El vaciamiento de la política
*Por Tomás Abraham. La palabra "vacío" es frecuente en los discursos de nuestro tiempo. Se habla de la era del vacío. Marshall Berman nos recordó que todo lo sólido se desvanece en el aire.
Además, hay temores por la vida líquida que Zygmunt Bauman sabe describir gracias a todos los lugares comunes que circulan sobre la sociedad de consumo. Ni siquiera la solidez de la materia nada bueno garantiza, ya que no faltan quienes comprueban que la tierra, lifosatos mediante, está envenenada. No dejamos tampoco de lado la combustión apocalíptica por la que el fuego nuclear acabará con todo.
Es como si volviéramos a enumerar los elementos constitutivos del universo -aire, agua, tierra, fuego- de acuerdo con las cosmogonías de los físicos griegos antes de que fueran llamados filósofos, pero esta vez no como formadores sino como disolventes del mundo en el que vivimos.
Hasta hace pocas semanas, se decía que la política estaba vaciada por culpa de Miguel del Sel. Pobre hombre, ha sido responsabilizado del desastre cósmico por haberse atrevido a ser candidato a una gobernación. Tiene el mismo destino que Renato Descartes, que, de Heidegger a Greenpeace y a pesar de su metro cincuenta y cinco de estatura, fue hallado culpable de la destrucción del planeta, de la mecanización de la existencia y de los crímenes de la biopolítica. El Midachi, lo mismo. Por supuesto que otro responsable del vaciamiento es Mauricio Macri, ya que representa esa mezcla de cumbia y globos que asquea a más de uno.
¿Cómo diagnosticar esta falta de contenido una vez que se comprueba que el votante de Del Sel y Macri también ha elegido en las primarias a Cristina? ¿Es un vaso medio lleno o medio vacío?
¿Pero de qué vacío hablamos? O, mejor dicho: ¿qué llenado extrañamos o anhelamos? No hay mucho que pensar, ya que la nostalgia hecha bolero se entona con frecuencia en la escena local. La música y la letra están a la vista. Añoramos la era en que la política remitía a un espíritu trágico, una épica heroica, tiempos de utopía y de sueños de justicia. Ese es el contenido que faltaba hace días y que ahora parece que se recupera.
Evidentemente, todo lo sólido se desvanece en el aire, la liquidez borra todas las huellas y el fuego arrasa con lo que se le interponga.
Para el setentismo retro, el vaciamiento comienza cuando la política se convierte en un hedonismo funcional a la sociedad de consumo. Su lema es la felicidad de la gente. Macrismo y sciolismo, por ejemplo, se saludan desde ambos lados de la trinchera cuya fosa no oculta que un poco más allá, para quien quiere verlo, hay un puente del amor en el que los dos a medio camino se juntan para brindar con los vecinos porque está bueno ser feliz.
Para muchos intelectuales de nuestro país y para la gente de la cultura oficial, el kirchnerismo es el que recupera la política en su sentido pleno y no vacío, y lo hace acompañado por los mártires de la historia, los héroes nacionales y populares, los revolucionarios del setenta, los ideólogos antiimperialistas, los revisionistas y neorrevisionistas en nombre de San Martín, Rosas, Evita y Néstor, con Scalabrini, Jauretche, Cooke y Walsh, con el apoyo de las organizaciones de los derechos humanos, con la ayuda del presidente de la AFA, la mística de los que desmuestran un coraje inusitado en la tele, el periodismo militante y canchero, los "jóvenes" gerentes de La Cámpora, los amigos de Jaime, las dudas dolorosas del reflexivo director de la Biblioteca Nacional, las viviendas sólo soñadas y las exóticamente ocupadas por apoderados, ahijados y jueces supremos; en suma, por el listado abundante de las figuras de la nueva espiritualidad argentina.
Es probable que haya que volver a pensar este problema de la farandulización de la política porque, por lo visto, quienes desfilan por la pasarela han enriquecido el mundo del espectáculo, sin ser todos actores profesionales. Para llenar el vaso, todas las contribuciones son buenas.
De acuerdo con el estado de gracia que decreta Cristina Fernández, por esta suerte que nos depara el modelo, nosotros no padecemos los dolores del Primer Mundo, de su juventud desamparada, indignada o desacamporizada, y gozamos de la patria en la que cantamos el Himno bien fuerte porque estamos orgullosos de pertenecer a esta tierra y de haber recuperado la fe.
