DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

En las malas todo se hace más difícil

Por Carlos Sacchetto* Una ola de adversidad (verificable en infinidad de situaciones) corroe por estos días al oficialismo nacional. Pero lo peor no es la "mala racha", sino el modo en que se la encara.

Algunos referentes del kirchnerismo, enfrentados a la cantidad de datos adversos que les proporciona la realidad, están empeñados en difundir que sólo se trata de "una mala racha" que no afecta al objetivo principal, que es la reelección de la presidenta Cristina Fernández. La palabra racha se utiliza para definir, en cualquier actividad, un período breve de fortuna o desgracia. Que en este caso se trata de un período de desgracia, está por demás claro. Pero lo que nadie puede asegurar con certeza es que ese período también será breve.

Ocurre que los hechos políticos que marcan una escalada de infortunio para el kirchnerismo no dejan de sucederse. La severa derrota electoral en la Capital Federal nada menos que ante Mauricio Macri, a quien considera su principal enemigo ideológico, desató una seguidilla de torpes movimientos que agrietaron en forma peligrosa lo que hasta hace poco se mostraba como un relato de estructura sólida, compacta y al que algunos consideraban también invencible.

Culpas ajenas

La consigna oficial fue y sigue siendo preservar la imagen de Cristina despegándola de cualquier episodio negativo, utilizando el insolidario sistema de fusibles. De ese modo, y aunque la Presidenta lo nominó como su candidato, el único responsable de la caída en el distrito porteño es Daniel Filmus. En Santa Fe, adonde ella hasta viajó a hacer campaña, el crucificado en soledad tras el papelón fue Agustín Rossi. Así ante cada revés. La culpa siempre está afuera, jamás es propia.

Un funcionario de alto rango en una provincia, un peronista de toda la vida que sufrió largos años de cárcel durante la dictadura, reflexionó con realismo: "Hay que cometer muchos errores políticos para que un gobierno con 32 trimestres de crecimiento económico pueda perder una elección". Y agregó decepcionado: "Encima si después de semejante crecimiento hay un nivel de pobreza superior al 30% y un empleo en negro del 38%, ese gobierno no puede decirse peronista ni progresista".

La queja revela un estado de ánimo crítico que se extiende entre la propia dirigencia oficialista.

Cuentan algunas fuentes de la Casa Rosada que la Presidenta mantiene su combatividad a pleno, pero se la ve nerviosa y ha aumentado la frecuencia de sus enojos. Para ella es duro asumir que sus mejores posibilidades de triunfo en octubre se ligan cada vez más a la suerte del gobernador Daniel Scioli. El territorio bonaerense, por su peso en el padrón nacional, es el único que puede otorgarle la diferencia necesaria para compensar la pérdida de votos en el resto de los grandes distritos.

El fundamento de esa "Scioli-dependencia", sin embargo, también es relativo. Hay mediciones oficiales que registran una intención de voto para el gobernador que es superior a la de la Presidenta. Cuando se lo informaron, a Cristina se le pusieron los pelos de punta y sus gritos de indignación estuvieron dirigidos con exclusividad a quienes realizaron la encuesta y no a la posibilidad de que éstas se aproximen a lo que en realidad está ocurriendo. Para ella y su circunstancia, son días de un disgusto tras otro.

No se habían apagado los ecos amargos de la primera vuelta en Capital Federal, cuando arreciaron los inoportunos cuestionamientos de los intelectuales. Luego vino el balde de agua helada que arrojaron los santafesinos. Más tarde, el escándalo del fútbol, con el lanzamiento de una idea destinada a despertar simpatías pero que devolvió repudios. Marcha atrás entonces, a despegarse y patear la pelota hacia delante.

Esas mentiras

Si hacía falta darle estado público a las dudas internas sobre la credibilidad del relato presidencial, llegaron las acusaciones de traición para el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández. La durísima respuesta del ex funcionario, conocedor de la intimidad de los Kirchner desde antes que llegaran a la Presidencia, calificó de mentirosa y fabuladora a Cristina. Nunca antes alguien tan próximo había llegado tan lejos. El posterior cruce de Aníbal Fernández no hizo más que mostrar la patética descomposición del sistema de lealtades y gratitudes de quienes hoy habitan el poder.

La represión y los cuatro muertos en Jujuy, de lo que el Estado nacional no puede desentenderse, tiene también un costo altísimo en materia de derechos humanos, tema sensible para el oficialismo. Las contradicciones abundan.

"Así estamos desenterrando y reviviendo a (Eduardo) Duhalde", protestan quienes deben garantizar el voto kirchnerista en territorio bonaerense. No se equivocan. El ex presidente espera con los brazos abiertos a los disconformes. Faltan 15 días para las primarias y hay zonas de ese distrito en las que intendentes, dirigentes sectoriales y punteros dicen en voz baja que no harán ningún esfuerzo para conseguir votos. "Si Cristina se lleva un susto ahora, que no se juega el poder, podremos negociar mejor para octubre", aseguran.

Todo es riesgo. Más todavía si la mala racha no se detiene.