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Elección para la reelección

*Por Joaquín Morales Solá. En una rara elección interna en la que votó una sola persona, Cristina Kirchner eligió a Daniel Filmus y confirmó que el kirchnerismo es la colectividad más flexible y pragmática de la política argentina.

Más cercana emocionalmente a Amado Boudou que a Filmus, la Presidenta cumplió con el manual básico que le legó su marido muerto: las emociones y los gustos no sirven para enfrentar elecciones.

La decisión capitalina tiene más valor como síntoma que como decisión. La primera de las grandes decisiones presidenciales de las próximas semanas señaló también, claramente, que Cristina Kirchner ya es candidata a la reelección. Se inclinó por Filmus pensando más en octubre que en la Capital, donde las elecciones serán el 10 de julio. Sólo un problema de salud que hoy no existe podría bajarla de la candidatura presidencial , dijo un influyente funcionario, el único que apostaba por Filmus cuando todos celebraban anticipadamente al lado de Boudou.

La simpatía de la Presidenta hacia Boudou no pudo competir con las supuestas antipatías presidenciales a Filmus, quien, debe precisarse, sólo usó esporádicamente su derecho a la libertad. Boudou es ahora el jefe de Gabinete en los hechos y podría serlo formalmente en un nuevo gobierno de Cristina Kirchner , aseguran los que conocen los movimientos del séquito presidencial. La carrera en la cima es una cosa, pero Boudou vivió la decisión del viernes como un fracaso político y personal. ¿Era Boudou el mejor candidato para enfrentar a Mauricio Macri, que conserva el liderazgo político de la Capital?

Tal vez una anécdota sirva para responder esa pregunta. Una de las razones por las que Macri se bajó de la candidatura presidencial (hubo varias más, sin duda) fue la intuición de que cualquiera de sus dos ahijados para sucederlo en la capital, Horacio Rodríguez Larreta o Gabriela Michetti, perdería contra Filmus. Filmus podría ganar si fueran ellos , se sinceró Macri en su momento ante el líder radical de Córdoba, Oscar Aguad.

Macri es ahora el candidato y no ninguno de sus retoños. Eso es lo que lo convirtió a Filmus en más necesario que antes, aun cuando la Presidenta debió olvidar, pasajera y no definitivamente, que el senador tomó distancia en 2009 de un gobierno que era una estrella menguante, y que se volvió a aferrar a él ahora, cuando es, por obra y gracia del crecimiento económico y de una muerte súbita, una constelación casi excluyente.

Esas pasiones se olvidaron en el momento en que se entró a valorar que la elección capitalina precederá sólo en tres meses a las presidenciales. Cristina Kirchner apostó entonces a ganarle a Macri en su propio territorio, lo que potenciaría fuertemente su propia candidatura, o a perder sin pagar los precios de cualquier derrota. Filmus es Filmus; Boudou es, en cambio, una creación casi personal de la Presidenta.

El caso Boudou explica, mejor que nada, una forma de gobernar. Sin brillo como economista ni como político, construyó su capital político con una mezcla de disciplina y sumisión. Vos no sos leal como Boudou , le zampó Cristina al leal ex canciller Jorge Taiana cuando lo despidió a éste de su gobierno. Boudou es, entonces, el ejemplo para los otros ministros. Boudou asume las políticas presidenciales hasta sin entenderlas; copia el contenido de los discursos presidenciales y se hace amigo y enemigo de los amigos y enemigos de la Presidenta.

Es el ministro que jamás ingresa en la oficina de los presidentes con malas noticias. Tiene, además, la estética de cierta modernidad que seduce a Cristina Kirchner. Esa emulsión de fidelidad y estética es lo que predomina en la construcción cristinista de la política.

Predomina más, con todo, un sentido de la autoridad que roza peligrosamente el autoritarismo. La Presidenta suele decir que a las mujeres les cuesta mucho más que a los hombres conseguir las cosas de la vida y de la política. La aseveración es irrefutable y no necesita probarse. Quizás esa certeza de que la mujer está siempre en inferioridad de condiciones es la que la impulsa hacia una manera de mandar excesivamente personalista. La escenografía de la noche del viernes, en la que tres hombres desorientados fueron a Olivos a inclinarse ante un destino que desconocían, fue propia de las monarquías previas a la Ilustración.

