¿Embarazos a cualquier edad?
*Por Fernando Beltramone. En ocasiones, escuchamos informes sobre embarazos a edades inverosímiles, lo que ha motivado una profunda discusión ética.
La donación de ovocitos, u "ovodonación", constituye un acto solidario y desinteresado que a lo largo de los últimos 27 años ha permitido a numerosas mujeres con problemas de fertilidad en todo el mundo acceder a opciones reproductivas impensadas en otras épocas, con la posibilidad de lograr embarazos aun en casos de menopausia o ausencia de ovarios.
La práctica ha llevado, sin embargo, a que en distintas partes del planeta esta valiosa herramienta que posibilita la concepción haya sido en ocasiones incorrectamente aplicada. De esa manera se ha puesto en riesgo, en algunos casos, no sólo la salud de la mujer implicada sino también se ha afectado negativamente al niño por nacer, desde un punto de vista social.
Días atrás, un tribunal de la ciudad de Turín (Italia) decidió quitar la custodia de su hija lograda a partir de donación de ovocitos a una pareja de 58 y 70 años, por su elevada edad. Sin eufemismos, la sentencia advirtió que la menor fue "fruto de una aplicación distorsionada de las enormes posibilidades que ofrece el progreso en materia de genética" y que la niña quedaría huérfana posiblemente siendo aún menor de edad, además de verse "obligada" a cuidar a sus padres ancianos, "con posibles graves patologías o minusvalías".
Discusión ética. Esta resolución es tal vez la punta de un gran iceberg. De hecho, en ocasiones escuchamos informes sobre embarazos a edades inverosímiles, lo que ha motivado a inicios de este siglo una profunda discusión ética a nivel internacional respecto de los límites que deben regir sobre la donación de óvulos y la posterior aplicación de técnicas de fertilización sobre parejas con necesidad de descendencia.
Estos intercambios llegaron a un consenso de edad máxima para la concepción estipulada en los 50 años, en el caso de la mujer, y 55 en el caso del hombre, cifras que han sido tomadas en general por los especialistas de nuestro país. El problema es que muchos otros, sin embargo, han desoído este consejo por diversos motivos.
En el año 1998, Mark Sauer, pionero de la ovodonación en Estados Unidos, refiriéndose al primer embarazo y parto de una mujer de 63 años en 1997, publicó: "¿Maternidad a cualquier edad? La donación de ovocitos no está destinada para todas las pacientes", en clara alusión a la necesidad de regulación, que en algunos países está signada por leyes, y en otros está regulada por las recomendaciones de las sociedades científicas.
Reglas y límites. Ante la falta de legislación sobre este tema, los expertos en la materia y la sociedad en general debemos preguntarnos, entonces, hasta qué punto debe primar el derecho a engendrar sobre el derecho del menor por nacer a tener garantizada la contención que éste necesita para su crecimiento, al menos hasta su mayoría de edad.
En otras palabras, debemos preguntarnos: ¿es correcto poner coto al derecho de la pareja adulta de tener descendencia bajo un criterio de contención social del niño, y pensando en que éste encuentre en sus padres durante su niñez, adolescencia y juventud el acompañamiento, la educación y la mantención que necesita?
La respuesta es difícil, ya que cada caso es atendible y sería improcedente generalizar. Pero hay que tener claros los límites de su aplicación.
En nuestro centro (Cigor) coordinamos desde el año 2000 el primer servicio de donación de ovocitos de la provincia de Córdoba. Eso significa que no hemos sido para nada ajenos a esta discusión (en realidad hemos sido parte de ella) y hemos respetado los lineamientos alcanzados a partir de este consenso.
La única salvedad: en los últimos años hemos decidido bajar la edad máxima para la transferencia de ovocitos a los 47 años. Fundamentamos esta política en el hecho de que los niños nacidos en estas circunstancias puedan gozar de la atención de sus padres hasta la transición a la adultez.
El factor social. Si bien desde un punto de vista estrictamente biológico no hay contraindicaciones para la donación y transferencia de ovocitos –siempre que estemos frente a una paciente receptora sana–, entendemos que el factor social en este tema es fundamental, ya que puede condicionar el desarrollo del niño, pudiendo dejar secuelas imborrables que éste cargará –para bien o para mal– a lo largo de toda su vida.
Debemos entender, entonces, que si bien los avances de la ciencia nos han permitido derribar barreras antes insuperables, las nuevas posibilidades que se abren deben ser necesariamente respaldadas por regulaciones legales, o mientras éstas no existan, discutir extensa y claramente estos aspectos y respetarlos en cada caso.
Es nuestro deber como profesionales médicos saber hasta dónde podemos y debemos avanzar, independientemente de cualquier valoración o interés propio.
El mundo evoluciona, y nosotros con él. Hay que aprender a adaptarse a los cambios, y entender que somos los protagonistas de ese cambio, y los responsables de que sea para una realidad mejor.