualquier vacilación puede llevar al fracaso o a que se prolongue la búsqueda del operador.
j) Es probable que la mayoría de las personas, de ambos sexos y comprendidas entre los quince y cincuenta años, con una adecuada instrucción podrían alcanzar un cierto grado de habilidad como lectores musculares. Todo el mundo es un lector-muscular, aunque no todos son capaces de alcanzar los más altos grados de habilidad en la materia.
k) El lema "cuando pensamos nos movemos", es un buen argumento teórico que daría cuenta de la psicología de la lectura-muscular.
Al comienzo, en el ámbito científico no hubo una aceptación unánime de la teoría del Dr. Beard, sólo el paso de los años e investigaciones posteriores confirmaron sus apreciaciones y la temática fue ampliada con casos aún más sorprendentes que analizaré en la próxima entrega.