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El tercer ciclo K arrancó antes de tiempo

* Por Mario Fiore. La Presidente no ofreció cambios importantes en su nuevo gabinete pero inició ajustes en las políticas ni bien ganó. De Vido y Giorgi, los interlocutores que deberá privilegiar Pérez.

¿Por qué esperar un cambio de gobierno -de políticas, de actores, de rumbos- si al fin y al cabo lo que sucederá mañana será la reasunción de una presidenta que ganó por más de la mitad de los votos hace 45 días?

Quienes esperaban -sin demasiada ansiedad, a decir verdad- que por estas horas se produjera un movimiento de estantería, lo hacían entendiendo que el contexto económico por el cual atraviesa el país no es el mismo que hace ocho o cuatro años, cuando la mayoría de los ministros fueron convocados. Es cierto, ya no hay un crecimiento del 8%, la inflación es acuciante y es parte indisoluble del "modelo", guste o no guste, los superávit gemelos ya no existen por el exponencial crecimiento del gasto y las fuentes de financiamiento no tradicionales -la Anses, el Banco Central- no dan abasto.

Pero no hay que olvidar algo: el kirchnerismo siempre demostró que es conservador puertas adentro -en lo que hace al funcionamiento del Gobierno y a los asuntos del poder- y que deja la audacia para las batallas contra los enemigos de turno, simbólicos o reales, que están fuera del universo político e ideológico del oficialismo.

Fiel al ADN que construyó a lo largo de dos décadas en la función pública junto a su fallecido esposo, Cristina Fernández de Kirchner decidió hacer pequeños retoques en su gabinete y cubrir sólo las vacantes que se produjeron luego de las elecciones. Ni siquiera osó con retener a funcionarios elegidos por el voto popular para ocupar un sitio en el Congreso (Julián Domínguez, Roberto Felleti, Aníbal Fernández) y dejó atrás las odiosas candidaturas testimoniales que signaron la única elección que perdió el kirchnerismo, hace dos años.

En rigor, Cristina inició el tercer gobierno K ni bien ganó las elecciones. No pasó una semana de su rotundo triunfo y los argentinos nos anoticiamos de la medida que tomó la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) para frenar la compra de dólares (fuga de capitales) y del anuncio del Ministerio de Planificación Federal de los recortes en los subsidios a la energía y al transporte que tenían como beneficiarios sectores pudientes.

La primera de las medidas causó al Ejecutivo más dolores de cabeza que soluciones y encima arruinó la luna de miel de la Presidenta con aquellos sectores de clase media alta -esos que pueden ahorrar- que la votaron en las últimas elecciones. La segunda, fue aplaudida incluso por opositores, porque en rigor implica abordar el problema de un gasto público que crece geométricamente. Como hay menos disponibilidad de recursos, lo que busca hacer el Gobierno es redistribuir los fondos (sacando de un lado y poniendo en otro) y reservar el rol del Estado como promotor del consumo sólo para las clases medias o bajas, que son las que necesitan los subsidios.

Por otro lado, en persona y no a través de sus ministros y funcionarios, la Presidente abordó otros temas-problemas que vienen marcando su gobierno. Designó al diplomático que más sabe de comercio bilateral como embajador de Brasil y a quien estaba al frente de la representación argentina en la ONU lo puso en la embajada de Washington; se metió de lleno en el conflicto sindical que conmueve a Aerolíneas Argentinas y Austral; cuestionó con duras advertencias a la CGT moyanista que presiona con nuevas conquistas como la distribución de las ganancias empresarias.

Recibió a la nueva cúpula del Episcopado para reencausar una relación casi rota con la Iglesia y se reunió con un sector del campo para terminar de disolver la unidad de la antes combativa Mesa de Enlace.

Cristina Kirchner no esperó a ganar para tomar estas decisiones ya que muchas de ellas estaban en carpeta desde hace meses. En el último año y especialmente desde el 14 de agosto a la fecha, su trabajo fue despejar problemas políticos uno a uno -con la ayuda extra de una oposición sin volumen político- para llegar al momento de "gloria" en el cual hoy se encuentra: siendo la única persona que define el rumbo del país. No hay en su gabinete ninguna figura con peso político o técnico que pueda opacarla.

Todos son colaboradores leales, aunque es claro que hay quienes tienen más poder que otros por las áreas que deben atender. Sustituir a Julio De Vido hubiese implicado más trabajo que el diseño de todo un gabinete íntegramente nuevo.

Justamente por la preeminencia de este elenco estable es que el nuevo gobernador mendocino, Francisco "Paco" Pérez, puede esperar un arranque calmo para su gestión teniendo en cuenta que la relación Provincia-Nación es hoy un factor determinante ya que Mendoza no es hoy un distrito autosustentable. Desde que fue electo el 23 de octubre, Pérez tomó contacto y afianzó relaciones con la mayoría de los principales ministros nacionales, especialmente con De Vido, quien ya le pidió dos cosas: que sea nexo con los intendentes y que reflote la organización de provincias petroleras para impulsar la política energética nacional.

La designación del número dos de Amado Boudou en Economía, Hernán Lorenzino, no debería traerle inconvenientes a Mendoza, aunque es cierto que muchos esperaban en las tierras cuyanas un batacazo de Juan Carlos Fábrega, el mendocino-pingüino que está al frente del Banco Nación. Pero se estima que Lorenzino estará enfrascado en lograr que la Argentina regrese al mercado internacional de capitales -cosa que no logró Boudou- y que la relación fiscal con las provincias seguirá pasando por las mismas manos.

Es más importante para Mendoza en este contexto lograr mejor articulación con la ministra de Industria, Débora Giorgi. No sólo porque de ella depende un conflicto histórico, la promoción de las provincias vecinas, sino porque uno de los mayores objetivos que se trazó Pérez para su gobierno es aumentar la actividad económica de la provincia. Es dable pensar que serán Giorgi y De Vido los interlocutores que deberá regar el nuevo gobernador y dejar a los técnicos de Economía sólo para cuestiones formales.

La promoción de jóvenes como Juan Manuel Abal Medina (nuevo jefe de Gabinete) o Diego Bossio (sigue en la Anses) también es una buena noticia para Pérez ya que encontró en ambos respaldo sustancial en su candidatura y fueron quienes más la acercaron a la Presidenta antes de las elecciones. Lo mismo que el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, un pingüino histórico y monolítico al que Cristina le delegó buena parte de las tareas políticas que antes hacía su esposo fallecido.

La experiencia de los dos últimos gobiernos debería indicarle a Pérez que la política se construye día a día. No sea cosa que le pase lo que le sucedió a Julio Cobos en 2004 cuando Néstor Kirchner permitió cambios en el régimen de promoción industrial en San Juan y en San Luis, o le ocurra lo que le pasó al hasta ayer gobernador Celso Jaque cuando se enteró de una prórroga de 15 años para el mismo sistema, un día después de haber estado participando con la Presidente y su esposo en los actos del Bicentenario.