Enriquecimiento impúdico
La lengua castellana tiene términos precisos para referirse a ciertas conductas, a los valores y sus opuestos. Pudor es honestidad, recato. Impudicia es la falta de pudor, algo lindante con el cinismo. Esos son los temas que viene a la cabeza de una persona normal, honesta, al leer la información sobre las declaraciones juradas patrimoniales presentadas por varios funcionarios nacionales ante la Oficina Anticorrupción. Una exhibición impúdica de enriquecimiento.
La Presidenta de la Nación presentó su declaración patrimonial de 2010 que alcanza la nada despreciable suma de poco más de 70 millones de pesos, con un incremento de 15 millones en un año. Más espectacular ha sido la capacidad de acumular riqueza de la familia Kirchner desde que arribaron a Olivos en 2003. Su patrimonio ha crecido más del 900 %, se ha multiplicado por 10, de 7 a 70 millones de pesos.
Sin duda que para ellos el "modelo de acumulación con inclusión social" ha funcionado de maravillas. Sorprende por caso las tasas de interés, en pesos y en dólares que declara haber percibido la familia gobernante en estos años, más aún la renta por alquileres de inmuebles, ya que estos últimos han representado ingresos por más de 10 millones de pesos el año pasado.
Hace ya un tiempo, a varias denuncias sobre el enriquecimiento de la familia Kirchner, incluidos contundentes informes sobre la inconsistencia técnica de las declaraciones, el juez Norberto Oyarbide los sobreseyó rápidamente. Impúdico fue el procedimiento ya que lo hizo luego de escuchar explicaciones del contador de la familia, recibido a solas por el juez y también luego de que, insólitamente, el profesional recibiera ayuda de la AFIP para arreglar los errores de la declaración.
Pero no sólo los Kirchner se enriquecen estando en el gobierno, ya que numerosos funcionarios que presuntamente trabajan a tiempo completo, parecen estar dotados de excepcionales condiciones para los negocios, porque también multiplican sus patrimonios en forma casi mágica. Tal es el caso del ministro de Economía, Amado Boudou.
O del presidente de la Anses, Diego Bossio, joven estrella del manejo del dinero de los jubilados, quien logró comprar muy barato departamentos en zonas muy caras de Buenos Aires. Hombre afortunado sin dudas, ya que no hace muchos años se desempeñaba en un modesto cargo de asesor del entonces senador nacional Celso Jaque, incluso formó parte de su equipo de gobierno en los primeros meses de su mandato.
Los hombres de la intimidad presidencial que manejan los cuantiosos y secretos fondos de la SIDE también muestran en sus declaraciones patrimoniales incrementos notables. Los ejemplos pueden seguir, en larga lista, con funcionarios, legisladores, gobernadores.
La confusión, o mejor dicho la fusión, que el poder político nacional ha realizado del patrimonio público y el privado de los funcionarios, junto con el selecto grupo de empresarios del "capitalismo de amigos", constituyen ya una "nomenklatura" como la que se formó en la Unión Soviética comunista. Nomenklatura u oligarquía que luego se apropió privadamente de las grandes empresas y los recursos naturales a la caída del régimen comunista. En nuestro caso la apropiación se va realizando con generosas concesiones a los empresarios amigos.
Pero todo esto implica consecuencias morales que ya son visibles, a veces demasiado visibles, en la sociedad argentina. El escepticismo frente a la corrupción, el acostumbramiento a ella, el "no importa", "no hablemos de eso". La corrupción y la impudicia desde lo alto del poder, que en nuestros países es lo alto de la sociedad, se derrama a todos los sectores sociales y va inmunizando a las personas, desde niños, frente a ella. No hay pues que asombrarse de la opinión pública sobre los políticos en general y las instituciones de gobierno.
Los buenos años económicos no pueden ocultar, para la gran mayoría de la sociedad, la enorme degradación moral que se va apoderando del país.