El servicio militar no puede volver
Las definiciones a favor de la reimplantación del Servicio Militar Obligatorio formuladas por Mario Ishii y el ministro Alejandro Granados cometen el mismo pecado de irresponsabilidad, ignorancia y demagogia conservadora.
Las definiciones a favor de la reimplantación del Servicio Militar Obligatorio formuladas por Mario Ishii y el ministro Alejandro Granados cometen el mismo pecado de irresponsabilidad, ignorancia y demagogia conservadora. La reimplantación del SMO plantearía dos problemas: uno, el de la resolución de los problemas de conducta e integración a la sociedad de los jóvenes argentinos descarriados por su alejamiento del estudio, la ausencia de integración al trabajo, su adicción a las drogas y su integración al mundo de la delincuencia. Pero el segundo tema es, sin duda, el de la formación de la base de la pirámide militar a través de la formación de nuevos soldados.
Al parecer, estos dos exponentes de la restauración del Servicio no se enteraron del asesinato del soldado Omar Carrasco en 1994 y de las decenas de muertes, malos tratos y humillaciones sufridas por miles de jóvenes argentinos al integrarse durante décadas al Servicio. Como tampoco se enteró el ex vicepresidente Julio Cobos cuando planteó similar receta para rectificación del comportamiento juvenil descarriado. Tampoco estos duros con los jóvenes parecen tener idea del efecto benéfico para las Fuerzas Armadas del Servicio Militar Voluntario.
Hay, por lo tanto, dos cuestiones que deben ser analizadas al tratar esta irresponsable propuesta. Si de incorporar a los jóvenes se trata, hay que hablar de educación y trabajo. La lucha por convertir al secundario en una rama obligatoria de la educación argentina ha sido parte progresivamente exitosa de la política del gobierno kirchnerista. El empeño por la promoción del trabajo en blanco y la creación de nuevos empleos forma parte también de las políticas que plantea de frente el gobierno nacional.
Allí, en la incorporación a las aulas secundarias y universitarias o al programa Fines para completar la primaria, y en la secundaria (que dicho sea de paso se realiza también en las FF.AA.) se encuentra la clave adecuada de resolución del problema. Para los restauradores del Servicio, en cambio, debería tratarse a través de la figura de un Servicio que evocan en sus peores prácticas, aquellas que no contribuyeron a forjar ni buenos soldados ni buenos ciudadanos.
Que, en el pasado, el SMO fuera un relativo factor de integración, y hasta de alfabetización, constituye eso, un hecho del pasado. Una sociedad como la argentina actual tiene todas las instituciones adecuadas para la formación educativa. Y la formación militar no puede ser convocada como la reapertura de una academia de castigos que, tal parece, es la visión que de la educación y el trabajo tienen estos políticos peronistas y radicales partidarios de la goma. Y también algunos progresistas confundidos que creen que el SMO forma parte de una tradición supuestamente nacional de las FF.AA. que, en realidad, es parte de un pasado anacrónico.
El Servicio Militar Voluntario (SMV) vigente hoy para las FF.AA. incorpora a jóvenes de ambos sexos que desde los 18 años hasta los 28 -a esa edad deben salir obligatoriamente- sirven como soldados. Los voluntarios pueden, a los 28 años, si lo desean y demuestran aptitudes, incorporarse a la carrera de suboficiales. Reciben instrucción militar y formación técnica que los capacitan. Y su ingreso, debe reiterarse, es voluntario. Los políticos derechistas que han propuesto esta restauración seguramente no les han preguntado a oficiales y suboficiales del Ejército el éxito de este programa. De hecho, los voluntarios son a los dos años casi suboficiales. La base de la pirámide militar está hoy mucho más capacitada que la masa anual de conscriptos del pasado. Basta recordar la instrucción castrense de la mayoría de los soldados de Malvinas.
Por cierto, el trato que reciben hoy los voluntarios es diferente al de los colimbas de ayer, porque algo ha cambiado en el país y en las FF.AA. desde la recuperación democrática y, sobre todo, durante los dos gobiernos kirchneristas.
Por eso, la propuesta de la restauración debe ser rechazada tanto en resguardo de la educación de los jóvenes como de la buena gestión de la Defensa nacional.