Hay testimonios de que Boudou, por ejemplo, había encargado en la mañana del viernes las vituallas de una celebración que no sucedió. De hecho, la ciudad amaneció esa misma mañana llena de carteles nuevos con Boudou posando al lado de la Presidenta. Eran los vanos aderezos de un festejo arruinado.

Si la decisión descansaba sólo en el derecho divino de una persona, ¿para qué, al final de cuentas, Filmus, Boudou y Carlos Tomada gastaron fortunas en afiches callejeros? ¿A quiénes querían convencer? ¿O es que, acaso, toda esa montaña ya inservible de carteles publicitarios estaba destinada a los ojos de una sola persona? Cuesta imaginar a hombres con trayectoria política sometidos a un método tan poco respetuoso de los partidos políticos y de los propios dirigentes políticos.

El proceso de selección de candidatos locales o nacionales está exhibiendo la crisis terminal que afecta al sistema de partidos en la Argentina. El liderazgo personal, a veces el mesianismo de un individuo, está reemplazando en todos los casos a la cáscara vacía de los partidos. Un día antes, el jueves, se reunió en La Plata la conducción nacional del Partido Justicialista y no dijo una sola palabra sobre las alternativas que aún existían en la Capital. Ese concilio sólo sirvió para repetir que Cristina Kirchner tiene el poder para hacer lo que quiera, incluso para redactar párrafos enteros de un documento firmado por un consejo al que no pertenece y sobre una reunión en la que no estuvo.

Cristina Kirchner ya es candidata a la reelección aunque por momentos su cuerpo y parte de su cabeza le digan que no. Pero la parte más decisiva de su cerebro y, fundamentalmente, su alma están diciendo que no tiene otro proyecto que permanecer en el poder. Nunca otro candidato presidencial trabajó tanto como ella la lealtad hacia un futuro gobierno suyo.

Ningún candidato a legislador nacional, sea de la provincia que sea, puede considerarse como tal hasta que no pasa por el estricto tamiz presidencial. Hasta los candidatos comunales de la Capital han sido supervisados por Cristina y por su equipo personal, que llenaron esos cargos con jóvenes de La Cámpora. Los tres candidatos de la Capital debieron depositar sus respectivas listas de candidatos a legisladores porteños en manos del secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini. Filmus recibirá ahora la lista definitiva confeccionada por la Presidenta y sus jóvenes asesores.

En Mendoza, acaban de ingresar en las listas de candidatos a diputados nacionales dos militantes de La Cámpora, impuestos personalmente por Cristina, en lugar de dirigentes que habían ganado procesos internos de selección. Uno de los que cayó es hijo del ex hombre fuerte del menemismo Eduardo Bauzá.

Si ahora dijera que no, habría muchos más problemas que soluciones , deduce un kirchnerista escéptico. Todas las turbinas del oficialismo están trabajando en la dirección de la candidatura a la reelección. ¿Cómo cambiar su rumbo drásticamente, en tan poco tiempo, sin que el peronismo se resquebraje? ¿Quién estaría en condiciones ahora de hacerse cargo de semejante sistema de poder vacante?

Es cierto que Cristina Kirchner está haciendo ahora el duelo que se negó a hacer durante seis meses. Su ánimo está cada vez más frágil y sus lágrimas son más frecuentes que nunca. ¿Mejoraría su espíritu si dejara los empaques del poder y se quedara sin trabajo? No. ¿Y cómo resolvería la voracidad del peronismo ante un eventual mandato sin reelección?

El kirchnerismo siempre tiene un conejo en la galera y la nueva sorpresa será, seguramente, un largo debate sobre una reforma constitucional para perpetuarla a la Presidenta en el poder. Esa reforma no sucederá nunca, pero la discusión sobre ella servirá para congelar todas las otras ambiciones. El plan ya existe.