Es necesario trabajar más por una mayor inclusión social de la tercera edad
Si bien el crecimiento de los índices de sobrevida se ha convertido en los últimos tiempos en uno de los adelantos más trascendentes logrados por la humanidad, es evidente que ese fenómeno también plantea complejos desafíos, relacionados esencialmente a la falta de previsiones existentes para resolver la integridad de problemas propios de la tercera edad.
Y está probado que uno de ellos se relaciona con los crecientes obstáculos que una realidad cada día más cambiante y vertiginosa le presenta cotidianamente a los más adultos.
En ese contexto conflictivo es que deben valorarse todas aquellas iniciativas que apunten a facilitarles a las personas mayores una mayor inserción social.
Y es por ello digno de mención el esfuerzo que despliega en estos días un grupo de jubilados que asiste a cursos de computación en la facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata.
Dispuestos a resolver el problema de la falta de computadoras para canalizar el aprendizaje -ya que solo cuentan con doce PC para los 72 alumnos que integran el curso- iniciaron distintas gestiones ante bancos, empresas, comercios, distintos tipos de entidades y de organismos públicos para que, en lugar de descartar las máquinas como suelen hacerlo periódicamente, se las entreguen y de ese modo puedan ver facilitado el aprendizaje.
Se trata tan solo de un caso particular que, sin embargo, reviste valor paradigmático. En primer lugar, sirve para resaltar la importancia de que en las unidades académicas platenses se dicten cursos para adultos mayores, a través de los cuales resulta evidente que se les está reconociendo un rol más activo en la vida social y, consecuentemente, preparándolos para ello.
Pero además, el hecho de que entre esos alumnos haya quienes ya frisan los 84 años de edad deja también a la vista el alentador ejemplo que ofrecen quienes siguen entusiasmados por la vida y adquieren conocimientos, tal como lo señalaron en la nota publicada en este diario, para poder estar a la altura de los desafíos educativos que hoy enfrentan sus nietos.
Está muy claro ahora que la denominada "globalización de la vejez" reclama un cambio de conceptos y estrategias y hasta de una nueva cultura social que incluya, por caso, el ámbito del lenguaje- en el que sigue imperando una idea casi despectiva de la gente mayor, utilizando términos como "anciano" o "sexagenario" como se la hacía un siglo atrás, cuando la expectativa de vida era mucho menor- hasta modificaciones profundas en aspectos sociales y económicos relacionados a esta materia.
Lo que se requiere, entonces, es que con criterio realista el Estado atienda a las circunstancias actuales, en busca de estructurar con racionalidad e imaginación un política integral, otorgándole mayor dignidad e inclusión a millones de personas que sólo por razones de edad están hoy injustamente devaluadas, a las que es preciso darles, además de retribuciones acordes a su condición, las prestaciones que correspondan y, fundamentalmente, un rol activo y no pasivo en la sociedad.