¿Es posible "leer el pensamiento"? (I)
La respuesta es afirmativa y todos somos potenciales "lectores del pensamiento". Descubra algunas modalidades de esta curiosa condición humana.
Por Enrique Márquez
Hace pocos días tuve la suerte de disfrutar del maravilloso show de Mentalismo de uno de los ilusionistas más brillantes de Argentina: Michel. Su espectáculo, "Decisiones", es una batería impresionante de prodigios que, como bien reza su promoción: "a través de recursos psicológicos, comunicacionales y artísticos, Michel le hará sentir que él sabe lo que usted está pensando, más aún, que él sabía lo que usted estaba pensando o, lo que es más inquietante, que él le hizo pensar lo que usted estaba pensando".
Entre ese variado repertorio de "juegos de la mente" que Michel desplegó con sumo virtuosismo, me llamó especialmente la atención cuando solicitó un reloj y, mientras se encontraba de espaldas a la platea, fue entregado a otro espectador para que lo oculte. Luego eligió al azar a una señorita, le tomó su muñeca y le pidió su máxima concentración para que intente guiarlo con su pensamiento al lugar preciso donde fue escondido el reloj. En cuestión de segundos y tras un breve recorrido con sus ojos cerrados entre el público, el mentalista descubrió al ocasional depositario del mismo.
Fue muy gratificante ver esta exitosa presentación de Michel porque, de inmediato, me trasladó en el tiempo recordando una cualidad adquirida de pocos exponentes en la historia del Mentalismo y que ha despertado gran controversia e interés científico en el tema.
Se trata de una capacidad sensorial a través de la cual el ilusionista ―en su forma tradicional y genuina― aparenta percibir telepáticamente el pensamiento de una persona en virtud de localizar un objeto oculto. Es condición que el espectador o "transmisor" conozca previamente la ubicación del objeto y colabore con una intensa concentración en el objetivo. Este último detalle es importante puesto que el éxito de la experiencia descansa en esa actitud cooperativa del espectador para que el mentalista pueda realizar su trabajo con eficiencia.
A partir de ahí, la tarea del artista será percibir e interpretar correctamente los mínimos indicios sensorios que le aportará en forma involuntaria el transmisor. A este fenómeno en particular se lo ha denominado originalmente "lectura muscular", pero con el transcurso del tiempo también se adoptaron otras denominaciones dentro del ámbito mágico, "Cumberlandismo" y "Hellstromnismo", en clara referencia a figuras destacadas y emblemáticas de este arte como lo fueron el británico Stuart Cumberland (1857-1922) y el germano Axel Hellstrom (1893-1933).
Por lo general, existen tres modalidades de presentación y diferentes grados de complejidad:
Contacto físico directo: el mentalista toma la mano o muñeca del transmisor o viceversa. También se puede establecer un contacto más sutil con la mano del espectador sobre el hombro del artista.
Contacto físico indirecto: se suele establecer a través de un pañuelo (puede ser otro objeto) que es tomado por sus extremos tanto por el transmisor como por el mentalista.
Sin contacto físico: el espectador acompaña el recorrido del mentalista sin que se produzca contacto físico (directo o indirecto) entre ambos.
En cualquiera de los tres casos, el mentalista también puede realizar la experiencia con los ojos vendados.
Crimen imaginario y la prueba del delito
Para tener una idea plena del desarrollo de estas experiencias, los invito a ver el siguiente video ilustrativo que tiene por protagonista al famoso mentalista Kreskin, uno de los exponentes contemporáneos más importantes de este arte.
Las imágenes tienen un inmenso valor no sólo por su calidad y plenitud profesional de "El Sorprendente Kreskin" a fines de la década del '80, sino por el plus histórico que aporta su adaptación de la versión original que data del siglo XIX. Por entonces, básicamente, la presentación consistía en crear una situación ficticia con los espectadores en la que se cometía un crimen con un arma y, luego, el mentalista ―guiado por un espectador testigo― debía identificar al autor, la víctima y localizar la prueba oculta del delito.
Esta excelente participación de Kreskin en Incredible Sunday, es un inmejorable preámbulo para la próxima entrega, donde abordaré los aspectos histórico-científicos y algunas inevitables consecuencias pseudocientíficas que aún perduran sobre la temática.