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El test de Cristina, Saadi y los radicales en la tierra de María Soledad

Hacía tiempo que Catamarca no estaba en el centro de la mirada del poder nacional. Quizás nunca como en aquellos últimos meses de 1990, cuando el asesinato de María Soledad Morales conmovió a la Argentina.

Las marchas del silencio se convirtieron en un símbolo del reclamo contra la impunidad que rodeó al crimen de una adolescente de clase baja y la presión de la opinión pública para ponerle fin a la dinastía de la familia Saadi produjo un cambio político en la provincia que perdura hasta estos días. La ansiedad hegemónica del kirchnerismo y el ánimo pendular de la oposición, sobre todo el de los radicales, han convertido a la elección provincial del domingo en un test nacional para medir la temperatura del año electoral.

El periodismo influyente. El crimen de María Soledad convocó, además de algunos fantasmas de los tiempos de la dictadura, a muchos periodistas que fueron a investigar el caso porque se intuía que el poder de los Saadi encubría la trama del asesinato. Me tocó estar en Catamarca junto a colegas como Ernesto Tenenbaum, Miguel Wiñazky, Fernando Laborda, Fanny Mandelbaum, Luis Pazos, Alejandra Rey, Antonio Fernández Llorente o Fabian Doman, entre otros, con quienes fuimos tratando de despejar las dudas que se sembraron sobre la reputación de la chica para desembocar en un laberinto que llevaba del principal sospechoso (Guillermo Luque, el hijo del diputado peronista Angel Luque, aliado a los Saadi) a la familia que manejaba con mano de hierro la provincia. Desde el patriarca Vicente Leónidas Saadi al príncipe Ramón Saadi, que gobernaba entonces amparado en una red de funcionarios, legisladores y jueces que le rendían obediencia. Como nunca antes en la época de Raúl Alfonsín e iniciando una tendencia que se profundizaría durante el menemismo, la prensa comenzó a experimentar el poder de contar las cosas. Para el periodismo hubo un antes y un después de Catamarca que terminó por derrumbar al imperio Saadi. El final se produjo en diciembre de 1991, cuando Ramoncito perdió la elección provincial y le entregó el poder al Frente Cívico, que viene gobernando hasta hoy.

Saadi siempre está. Ahora son los funcionarios portadores de subsidios y los encuestadores del kirchnerismo los que llegaron a Catamarca para ver si es posible evitar la segunda reelección del radical Eduardo Brizuela del Moral, un dirigente que fue rector de la universidad provincial y creció políticamente cerca de Federico Storani. Llegó criticando los feudalismos provinciales pero ahora quiere extender a doce sus ocho años como gobernador. La mismísima Cristina estuvo hace diez días en la provincia de María Soledad para ponerle fin al caudillismo. ¿Y quién es su candidata? Nada menos que Lucía Corpacci, quien desde hace un par de años esconde su apellido completo (Corpacci Saadi) rogando tal vez que nadie se acuerde que es la prima hermana de Ramoncito Saadi, quien la acercó al universo K después de haber votado junto a los Kirchner las retenciones al campo.

Todo revuelto, todo confuso, ya bastante tiene Catamarca con sus propios fantasmas como para que la política nacional le traslade sus peores desgracias.