En primera persona: cómo se enteró Horacio que su hermana María Marta García Belsunce tenía cinco proyectiles en la cabeza
Horacio García Belsunce narra los detalles del llamado telefónico que le informó el resultado de la autopsia.
Por Horacio García Belsunce
Extraído de InfobaeSerían las nueve de la noche del 2 de diciembre de 2002.
Suena el teléfono: era el responsable de los médicos Flores y Moreira, designados por Molina Pico para realizar la autopsia de María Marta.
Este fue el diálogo:
-Horacio, terminó la autopsia y tengo una noticia horrible para darte...
-¿Qué pasó?
-María Marta tiene cinco proyectiles en la cabeza... ¡Lo siento mucho!
No pude seguir hablando. Al inmenso dolor se agregaba el horror. Tenía que darle la noticia a Carlos, el Gordo, a mis padres, a mis hermanos... ¡Fue espantoso!
Lo llamo a Molina Pico:
-¿Diego, te enteraste?
-Sí... ¡Qué horror!
-No puedo creerlo... Y nosotros convencidos de que fue un accidente...
-¡Qué barbaridad! ¿Y ahora qué hacemos? (Textual)
-¿Cómo qué hacemos? Empezar ¡ya! a investigar para saber quién o quiénes la mataron.
A partir de ese momento me puse a disposición del fiscal mañana, tarde y noche. Solo me faltó dormir en la fiscalía. Y le acercábamos de inmediato todo lo que pedía.
Llamo a Felipe Solá, entonces gobernador bonaerense y amigo de muchos años:
-¡Qué horror, Horacio! ¿Qué necesitás?
-Que si es posible, pongas a disposición de Molina Pico todo lo que necesite para investigar y saber quién o quiénes la mataron.
Pero a partir de entonces se produce el giro de Molina Pico: el inicio de su estrategia maquiavélica...
La certeza del asesinato de María Marta complica su actuación a partir del 28 de octubre.
Sus "errores" (no llevar médico forense, no ordenar una inmediata autopsia, no preservar pruebas, no identificar testigos...) se convertirían en incumplimiento de los deberes de funcionario público y lo pondría al borde de un jury de enjuiciamiento y al fin de su carrera.
Tenía dos caminos:
1) Cumplir con su deber de fiscal y profundizar la investigación para descubrir la verdad,
2) Priorizar la continuidad de su carrera, minimizando o ignorando sus errores.
Se decidió por el segundo camino: "la familia me engañó", "Carlos es el asesino", "la familia encubrió".
Pero a pesar de su ineptitud, se dió cuenta de que no podía recorrerlo en soledad.
Por esos días se produce un importante cambio en la conducción de la instrucción de las investigaciones. Ya no estarían más en manos de los jueces sino en la de los fiscales (Sistema acusatorio). Los jueces quedarían como garantía de los derechos y garantías de los acusados e imputados. Un gran cambio y una tremenda responsabilidad para los fiscales (muchos de ellos, jóvenes sin ninguna o casi ninguna experiencia), y más responsabilidad para el jefe de todos ellos, el procurador general bonaerense Matías de la Cruz.
Molina Pico recurre al procurador con la excusa de la trascendencia de la causa y la necesidad de recursos para seguir adelante.
En realidad, De la Cruz tuvo problemas en algunas causas por el accionar de sus fiscales, no podía dejar zapateando en el agua a otro de los suyos... y menos en un caso tan grave.
Le brinda todo su apoyo a Molina Pico, pero le exige una inmediata conferencia de prensa para explicar su teoría del crimen de María Marta.
Molina Pico lo hace: conferencia de prensa con todos los medios a su disposición...
Expone su teoría sobre el engaño de nuestra familia y su convicción sobre la responsabilidad de Carlos Carrascosa como autor, y de parte de la familia: (Guillermo Bártoli, mi cuñado; John Hurtig, mi hermano, y yo, junto con Gauvry Gordon, médico de la primera ambulancia, y Sergio Binello, íntimo amigo de María Marta y Carlos, M y Carlos), ¡como encubridores!
Una locura impensable: encubrir el asesinato de mi hermana. En qué cabeza puede caber. Es no conocerme, no conocernos...
Para el periodismo, un buen negocio: una familia honorable presentada ante la sociedad como una banda de mafiosos...
Por supuesto, una gran parte de la sociedad también compró la historia. No se habló de otra cosa en los comienzos del 2003. Fuimos tapa de los principales diarios durante casi dos meses. Diarios, revistas, radios, televisión...
Nada de lo que decíamos para explicar nuestra absoluta inocencia tenía valor. Molina Pico era el héroe que se había animado, como él mismo dijo, "a investigar e imputar a los ricos".
El periodismo compró todo el pescado podrido que les vendió el fiscal.
Luego se sumó a ese coro el responsable de la comunicación designado por el procurador general, un tal Vedio, ocupado en hacer llegar a los periodistas y medios todas las falsedades imaginables que distorsionaran la verdad y se le ocurrían a Molina Pico para elaborar y concretar su maquiavélica estrategia.
