Ella por demolición; ahora contra sí misma
*Por Pablo Ibáñez. Cristina de Kirchner empezó a acariciar anoche su inclusión en un podio histórico: su cómodo triunfo la perfila como ganadora de octubre y en el andén de un tercer mandato que convertiría a su estirpe, los Kirchner, en la que gobierne el país durante más tiempo.
Queda, técnicamente, un trecho para coronar la aventura reeleccionista. Pero las incógnitas sobre ese resultado habitan sólo el terreno del azar, el imprevisto o la tragedia. El triunfo, por demolición, sugiere que el trayecto a octubre será un viaje sin sorpresa.
Al límite de los 50 puntos, con la oposición desperdigada en tribus que no superan el 13%, la foto de la primaria proyecta su sombra sobre la elección general y autoriza la presunción de que Cristina arrancará, en diciembre, el tercer mandato del clan K.
Ese proceso -sometido, como todo futuro, a imponderables- invita a un cálculo: en diciembre, Cristina iniciaría un conteo para desplazar a los Perón de la cima estadística que, con cuatro gobiernos, una muerte y dos golpes, suman 11 años y 9 meses en el poder.
La estadística excluye a Juan Manuel de Rosas, que reinó con una impasse dos décadas. La historiografía clásica anota al Restaurador, usualmente reducido a la mazorca y a la traición, como gobernador, no como presidente.
Cristina cinceló, anoche, tres cuartos del sueño de los 16 años K que, sin Néstor, ahora suenan imposibles. No faltará, en estas horas o en el futuro mediato, la especulación sobre una reforma constitucional para barrer el impedimiento de la segunda relección. Por ahora, sólo desvelos.
Por lo pronto, ayer dio el primer paso para extender a 12 años y medio la estadía de los Kirchner en Olivos.
Su domingo no pudo ser mejor. La presidente superó su propio score de 2007 y coronó una victoria en todas las provincias, con la excepción de la San Luis de los Rodríguez Saá. Duplicó a la fórmula Duhalde-Das Neves en Chubut y vencía esta madrugada a Hermes Binner en Santa Fe.
Objeción
Con esos datos, Cristina objeta la mitología sobre la debacle K. Ganó Capital y Córdoba, arrasó en las provincias chicas y consolidó la victoria en la monumental provincia de Buenos Aires donde cosechó, en desmedro de los caciques territoriales, más del 53%.
Esa contundencia, sólida per se, se magnificó con la atomización de la oposición. Fracasó la hipótesis, patrocinada por Eduardo Duhalde, según la cual ampliar la oferta anti K le producía un daño al oficialismo. Resultado: el segundo quedó a 37 puntos.
El puzzle opositor es más cruel: Francisco De Narváez capturó un 6% más que Alfonsín. Duhalde despegó 5 puntos de su postulante bonaerense, Eduardo Amadeo. Lo más estable fue el Frente Progresista: Binner y Margarita Stolbizer terminaron casi empardados.
Frente a eso, Cristina porta otra medalla. La primaria, aunque huela superficial, la tuvo como candidata única en gran parte del país. Con ese argumento, en el búnker K anoche deslizaban que ese 50% se compone de votos propios.
Hay una verdad parcial. El dispositivo montado en la provincia, con 400 candidatos municipales y tres postulantes a gobernador -Daniel Scioli, Mario Ishii y Martín Sabbatella- enriqueció la cosecha de Cristina. De todos modos, hubo corte de boletas: sacó el 3% menos que la sumatoria de sus afluentes, aunque terminó algunos puntos arriba de Scioli.
El voto K fue, en ese aspecto, más estable que el voto anti K. Vertical, el kirchnerismo consiguió unificar los distintos tramos y niveles de candidatos. Scioli tuvo su propia celebración: liquidó por 30 puntos de diferencia a De Narváez.
El kirchnerismo, y Cristina como exégeta mayor, superó sin estridencias la primaria, despejó las dudas sobre octubre y pareció sepultar, en un solo movimiento, el balotaje. Ahora deberá convivir con su triunfalismo. Sin enemigos delante, ella es desde anoche su propio rival.