Enrique Sacco sobre Débora Volpin: "A mi modo, trato de comunicarme con Débora"
El periodista deportivo fortalece el vínculo con los hijos de ella.
Entrevista extraída de Clarín
Cómo es tu día laboral hoy, Enrique? Escribiste un libro, Mucho más que fútbol, sos un destacado periodista deportivo...
Era, más exactamente. Con Débora (Pérez Volpin) teníamos una conversación de pareja sobre cómo reinventarnos en determinados momentos de la vida. Ella pensaba dedicarse a la política. En mi caso, fui el primero en plantear que era necesario hacer un cambio y salir del periodismo. En cuanto al fútbol, amaba la organización, el modelo, la proyección como industria de entretenimiento que tiene el fútbol de Inglaterra de la Premier League. A Débora le llegó la posibilidad de hacer política y a mí, poco tiempo después, la posibilidad de salir del periodismo y hacer esto.
¿Esto?
Trabajo en la gestión de la Superliga Argentina de Fútbol, que es el equivalente a la Premier League de Inglaterra o a la Liga de España.
La pareja, entonces, empezó a rumbear hacia otro lado profesional.
Era lo que queríamos. Ella tomó la decisión de lanzarse en la política en junio de 2017 como compañera de Martín Lousteau en el partido Evolución. Y yo di el volantazo en agosto de ese mismo año. Hasta ese entonces, yo trabajaba en ESPN y en radio. Mi vida cambió porque dejé de estar todos los días en los medios para hacer algo que realmente quería hacer: transformar el fútbol.
Cuando ella se lanza en política y vos abandonás el periodismo, ¿tenían el mismo ideario?
Sí, los dos queríamos construir. Débora siempre construyó. La construcción no se basa en que vos ocupes un lugar público, ya sea político o periodístico. Creo que todo el mundo que nos conoce como periodistas sabe que siempre tuvimos un mensaje analítico y constructivo. Y que decíamos lo que pensábamos con firmeza... Cuando ella tomó el desafío en la política, mantuvo eso.
¿Fue un duelo para ella dejar la profesión?
No, no fue un duelo. Le llegó la oportunidad y la decisión la tomó en una semana: nos lo contó un sábado, durante una cena, y al fin de semana siguiente, cuando estábamos sólo los dos, se decidió y se lo comunicó a quien se lo tenía que comunicar. Al lunes siguiente lo dijo en su lugar de trabajo.
Cuando vos explicás las cosas hay un lugar de claridad y de inteligencia, pero también hay un lugar de sana humildad. Y eso lo veía en Débora también. Nunca tuvo la necesidad de la aparatosidad y siempre contaba los proyectos como una cosa más.
Es algo que está en nuestra esencia. Cuando hablábamos de nuestra pareja, siempre son muchas más las coincidencias que las diferencias, porque las primeras son más profundas y las segundas, se conversan y se transforman en coincidencia. La principal coincidencia que nosotros teníamos, y que ella mencionaba siempre, es que nos considerábamos de buena madera.
Los dos sabían que se querían bien. La gente cree que existe el mal amor y eso no existe.
Hay una predisposición al buen amor porque uno quiere a su pareja y quiere a la familia, a sus amigos.
Y eso se ve en tu amor profundo por los hijos de Débora.
Yo digo que soy un papá del corazón porque los chicos, además, tienen un papá absolutamente presente y buena persona.
No sos padre por exclusión, sino por inclusión.
Eso es porque así lo construyó Débora: puso la semilla, la cultivó y la llevó adelante. Nosotros, como familia los cuatro, teníamos una buena comunicación. Agustín y Luna, los chicos, podrían haberme dicho: "Fuiste la pareja de Débora y punto. Aquí terminó nuestra relación, nos vamos a respetar y querer pero a la distancia".
¿Temías que eso sucediera?
No, pero creo ser muy analítico y lo medí desde un principio como una posibilidad absolutamente respetable y entendible. El amor también es darles libertad a las personas.
Pero no sucedió.
No, se profundizó el lazo. El vínculo es auténtico y no hay intereses de por medio, lo único que queremos es que el otro esté bien. No es una protección enfermiza, es inteligente y de amor. Creo que es parte de la misión que llega como un legado de Débora, porque así estábamos juntos.