Desconocemos por qué Michelle Bachelet, Lula da Silva, José Mujica, el mismo Ollanta Humala y Dilma Rousseff también vacían la política y se han olvidado de la épica de la historia. La chilena, que nada hizo para democratizar la educación de sus estudiantes que gritan por las calles mientras son reprimidos por el nuevo presidente. Lula, cuyo Hambre Cero no deja de ser bastante más que uno y su política fiscal, una fuente de réditos financieros que hacen sonreír a una plutocracia feliz. La presidenta brasileña, que ha olvidado su pasado guerrillero para embarcarse en un "honestismo" pequeñoburgués que hace mella en su gabinete. El "Pepe" oriental, que ya no quiere que su país se parezca a Cuba, sino a una pálida Dinamarca. El furibundo militar peruano, que dice respetar los tratados con el Imperio para beneficio de sus minas y sus harinas. Todos vacíos.
Nosotros, no; estamos llenos. Los abogados de Santa Cruz que hace un tiempo nos gobiernan trabajaron bien y mucho durante los setenta, los noventa y en el 2000 también, para devolvernos la esperanza y la dignidad. Nos han dado, como Moisés a sus fieles, una nueva ley llamada "relato", que nos guía y nos elige como pueblo.
Nuestra juventud revive. Nuestro poroto crece. El fútbol es para todos. La Presidenta nos ama. Las asignaciones solventadas por los jubilados se dicen universales. La Argentina que ya fue potencia ahora vuelve a serlo y es un ejemplo para Barack Obama y Angela Merkel.
Cuesta creer que estos mandatarios del ex Primer Mundo no entiendan que lo mejor que pueden hacer es un default tal como lo hicimos nosotros. Que los bonos de la Reserva Federal se los pague Dios, o Scioli -que parecen ser lo mismo según un nuevo aviso-, y que los griegos hagan su corte de manga al mejor estilo Anthony Quinn; que aprendan del Adolfo.
Les enviamos al puntano y él sabrá con su proverbial simpatía mandar a pasear a los acreedores mientras lo aplauden demócratas y republicanos, y lo abrazan Giorgos Papandreu y Jean-Claude Trichet.
Basta de dólar y de euro; llega la hora del yuan? ¡y del patacón!
Se oye un ruido molesto. Ha sonado el despertador. Es el genio maligno que perturba nuestro plácido sueño y no nos permite, una vez el vaso lleno, deleitarnos con su contenido.
Lástima. La verdad es que he tenido un buen descanso del que acabo de despertar, como lo es toda dormida activa en imágenes y deseos. Una vez que nos despabilamos en una de estas frías mañanas, conscientes de que la tragedia soñada no es más que una farsa y de que la vigilia es tan buena como la lucidez que depara, estimulados por el mate o el café, podemos comenzar a trabajar.
Sacamos una hoja y ponemos el título de la composición que nos permita llenar de otro modo este vacío que nos perturba: "Democracia". Origen: invento griego. Línea de demarcación que separa la unidad cultural llamada Occidente. Características: asambleas ciudadanas entre pares con alternancia en la conducción de ellas. Tecnologías de la palabra que la preparan para ser usada en debates. Sometimiento a las leyes establecidas por acuerdo civil. Espiritualidad entendida en el sentido de considerar imprescindible mejorarse a sí mismo como individuo para ser protagonista en los asuntos públicos. Ser mejor es no ser baboso, codicioso ni tramposo. Por lo tanto, de acuerdo cona las nociones tradicionales: Polis, Agón, Ethos. Esta es la base de la practica política nacida hace 2500 años.
La historia occidental le agregó la revolución inglesa, que hizo del cuerpo una propiedad inviolable que no puede someterse jamás a torturas ni sufrir castigos sin juicio previo. La revolución norteamericana, que subraya el respeto por la libre expresión de las diferencias entre los individuos y su igualdad ante la ley. Y la Revolución Francesa, que en nombre de la razón y de la libertad señala el carácter igualitario de la condición humana.
Por ahora, no tenemos muchos más legados históricos para llenar la política con la historia. Cada uno de los acontecimientos nombrados no tiene que ver con ideologías, sino con valores. "Valor", palabra que deberemos resignificar si queremos que el vacío no se llene sólo de aire, nos sepulte la tierra, nos tape el agua o nos queme el fuego.
Las ideologías son sistemas de pensamiento para legitimar un poder. Son justificadores de consciencia y placebos de la existencia. No son guías para la acción. Los valores, sí. Son horizontes deseables. Heroicidades cotidianas. Finas membranas de nuestra conducta.