El "señor K" iba a traficar a Rusia cocaína con un 95 porciernto de pureza
El empresario tiene domicilio en Alemania y está prófugo. Creen que había importado la droga desde Colombia.
La cocaína que el "Señor K" tenía guardada en la Embajada de Rusia para enviar a Moscú en valijas diplomáticas era la "más pura que existe". Solo que con una trampa que le tendió la Justicia argentina y Gendarmería, a Rusia llegaron 12 valijas con casi 400 kilos de harina triple cero en lugar de droga. "K" es el único prófugo que tiene la causa. Su identidad también se reveló ayer: se trata del empresario ruso Andrey Kovalchuk (50). La última vez que lo vieron fue en Hamburgo, Alemania, país en el que vive.
Según revelaron a Clarín altas fuentes del caso, los 360 panes de droga que había en las maletas tenían una pureza de entre el 88 y el 95%. "No se consigue nada más puro que eso en el mundo", explicó uno de los investigadores, y agregó que la principal hipótesis es que vino de Colombia.
"Otros países no pueden elaborar un producto de esa calidad. Quizás Perú, pero no es tan frecuente", aseguró. Kovalchuk tiene experiencia en la venta de productos premium: en Alemania se dedica a la comercialización de bebidas, caviar, café y otras delicatessen. Dicen que así amasó su fortuna.
El misterio que queda por resolver es cómo 389,24 kilos de cocaína valuados en 50 millones de euros llegaron a un depósito del Colegio Adjunto de la Embajada. Los investigadores aún trabajan para saber el camino que hizo la carga hasta allí y cuándo llegó.
De acuerdo a las escuchas que constan en la causa, Kovalchuk es el que compró la droga. En un lugar lleno de cámaras, debería ser fácil ver cómo ingresó y cuándo. Pero esas pistas habrían sido borradas. Según apuntó una fuente del caso, "hay baches" en las filmaciones de la Embajada: "Puede ser por cortes de luz, o bien que haya sido a propósito".
Esa última hipótesis no es disparatada si se tiene en cuenta que uno de los detenidos, el ex policía de la Ciudad Ivan Blizniouk (35), también brindaba seguridad a la Embajada rusa. Según pudo saber Clarín, lo haría a través de una empresa de seguridad privada con la que también contrataba a custodios que estaban día y noche en el edificio. Así, tendría el control de todo lo que pasaba en el lugar donde escondía la droga.