¿Cuánto tiempo estuvieron en pareja?
Siete años.
¿Estuviste casado antes?
Sí, era casado y divorciado. Todos tenemos una vida (ríe). Pero nos encontramos en una linda etapa de nuestras vidas, en una precisa madurez sentimental y emocional porque estábamos bien parados.
En una cierta autonomía de los dos.
Absolutamente. En una independencia por la que ya nadie te obliga a nada. Esta historia nació de manera libre y natural, y nuestra relación fue muy a la par. Como siempre digo: ni un paso antes ni un paso atrás, sino a la par.
Y porque lo cuidaban para que así fuera.
Había mucho respeto.
Cuando uno tiene la desgracia de perder a la persona que tiene al lado se siente despoblado. Ese vínculo del que vos hablás se transforma en habitante de nuestro mundo interno. Quizás ahora es muy temprano, pero vas a ver qué cantidad de porción de tu mundo interno va a ocupar esta presencia amorosa.
¡Ya lo siento! A veces me preguntan cómo sigo adelante con tanta fortaleza y la respuesta es justamente por todo lo que vivimos, por todas las experiencias compartidas, los recuerdos maravillosos y las historias que nos hicieron crecer. Alguien me preguntó en qué situación quedé con todo lo que había perdido y yo le contesté: "Muchas veces me pregunté cómo sería mi vida hoy si yo no hubiese conocido a Débora. ¿Cómo sería? Pasó lo que pasó, pero felizmente la conocí". Gracias a que la conocí, me transformé en esta versión de persona. Esa es la fuerza que me hace mirar hacia adelante.
En vez de pensar por qué somos mortales, habría que pensar lo increíble que es el hecho de haber nacido.
Y vivimos. Tengo una experiencia de chico. En mi casa éramos cuatro: mamá, papá, mi abuela materna y yo.
"Lo que me pasó en mi adolescencia con mi papá y lo que me pasó en mi madurez con Débora me demuestra que la vida es un paso fugaz."
¿Hijo único?
Sí. Mi abuela sufría mal de Parkinson y estaba postrada. Vivía en nuestra casa y mi mamá la atendía, con todo lo que significa que alguien padezca esta enfermedad porque te ata en muchos aspectos. Mi abuela fallece un 5 de julio y mi papá le comenta a su hermano y a su cuñado que a partir de ese momento quería disfrutar de la vida junto a mi mamá y a mí. El tenía una vida absolutamente normal: salía a correr conmigo a la mañana y nos acompañábamos. Pero el 9 de julio empieza a tener mareos y al día siguiente se hace estudios. Lo internaron y lo derivaron a un hospital de La Plata en donde lo atiende un neurólogo que le detecta un tumor en el cerebelo y determina que había que operarlo. Durante ese tiempo no lo pude ver porque estaba terminando el secundario y la casa de mi familia, en donde yo estaba, quedaba en Bolívar.
¿Y qué recuerdos te quedan de esa época?
Me acuerdo de que papá me decía: "Cuando vuelva, vamos a cambiar el auto, vamos a viajar y a disfrutar de la vida". El 7 de agosto lo operaron, dijeron que la operación había sido un éxito y que sólo quedaba la recuperación. Al otro día, me levanté y había desaparecido esa incertidumbre, pero a mitad de la mañana me llamó el médico de la familia para avisarme que se había complicado la situación de papá y que estaban haciendo todo lo posible por salvarlo. Y cuando salí del colegio y llegué a mi casa, todo el mundo lloraba y me abrazaba. Mi papá había fallecido. Tenía 50 años y yo, 17. Mi papá tenía la misma edad que tenía Débora cuando falleció. Su hija Luna, la misma que yo en ese momento.
¡Qué impresionante!
A partir de ahí, mi postura en la vida fue disfrutarla siempre. Mi papá, por distintas circunstancias, no lo pudo cristalizar. La verdad es que fui un soñador e intenté disfrutar.