Injuriaron y calumniaron a María Marta, indujeron testigos, tomaron declaraciones testimoniales fuera de sede, manipularon testigos y pericias, mintieron... ¡Mintieron!
Un ejemplo de esa manipulación: Molina Pico le pide al juez Barroetaveña la prisión preventiva de Carlos Carrascosa. El juez la deniega diciéndole que no hay elementos de prueba suficientes. Entonces inventa la pericia del pegamento para tapar los orificios de los proyectiles en la cabeza de María Marta.
Aclaración clave: para elaborar pegamento se necesitan dos componentes, ciano y acrilato.
Encontraron ciano, usado en muchos productos. Por ejemplo, los champúes contra piojos usados por María Marta en su trabajo solidario en comedores populares y villas trabajo solidario en comedores y villas, en selladores de los ataúdes, etcétera.
Pero no encontraron acrilato. Por lo tanto, no había pegamento.
Sin embargo la pericia concluye que "habiéndose encontrado el componente del ciano... podría ser que hubiera acrilato".
¡Increíble, pero cierto!
Al día siguiente, tapa de Clarín en letras de molde: "Hallazgo macabro: pegamento en la cabeza de María Marta".
El juez Barroetaveña se asusta, y bajo semejante presión dicta la prisión preventiva de Carlos Carrascosa.
Pero luego se arrepiente, porque los mismos médicos forenses que hicieron la autopsia declaran que "No había ninguna muestra de pegamento en los orificios de la cabeza de María Marta".
Sin embargo, hasta hoy, mucha gente sigue diciendo que tapamos los orificios con pegamento, a pesar de que en la causa está acreditado lo contrario...
Y otro dicho se transformó en sentencia popular:
-¿Cómo pueden confundir cinco orificios en la cabeza con un accidente en la bañadera?
Puedo explicarlo: ninguno de los cinco proyectiles tenía orificio de salida.
Además, los médicos que practicaron la autopsia declararon:
-Para ver los proyectiles tuvimos que lavar, rapar, cortar la calota craneana, licuar toda la masa encefálica, y recién ahí, con asombro, vimos los proyectiles en la cabeza.
No creemos que los médicos de emergencia de las ambulancias que llegaron, y ni siquiera un médico forense que hubiera ido, pudieran darse cuenta de que María Marta tenía cinco balazos en su cabeza. Y creer que los familiares se percataran de ello... es una locura. Creer que los familiares pudieron haberse percatado, es una locura.
¿Qué médicos forenses pudieron y debieron haber ido, y no fueron?
1- El que debió llevar Molina Pico el 28 de octubre a la mañana.
2- El que mi cuñado Guillermo pagó de su chequera personal a la funeraria para que fuera.
3- El que le pedía esa mañana al comisario Casafús.
4- El que llamó Romero Victorica y no llegó porque estaba en Baradero.
Otra: "¿Cómo pueden confundir una bala con un sostén de estantes de biblioteca (el pituto)?
Esto me toca muy en lo personal.
Hubo un periodista que llegó a colocar distintos tipos de bala sobre un escritorio y dijo: "Con esto confundió Horacito un sostén de estantes... ¡Por favor!"
Explico. No soy tan estúpido como para confundir una bala con un sostén de estantes. Lo que encontramos fue un proyectil disparado y aplastado que puede tomar distintas formas, y en este caso tomó la forma de ese pedacito de metal que, según mi apreciación, era un sostén de estantes. Nunca en mi vida había visto ninguno...
Cada vez eran más las mentiras, las calumnias, las injurias, los testimonios mendaces o falsos y las manipulaciones de todo tipo que nos sumían en una pesadilla casi imposible de explicar. Carlos preso sin pruebas, sin móvil, sin arma. Nosotros imputados por encubrimiento sin pruebas: con mentiras...
¡Pobre María Marta, cuántas veces la mataron!
A esa altura creíamos que había sido un intento de robo. Que María Marta había llegado antes que los ladrones, imprevistamente. Que los conocía, y no tuvieron más remedio que matarla. Supimos que a escasos cien metros vivía un vecino conflictivo que robaba en las casas: palos de golf, computadoras, chequeras, y que María Marta sospechaba que le había robado a Tom, su perro.
Que por estos antecedentes le dijeron que se fuera de Carmel.
Que aquella tarde trotaba a eso de las seis y diez de la tarde hacia lo de María Marta cuando ella volvía a su casa en bicicleta.
Que mientras la velábamos, el 28 de octubre a eso de las ocho de la mañana, estaba en la confitería de la ESSO de Pilar preguntándole a un mozo de apellido Monzón:
-¿Sabés algo de la mina que mataron en Carmel?
¿Por qué preguntó "la mina que mataron", si la estábamos velando por haber muerto en un accidente en la bañadera?
Dato clave: el mozo ratificó la situación y la pregunta en todas sus declaraciones.
Conclusión: ese vecino era y es Nicolás Pachelo. El fiscal contaba con declaraciones, antecedentes y hechos que justificaban -por lo menos- una investigación.
Pero no ocurrió.