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El sinuoso camino de la unidad

Por Pablo Micheli. Mientras las bases corean con fervor “Unidad de los trabajadores”, somos muy pocos las y los dirigentes que nos paramos de ese lado de la vereda.

La historia de independencia y libertad de nuestros pueblos ha sido narrada sobre la sangre y la valentía de mujeres y hombres que lucharon en unidad por sobre cualquier adversidad y mezquindad personal. Seguramente, si más de una de esas batallas libertadoras las hubiésemos dejado en manos del adversario mientras nos mirábamos el ombligo, hoy nuestro continente no tendría ni la más mínima pincelada de Patria Grande.

Sin embargo, lejos quedó esa conciencia de unidad con sed triunfalista, ese sentido común que es parte del rechazo decidido a cualquier intento de dividirnos. Muy por el contrario, parece haber empezado a cobrar un variopinto de matices que llevan a que nos juntemos cuando el espanto nos aterra pero, cuando es época de cosechar cada logro acumulado en épocas difíciles, nos volvemos a separar como quien no quiere compartir el agua y llevársela para su molino.

Cabe destacar que esto no es sólo un problema de marca argentina sino que es una tendencia que se repite, lamentablemente, en toda nuestra América Latina. Mientras las bases corean con fervor “Unidad de los trabajadores”, somos muy pocos las y los dirigentes que nos paramos de ese lado de la vereda en lugar de encolumnarnos tras las órdenes de los gobiernos con los que simpatizan algunas y algunos líderes sindicales. Y he aquí la cuestión que remarco como el punto que complejiza la unidad: la influencia de los gobiernos progresistas ha llevado a que se deleguen las decisiones y el poder popular en ellos, provocando fracturas radicales en las bases de nuestras organizaciones; Mientras que los gobiernos neoliberales han logrado juntar a ese mismo espectro producto del destrozo social que provocan las políticas de ajuste y exclusión que implementan.

En este contexto, una de las razones principales tiene que ver con la pérdida de autonomía e identidad de clase de las organizaciones populares. No somos una oposición unificada. En todo caso hay más unificación en el sector de los trabajadores y de los movimientos sociales con la unidad de acción, pero no una unidad con un programa de gobierno como para pensar en gobernar, sino solamente para resistir y hasta por ahí nomás, porque cada cual defiende su propio espacio. Hay una caracterización casi común de lo que nos está pasando, pero no hay una decisión y una planificación de cómo enfrentarlo y revertirlo colectivamente, y eso también conspira para que los pueblos no puedan ver perspectivas o alternativas en otro lado.

En este marco es oportuno señalar la decisión de la CTA de los Trabajadores de volver a la CGT, pero, como sostenemos desde la CTA Autónoma que encabezo, planteando la necesidad de una unidad donde quepamos todas y todos los que hemos estado en la primera fila de la confrontación del ajuste macrista y desde donde nazca quien o quienes lideren esta nueva reconfiguración sindical en lugar de aquellos que le allanaron el camino a Macri en los últimos tiempos. Pero también, una nueva CGT (o como decida llamarse), que mantenga cierta distancia de un eventual gobierno peronista al que sea capaz de señalarle y manifestarse cada vez que sea necesario.

No me caben dudas que hoy tenemos un Macri en Argentina y un Bolsonaro en Brasil, por ejemplo, porque no hemos apostado a esa unidad que significa compartir el combate, los riesgos, los sacrificios, los objetivos, ideas, conceptos y estrategias que se colegian mediante debates y análisis en los diversos sectores de la sociedad. Hemos descuidado esta unidad, se la hemos delegado al rol político-partidario gobernante y así sólo hemos conseguido la pérdida de identidad de clase de muchas organizaciones del campo popular y, particularmente, de las Centrales Sindicales combativas.

No estoy hablando de que hagamos la revolución socialista en la Argentina o en Brasil (aunque para mí sería lo ideal), sino que estoy señalando que hay cosas que se podrían hacer en la Argentina o en Brasil que los gobiernos progresistas no hicieron, que concedieron frente al poder, y que, si los trabajadores y trabajadoras se las hubiésemos marcado de manera organizada, no de forma individual, hoy otro sería el cantar. Pero esto pasa cuando las Centrales nos transformamos en voceros de los gobiernos Nac & Pop en lugar de ser representantes de los trabajadores frente al Gobierno.

Se vienen las elecciones del 27 de octubre y ahí tenemos la oportunidad de sacar a la derecha de nuestro país. Existen grandes posibilidades de que vuelva un gobierno del campo popular y, así como lo he manifestado y militado desde hace tiempo atrás, estoy convencido que debemos llenar las urnas con la fórmula Fernández-Fernández para erradicar al neoliberalismo de nuestra Patria y que vuelva la esperanza y una mejor calidad de vida para todas y todos los que la habitamos y defendemos a diario. Espero que estos cuatro años de ajuste y pelea nos hayan hecho madurar y no volvamos a cometer los mismos errores.

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