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Encuestas: de herramientas a armas electorales

* Por Patricio Giusto, Licenciado en Ciencias Políticas. Del buen y del mal uso de las encuestas, un instrumento estadístico importante y necesario tergiversado por los que buscan obtener réditos políticos.

Desde el punto de vista de la ciencia política moderna, las encuestas o sondeos de opinión son herramientas fundamentales para que los políticos puedan constatar las expectativas y necesidades del electorado.

Los resultados de los sondeos son el parámetro más utilizado para orientar estratégicamente una gestión de gobierno o una campaña electoral. Dichos resultados son útiles para evaluar en qué políticas insistir o no, o qué temas conviene plantear al electorado para ganar una elección.

Los gobernantes y los candidatos miden periódicamente su imagen, su intención de voto, sus fortalezas y debilidades; como así también los atributos y situación de sus oponentes mediante las encuestas.

La obsesión de los políticos por las encuestas

En los últimos años se produjo una fenomenal proliferación de los sondeos de opinión en el ámbito político. Existen varias razones que explican el fenómeno.

En primer lugar, apareció un nuevo actor, de innegable protagonismo en las democracias actuales: la opinión pública. Y la mejor forma de medir a la opinión pública, excluyendo el resultado de una votación, es a través de las encuestas.

Paralelo al crecimiento de la opinión pública como fuerza política de carácter difuso, las técnicas de medición se perfeccionaron notablemente, lo cual dio lugar al surgimiento una verdadera industria de las encuestas.

En un primer momento, las principales demandantes de encuestas fueron las grandes empresas privadas, para sondear las expectativas del mercado. Luego fueron los políticos los que comenzaron a consumirlas, con creciente interés. Lo cierto es que en política no se puede llevar a cabo un análisis, una gestión o una estrategia de marketing electoral sin basarse en encuestas.

Pero tampoco se puede reducir toda la complejidad del proceso político a lo que marcan esos resultados.

Lo correcto sería buscar un punto de equilibrio. Sin embargo, la tendencia en la mayoría de los políticos es a obsesionarse y consumir compulsivamente algo que no es más que un instrumento de medición, que en cualquiera de los casos genera un cuadro acotado y limitado sobre el estado y expectativas del electorado en un momento dado.

Las encuestas como armas electorales

La inclinación de los políticos por los sondeos los lleva a perder el contacto con la realidad concreta y pagar cuantiosas sumas para medir constantemente a la opinión pública. Lo más grave del caso es que muchas encuestas ni siquiera están encargadas para enriquecer el proceso de toma de decisiones, sino que son usadas como armas en la negociación interna de los partidos, o bien para engañar a los votantes.

Respecto a lo primero, tras la profunda crisis de 2001 que dejó agonizando a los partidos políticos, las encuestas se presentaron como la mejor forma de reemplazar las elecciones internas. A tal punto que en los últimos años se consolidó en el seno de los partidos la costumbre de designar a tal o cual candidato en función de los resultados de los sondeos de opinión más recientes.

Inclusive este año, donde por primera vez habrá elecciones primarias obligatorias, abiertas y simultáneas, casi todos los partidos ya designaron a dedo sus candidatos, a espaldas del electorado. Pero eso sí: avalados por un buen abanico de encuestas en mano.

Otra estrategia muy común es la difusión en medios de comunicación masiva de sondeos falsos o retocados, con la finalidad de engañar y reorientar el voto del electorado. En este sentido, los políticos disponen de un ávido ejército de "encuestólogos" que venden sus servicios al mejor postor, desestimando aspectos morales y técnicos de la profesión.

Respecto a este punto, si bien son ampliamente aceptadas las teorías del "voto útil" o "voto táctico" de los electores en determinadas coyunturas políticas, cabe destacar que no hay estudios concluyentes que prueben que la difusión de encuestas sea un factor determinante para reorientar la conducta del electorado (teoría del "efecto arrastre" o "bandwagon effect").

Mucho menos puede sostenerse la teoría del arrastre por difusión de sondeos en el contexto argentino, en el cual las encuestas están fuertemente desprestigiadas ante la opinión pública por el abuso en el que incurren constantemente los políticos.

Conclusión: Impacto del mal uso de las encuestas sobre el sistema democrático

Los sondeos son por naturaleza herramientas electorales y de gestión que, bien usadas, son de enorme utilidad en la vida política.
 
No obstante, en los últimos años, debido a diversos factores mencionados previamente, las encuestas se convirtieron en peligrosas armas políticas que atentan contra la transparencia y desvirtúan el proceso electoral, pilar sobre el cual se edifica el sistema democrático.