Cuando hablás de Débora, no nos convocás al llanto melancólico. Honrás lo que sí fue y su legado. La homenajeás como se honra a una persona que se ha perdido: siendo feliz.
Hay espacio para el llanto y la angustia, son procesos que los lleva uno solo y son muy íntimos, porque cada uno lo vive como puede o como se prepara, ya sea en soledad o buscando ayuda.
Está bueno estar acompañado, pero en algún momento necesitamos estar solos.
Cuando pasó lo de Débora, pedí estar solo el fin de semana siguiente. Quería estar solo conmigo mismo. Ese día que se cerró lo de la Legislatura, a dos días de lo transcurrido, lo dije: "A Débora la vamos a recordar con alegría y la vamos a celebrar porque eso era ella. Es el homenaje que nosotros podemos hacerle". Le repetía a Débora: "Tenemos que disfrutar la vida, porque mirá lo que le pasó a mi papá".
"A partir de la muerte de mi papá, mi postura frente a la vida fue disfrutarla siempre."
Amén de lo que aprendiste de las palabras de tu padre, dijiste: "Voy a hacer lo que me quedó pendiente".
Tal cual. Por eso, con Débora fuimos una pareja que disfrutó de la vida: viajes, reuniones, familias, amigos, los chicos. Siempre con un sentido positivo de la vida. Para nosotros, una cena común de todos los días era un encuentro mágico y maravilloso porque terminábamos con un cafecito o una copa charlando sobre cosas que nos hacían bien.
Es eso lo que inmortaliza.
Exactamente. No nos quedó pendiente nada en ese aspecto. Como los cuentos de hadas, si es que existen, a veces se esfuman. Bueno, supongamos que esto se esfumó así. Pero fue tan mágico y maravilloso lo vivido que uno puede sentirse fuerte cuando tiene esa visión. La realidad que te contaba de la historia de mi casa tiene un colofón: yo ese año terminaba el secundario y tenía que optar por mi futuro, que era estudiar periodismo. Mi mamá en ese momento pasó a ser la única sostén en mi casa.
¿A qué se dedica ella?
Tiene el negocio más antiguo de Bolívar, con 57 años y está premiado. Es de confección de ropa fina de mujer. Mi mamá tiene 86 años, maneja, tiene vida propia, es independiente y siguió adelante con la estructura del negocio. Un día me sentó y me dijo: "¿Vos qué querés para tu vida?". Y le contesté que me quería ir para estudiar periodismo. "Bueno, te voy a apoyar. Para volver tenés tiempo", me afirmó. Fue muy generosa. Lo remarco porque, tras la pérdida que habíamos tenido, ella me podría haber dicho que la acompañara y me quedara. O podría haberme dicho que no me podía apoyar económicamente. Yo pude hacer lo que quise porque tengo una madre absolutamente generosa.
Y generosa consigo misma también: cuando decide seguir adelante, ella también es generosa con ella.
Exacto, es un ejemplo de mujer independiente. En esos años, el rol de la mujer para imponerse ante ciertas cosas no era tan valorado. Y ella se impuso con un negocio, y le fue muy bien.
Y te dijo que salieras a la vida. "Yo tuve un hijo para que salga a la vida y no retenerlo".
Nunca me reclamó nada. No digo que se pueda comparar lo que me pasó de chico con lo que pasó ahora porque perder a un amor, en una etapa de tu vida y con la madurez, te sorprende trágicamente. Te desacomoda. Pero cuando reflexionás y te encontrás dentro de vos mismo, empezás a valorar lo que viviste y a proyectar. El legado son los hijos de Débora. ¿Cómo se hubiera sentido Débora si yo hubiese estado deprimido o embroncado con la vida por lo que pasó? ¿Qué hubiera pensado si hubiese salido con un revólver a buscar culpables o me hubiese quedado acostado en mi cama por siempre? Hubiera pensado: "Este pobre tipo anda por la vida a la deriva". Yo no quiero eso, quiero que Débora y los chicos tengan la mejor imagen posible de mí.
Hiciste de Débora una maestra.
Es que el reconocimiento que existe desde todos los sectores con Débora habla de lo que ella generó y sembró. Ella se hizo querer. También se ganó el cariño del ciudadano común y le puso un voto de confianza para que fuera legisladora. Y también de los hinchas de Boca.
