Errores y erratas, y un poco de humor
*Por Graciela Melgarejo. Ciertos pequeños detalles -minúsculos en su entidad física, si se piensa en el espacio que ocupa una tilde- terminan siendo fundamentales. Por eso es tan interesante el ejemplo que se transcribe a continuación.
El periodista y profesor Jorge Rouillon, nombre bien conocido por los lectores de este diario, hace un aporte significativo. Escribe Rouillon: "En la nota «Mi silencio no significaba un apoyo al kirchnerismo», aparecida el 21/7, en la página 6, se dice: «Hace dos años, el 28 de junio de 2009, el kirchnerismo lo ?borró' [a Carlos Reutemann] de sus listas, pero él sólo consiguió el 42,19% de los votos (710.580), mientras que su inmediato perseguidor, el socialista Rubén Giustiniani, alcanzó un 40,63% (682.614) ».
"Cuando se pone sólo con tilde, se está expresando que solamente consiguió el 42,19%, como si fuera poco. Cuando en realidad resulta que salió primero, ganándole por poco al socialista Giustiniani y por muchísimo (de eso no da cuenta la nota) al kirchnerista Rossi. En realidad, lo que el articulista quiso significar es que Reutemann solo -sin la ayuda de nadie, del aparato partidario o del gobierno nacional- consiguió el 42,19%. Entonces, en esta nota solo no debería haber llevado tilde."
La observación del lector Rouillon es correcta, en el sentido de que en la nota mencionada ese solo no debería haber llevado nunca tilde. Pero, además, si se hubieran seguido fielmente las observaciones de la nueva edición de la Ortografía de la lengua española (Espasa Libros, 2010), no hubiera habido error posible. En la página 269, se señala: "Ya que tanto el adjetivo solo como los determinantes demostrativos son palabras tónicas, lo mismo que el adverbio solo y los pronombres demostrativos [ este, ese y aquel ], a partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en estas formas, incluso en casos de doble interpretación".
Y para dar por zanjada la cuestión, prosigue la Ortografía : "Las posibles ambigüedades son resueltas casi siempre por el propio contexto comunicativo (lingüístico o extralingüístico), en función del cual solo suele ser admisible una de las dos opciones interpretativas. Los casos reales en los que se produce una ambigüedad que el contexto comunicativo no es capaz de despejar son raros y rebuscados, y siempre pueden resolverse por otros medios, como el empleo de sinónimos ( solamente o únicamente , en el caso del adverbio solo ), una puntuación adecuada, la inclusión de algún elemento que impida el doble sentido o un cambio en el orden de palabras que fuerce una sola de las interpretaciones".
Este ejemplo podría estar contemplado en el artículo de la Fundación del Español Urgente (Fundéu) sobre por qué la fe de errores es distinta de la fe de erratas: "La expresión fe de erratas hace referencia a la lista de erratas que aparecen en un libro. La errata es un error tipográfico que se comete en la impresión de un texto. Por ejemplo: «Ha cometido varias ?infaciones' de tráfico». La palabra correcta es ?infracciones'. Esta lista de erratas se imprime en una hoja de papel que se inserta en el libro con la corrección que corresponda a cada una. Fe de errores es la que hace referencia a aquellas informaciones erróneas que aparecen en los periódicos, en lo que respecta al contenido. Los periódicos publican estas rectificaciones o aclaraciones posteriormente para rectificar aquello que estaba equivocado".
Este, el que apunta el profesor Rouillon, es entonces un ejemplo muy interesante, porque está en un límite muy sutil: podría haber sido una simple errata, pero como termina dando una información errónea es un error.
Como se ve, para solucionar este tipo de ambigüedades, el consejo académico es utilizar la imaginación y buscar otra forma de expresar lo mismo, que, por cierto, siempre puede hacerse. Si no fuera porque es demasiado coloquial, podría haberse redactado así: "Él solito consiguió el 42,19% de los votos".