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El triste final de un progresista emblemático

SIN FONDO. Strauss-Kahn pagó el precio de la impunidad que disfrutaba en Francia.

Siempre han sido complicadas las relaciones del FMI con el Tercer Mundo, pero el director general Dominique Strauss-Kahn confiaba en poder suavizarlas haciendo gala de un poco de calor humano y de buena voluntad, ya que, como tantos otros progresistas occidentales, creía simpatizar con los pobres de la Tierra. Desgraciadamente para Strauss-Kahn, la fama de seductor irresistible que lo ha acompañado desde hace décadas no impresionó a la mucama guineana que jura haberlo encontrado desnudo en una suite de un hotel neoyorquino.

Indignada por el asedio furibundo que le propinó el "segundo hombre más poderoso del mundo" –por ahora, el primero es Barack Obama–, la mujer, que según su abogado es una musulmana piadosa, dice que logró escapar y ponerse en contacto con la ruda policía local que lo detuvo en el avión que lo hubiera llevado a Francia, país en que personajes tan importantes como él suelen disfrutar de una variante moderna del derecho de pernada.

En los Estados Unidos, las actitudes son menos tolerantes. Para fruición de muchos, DSK, como lo llaman sus compatriotas, se vio tratado como un violador común que, de prosperar la tesis de los fiscales, debería permanecer entre rejas, rodeado por lo peor de la escoria estadounidense, hasta cumplir 136 años. Puede que en los últimos tiempos ningún otro dignatario occidental de su importancia haya protagonizado un cambio de fortuna tan dramático.

Aunque es rutinario que políticos y funcionarios sean acusados de robar dinero, no lo es que sean detenidos bajo sospecha de perpetrar un crimen que motiva el desprecio de delincuentes endurecidos: si DSK termina su días en una cárcel norteamericana, le aguardará una auténtica ordalía.

De ser –mejor dicho, de haber sido– Strauss-Kahn un tecnócrata fondomonetarista cualquiera, su autoinmolación sería tomada por una prueba más de la perversidad atribuida a quienes trabajan en un organismo que, a juicio de bienpensantes que insisten en que todos los problemas económicos se deben a la imaginación deficiente de los "ortodoxos", se especializa en torturar a países en dificultades obligándolos a apretarse cada vez más el cinturón, depositando a millones de familias en la pobreza, pero sucede que es un hombre de izquierda que, para más señas, pareció destinado a suceder a Nicolas Sarkozy como presidente de Francia.

Antes de chocar contra su Némesis personal, Strauss-Kahn fue una de las estrellas más brillantes, acaso la más luminosa de todas, del firmamento progresista europeo, un miembro destacado de la elite política y cultural que, a pesar de sus muchos traspiés electorales recientes, domina la vida intelectual del Viejo Continente y cuenta con la plena aprobación de los medios de comunicación más respetados. Así las cosas, las repercusiones de su caída estrepitosa se harán sentir no solo en "la comunidad financiera" internacional y la política tanto interna como externa de Francia, sino también en muchos otros ámbitos.

La crisis económica que se originó en el sobrecalentado mercado inmobiliario estadounidense para entonces propagarse, con rapidez desconcertante, hasta los últimos confines de la Tierra, ha tenido consecuencias paradójicas en los países habituados a cierto grado de opulencia. Aunque la mayoría atribuye los malos tiempos que amenazan con eternizarse a la codicia supuestamente insólita de banqueros y financistas, en Europa la izquierda no ha sabido aprovechar lo que según sus teóricos debería haber sido una oportunidad espléndida para consolidarse en el poder. Sí ha logrado hacerlo la derecha conservadora, cuando no "neoliberal", que en casi todos los países de la UE ha visto aumentar su caudal de votos.

Los socialistas franceses esperaban que Strauss-Kahn los ayudara a cambiar esta historia deprimente y a su entender irracional. Al fin y al cabo, se decían, a nadie se le ocurriría cuestionar la capacidad de un ex jefe del FMI, nada menos, para manejar la economía con realismo, mientras que el prestigio supuesto por su reputación mundial sería del agrado de los nacionalistas. Pero merced a la negativa de una mucama africana a dejarse someter como es debido por el gran hombre, el sueño ameno de quienes apostaban a DSK se ha transformado en una pesadilla. Tal y como están las cosas, los más beneficiados por su caída en desgracia serán los seguidores de Marine Le Pen del Frente Nacional que fundó su padre, Jean-Marie Le Pen, que ya es el partido de la derecha autoritaria más exitoso de Europa, aunque Sarkozy también se sentirá aliviado.