Ah, eso te iba a preguntar: ¿le gustaba el fútbol?
Sí, aunque no para mirar un partido. Lo miraba de reojo. Pero sí le gustaba festejar cuando ganaba Boca.
¿Vos sos de Boca?
(Ríe) No compartíamos el sentimiento por Boca. Nunca dije mi preferencia porque soy periodista deportivo. En la medida en que me hice periodista, estuve más allá de los sentimientos por un club.
Todos estamos pidiendo justicia por lo que sucedió en el Sanatorio de la Trinidad. Pero queda explícito que es una necesidad de verdad más que una búsqueda de venganza.
Un médico está para hacer el bien y para curar, no para lo que ocurrió. Cuando no alcanza el grado de responsabilidad necesaria para hacer el bien, obviamente hay que evaluarlo y juzgarlo.Nosotros sabemos lo que pasó y lo determinaron los peritos oficiales y la autopsia. Ya no hay una incertidumbre como ese día y eso nos da tranquilidad. No queremos que esto quede así. No lo queremos por nosotros y tampoco por la sociedad. Para que todo funcione hay premios y castigos, por lo que hay que determinar responsabilidades. Obvio que en el ámbito de la justicia y con el derecho a la justicia. Lo que a veces nos molesta es que se utilizan vericuetos estratégicos de la justicia para demorar y eso irrita.
¿Te enoja?
Enoja. A veces me preguntan si tengo bronca y la verdad es que no tengo bronca; la bronca me surge por estas cosas. Uno tiene que asumir las responsabilidades. Uno puede equivocarse y pedir disculpas y eso es un punto de encuentro. Asumir responsabilidades es un punto de partida muy importante y hasta facilitaría las cosas de la justicia.
¿Está evolucionando la causa?
Sí. Entre esos vericuetos se ha pedido una junta médica, que nosotros considerábamos que se podría haber hecho dentro del juicio. Eso hizo demorar la fecha de inicio. Pero no tengo ninguna duda de que una vez realizada esta junta, se va a conocer cuándo será el juicio. No tengo duda de que habrá justicia.
¿Sos religioso?
Creo en Dios y creo que los seres queridos, de cierta forma, están acompañándonos. Siempre intento comunicarme a mi modo con papá, con Débora y con un hermano que falleció al nacer.
¿Falleció en el parto?
Sí, murió al nacer por asfixia.
Al guardar a la persona en la memoria amorosa, se la inmortaliza.
Sí, uno se siente acompañado y respaldado. Por otro lado, yo a los chicos les digo: "No se imaginan lo que están aprendiendo en este momento". De repente Luna, que tenía el amor de la mamá-madraza, hoy tiene que resolver temas por sí sola y con mi respaldo. Esos temas la hacen aprender y crecer. A los 18 años tiene, quizás, una experiencia mayor a la de una adolescente común. Lo mismo Agustín. A mí me pasó cuando me vine a vivir solo a Buenos Aires a mis 17, después de que falleciera mi papá: tuve que enfrentar el mundo. Estaba la angustia por haberlo perdido, pero la confianza de mi mamá y el honor a él me hizo venir a no perder tiempo. Vine detrás de mi sueño.
¿En qué proyectos andás ahora?
Estoy en una etapa donde la calma pasa por estar bien conmigo mismo y por poder disfrutar de mis espacios solo. Y de compartir los espacios con nuestros amigos, porque los amigos de Débora siguen siendo "nuestros amigos". Así también el objetivo es crear nuevos espacios con los chicos: tenemos planificado un viaje para hacer los tres pronto, y quizás, haya otro a mitad de año. Como dice la canción, cuando uno viaja, "fortalece el corazón".
Ahora el proyecto es dar nacimiento a las nuevas partes de tu ser.
Exacto. Hoy quiero mantener este equilibrio para mantener los afectos y hacerlos crecer. Sobre todo, disfrutar de la vida, porque lo que me pasó en mi adolescencia con mi papá y lo que me pasó en mi madurez con Débora me demuestra que la vida es un paso fugaz.