Es necesario combatir a fondo la explotación laboral en nuestra zona
Una vez más se conocieron referencias sobre situaciones que pueden caracterizarse como de "trabajo esclavo" en la Región, en esta oportunidad detectadas en forma oficial a través de un operativo realizado por el ministerio de Trabajo bonaerense.
Ocurre en quintas de la zona de Abasto, asegurándose desde el organismo provincial que se restablecerán y garantizarán la seguridad y demás derechos de los trabajadores involucrados.
Se indicó que los trabajadores se encontraban sin registrar y en pésimas condiciones de higiene, identificándose allí a catorce personas de nacionalidad boliviana, en grupos familiares que habitaban el lugar en condiciones insalubres, en casillas de madera con sistemas eléctricos deficientes, techos de nailon, carentes de gas y agua corriente, con instalaciones sanitarias improvisadas con chapas. También se hallaron productos agroquímicos que se encuentran prohibidos por su alta toxicidad.
Como se ha dicho, no es la primera vez que se detectan estos casos de explotación laboral en nuestra zona. Y lamentablemente no han sido pocas las ocasiones en que se comprobaron también casos de explotación infantil, quedando así a la vista la persistencia de realidades sociales tan penosas como preocupantes.
Se habla de un injusto sometimiento de personas no sólo a trabajos que suelen ser excesivos y carentes de mínimas condiciones de salubridad, sino de situaciones integralmente degradantes que conforman, en la práctica, indignantes muestras de esclavitud que parecían desterradas.
En el caso de los niños, cabría recordar un informe producido por la cartera laboral bonaerense que señalaba que el gobierno provincial había recibido en los primeros cinco meses de 2009 más de mil denuncias sobre situaciones de trabajo infantil en diversas regiones del territorio bonaerense. El dato había surgido tanto a partir de denuncias como del millar de inspecciones realizadas en áreas donde se desarrollan tareas que suelen congregar mano de obra de menores, como las cosechas de ajo y cebolla y los hornos de ladrillo.
Si hubiera que añadir referencias más aberrantes aún, podría recurrirse a informes también oficiales que determinan la relación existente entre estos casos de explotación laboral en las zonas rurales, con el consecuente fenómeno de la prostitución en los grandes centros urbanos. Ambos fenómenos aparecen estrechamente vinculados.
Ya se ha sido dicho reiteradamente en esta columna, pero debe insistirse: combatir este flagelo es un imperativo moral y, por supuesto, una de las obligaciones prioritarias del Estado, castigándose a quienes resulten responsables de formas tan gravosas de explotación.
La tarea, compleja y dificultosa por cierto, exige una coordinación de esfuerzos y el diseño de estrategias. No se trata de apuntar únicamente a inspecciones o controles de las carteras laborales o de los entes municipales -que resultan, desde luego, indispensables y que deben ser rigurosas- sino también al desarrollo de programas de plena integración para los trabajadores y de concientización en la sociedad.