El escándalo provocado por la lubricidad notoriamente incontrolable del ex futuro presidente de Francia no puede sino ampliar todavía más la brecha que se ha abierto entre la elite progresista europea y "las masas" que constituyen su clientela preferida. Durante décadas, la alianza entre estos dos sectores tan diferentes pareció natural, pero para desazón de los burgueses cultos de ideas izquierdistas ya pertenece al pasado. Desde el punto de vista de "la gente común", quienes se creen sus benefactores la han abandonado a su suerte al comprometerse con doctrinas cosmopolitas como el multiculturalismo. Además de estar a favor de la inmigración en gran escala cuyo impacto ha sido más fuerte en los barrios pobres de las grandes ciudades, los partidos izquierdistas del Viejo Continente han impulsado políticas económicas y sociales cuyos resultados ofenden a personas poco sofisticadas que aún están convencidas de que hay que privilegiar virtudes tradicionales como la voluntad de valerse por sí mismo y que por lo tanto se oponen instintivamente a programas encaminados a fomentar una "cultura de la dependencia".

El conservadurismo al parecer congénito de los trabajadores siempre ha alarmado a los propensos a detectar brotes de "fascismo" en todas partes, pero últimamente sus intentos paternalistas de instruir a "los humildes" acerca de sus deberes han resultado ser contraproducentes. Mal que les pese a quienes fantasean con un futuro sin fronteras, en los países que conforman la Unión Europea el nacionalismo sigue ganando terreno.

Ya antes de ser acusado de intentar violar a una mucama en Nueva York, Strauss-Kahn se había erigido en un símbolo viviente de las contradicciones de la aristocracia progresista debido a su gusto por lujos consumistas sumamente costosos. En los días previos a aquel episodio denigrante, los pensadores y políticos franceses se entretenían preguntándose si era apropiado que un socialista viviera como un multimillonario aun cuando contara con el dinero necesario. Que lo hicieran "derechistas" como Sarkozy y Silvio Bunga-Bunga Berlusconi podría considerarse lamentable pero, por ser cuestión de sujetos vulgares vendidos al capitalismo, sería inútil acusarlos de llevar un tren de vida incompatible con sus principios más sagrados, pero se suponía que un progresista debería optar por la austeridad, sobre todo en un momento en que muchos compatriotas temían caer en la miseria.

En cambio, en Francia por lo menos las proclividades sexuales de Strauss-Kahn no eran motivo de debate alguno en los medios más prestigiosos. Aunque parecería que muchos lo suponían capaz de atacar a cualquier mujer apetecible que se le acercara, era mal visto que periodistas llamaran la atención a un asunto que de común acuerdo debería considerarse privado. No es sorprendente, pues, que en Francia DSK se haya sentido impune, protegido por la complicidad tanto de los demás integrantes de la clase política gala y de la autocensura de los medios. Lo que sí sorprende es que haya creído que los norteamericanos, acostumbrados como están a hurgar en los detalles más íntimos de la vida de los hombres públicos, estarían igualmente dispuestos a pasar por alto sus excentricidades. Como tantos otros, DSK se habrá mofado del puritanismo tosco de los yanquis que, para diversión de los europeos, habían querido castigar al presidente Bill Clinton por su pequeña aventura amatoria con la joven Monica Lewinsky, episodio este que en opinión de la mayoría de los franceses hubiera pasado inadvertido en países culturalmente más avanzados en que los medios son más respetuosos de la privacidad de sus dirigentes.

Para muchos franceses, incluyendo a algunos que entienden muy bien que seducción y violación no son sinónimos, la forma en que fue tratado Strauss-Kahn por las autoridades norteamericanas se debió no solo a la gravedad del delito que según la mucama cometió sino también al deseo de humillar a su país. Según Martine Aubry, la jefa del Partido Socialista en que milita DSK, "Afortunadamente en Francia tenemos una ley sobre presunción de inocencia conforme a la cual en esta fase de los procedimientos la gente no puede ser mostrada así".

Aludía de este modo a las fotos del espectáculo brindado por Strauss-Kahn esposado, demacrado y sin afeitarse que dieron la vuelta al mundo. Si bien en vista de la trayectoria del reo pocos lo creerán inocente aun cuando resultara que le tendiera una trampa –otra teoría es que esperaba con impaciencia la llegada de una prostituta– y que la única testigo distara de ser un dechado de virtud, la sospecha de que los norteamericanos quieren humillarlo, y Francia, por oscuros motivos geopolíticos o económicos, no contribuirá a mejorar una relación bilateral que casi siempre se ha caracterizado por la incomprensión mutua.