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Error

*Por Hugo Caligaris. Lo malo de la ilusión son sus patas cortas. Uno se deja seducir, se siente joven otra vez, listo para soñar, y de repente, ¡ñácate!, se ve la falla, el error no forzado, y lo bajan a uno de un hondazo. Qué deprimente es que la vida real no esté nunca a la altura de la vida soñada.

El domingo pasado observábamos la conferencia de prensa del doctor Urtubey con uno de esos raptos de entusiasmo que después se disuelven en el aire. Qué serenidad, qué facilidad de palabra, cuánta firmeza había en ese hombre, al parecer tan noble y centrado. De qué manera franca y, a la vez, delicada le marcaba los límites al gobierno central, mientras el canal paraoficial que estaba transmitiendo el acto decía contradictoriamente en los subtítulos: "Aplastante victoria del kirchnerismo en Salta". Un dirigente así, pensaba uno, se distingue del resto de sus colegas oficialistas y opositores tanto como el único actor de carne y hueso en la película de dibujos animados ¿Quién engañó a Roger Rabbit?

Dadas la juventud y el futuro del personaje, sentíamos reverdecer las esperanzas. Más cursi todavía: creíamos ver la luz en el fondo del túnel y a Pete Seeger cantando We Shall Overcome en el andén de la estación iluminada

Y, de golpe, el error. Cuando quien aspira a ser el líder del tiempo por venir se dé cuenta de lo que hizo, probablemente sea tarde. ¿Por qué el ataque artero, el golpe al corazón del movimiento? ¿No es, acaso, la rama sindical la que estructura y le da fuerza y razón de ser a su partido? ¿Desde cuándo quien levanta banderas de justicia social se da el lujo de llamar "piantavotos" al delegado de los trabajadores? ¿Cómo conseguirá ahora desviar hacia su propia persona el amor que el pueblo siente por el secretario general? Es una lástima: el tamaño de la decepción supera las distancias de por sí largas que separan a la Casa Rosada de la ciudad de Salta.