El turismo, una nueva industria
Las cifras surgidas desde las propias entidades que agrupan a la actividad, determinan que Mendoza ha tenido un crecimiento importante en lo que a captación de turistas se refiere. Contribuyen para ello las bellezas naturales y una oferta más que interesante, aunque hay aspectos a reconsiderar.
Los datos del último fin de semana largo -el de Semana Santa- son elocuentes: la capacidad hotelera mendocina se vio colmada y debió recurrirse a alojamientos transitorios para poder cubrir la demanda. Una situación que se reiteró en oportunidades anteriores y que demuestra que Mendoza se encuentra entre los primeros lugares en la consideración de los turistas.
Son varios los datos que se concatenan para que esa situación se plantee y el primero, sin dudas, surge del fuerte impulso que ha tenido la actividad turística en los últimos tiempos en distintas provincias del país, la que se ha visto potenciada por la decisión del Gobierno nacional de "correr" ciertos feriados a los efectos de generar más días de descanso.
Según los datos oficiales, los hoteles de cuatro y cinco estrellas presentaron una ocupación del 95 por ciento; en el resto de los hoteles llegó a un 75 por ciento, mientras el sur provincial alcanzó un 90 por ciento, con una mayoría de visitantes de Buenos Aires, Capital Federal, Córdoba, Santa Fe, a quienes se sumaron brasileños y chilenos. A ellos deberían agregarse los ya habituales turistas de distintos puntos del mundo, como queda reflejado cuando se transita la Peatonal Sarmiento en horas del mediodía o de la noche.
Otro dato no menos interesante radica en que hasta no hace mucho tiempo, Mendoza era considerada lugar de paso para los viajeros que desde el centro y el Este del país se dirigían hacia Chile y hoy esa situación se ha modificado sustancialmente en razón de que los turistas vienen directamente a la provincia como lugar de estadía.
Son varios los aspectos que han contribuido a que esa situación se planteara. A las bellezas naturales que brinda la montaña, el Cerro de la Gloria, los espejos de agua -mejor utilizado el dique Potrerillos que El Carrizal- o las calles arboladas en el centro-oeste y los ríos y el incalculable atractivo del Sur, se suma ahora un cada vez más importante turismo enológico.
Como reflejo de lo que sucede en otras zonas vitivinícolas del mundo -Napa Valley, en Estados Unidos, Rioja o la Ribera del Duero en España o Burdeos o la Champaña, en Francia- las bodegas mendocinas se prepararon para recibir a los turistas. Organizan visitas guiadas para que los visitantes puedan conocer el proceso de molienda de la uva, elaboración y fraccionamiento del vino, mientras paralelamente han preparado los establecimientos con una gastronomía de primerísimo nivel.
Al decir de los propios bodegueros, esas visitas, que se multiplican por miles, no tienen un afán simplemente lucrativo, sino que constituye una forma de captar y "asegurar" consumidores para el producto que elaboran. A esos aspectos deben sumarse actividades especiales, como Música Clásica por los Caminos del Vino o el Rally de las Bodegas, para autos antiguos.
Sin embargo, dentro de ese cúmulo de aspectos positivos, existe uno -también fundamental- en el cual deberían hacer hincapié todos aquellas empresas que se nutren del turismo. Los números determinan que Mendoza es una de las ciudades más caras del país. Almorzar o cenar en un restaurante local es mucho más oneroso que en San Juan o en San Luis; los precios de la carta de vinos superan a los de provincias vecinas y otro tanto sucede con la hotelería.
El turismo es una actividad económica perdurable en el tiempo y así lo han sabido valorar ciudades de trayectoria histórica, como las sierras de Córdoba o gran parte de la costa atlántica.
Los turistas se ganan con atractivos, con la amabilidad del habitante mendocino, con la tranquilidad que brinda la provincia y, también con precios competitivos.